Paz y Bien

La Verdad los hará libres

Seguimos avanzando lentamente pero con paso firme y seguro por el camino de la cuaresma, tiempo de gracia y de bendición para volvernos a Dios. El imperativo que siempre ha de resonar en nuestra mente y en nuestro corazón, pero sobre todo en cuaresma es: “¡Arrepiéntete y cree en el Evangelio”. Es decir repara en el estilo de vida que llevas y cambia lo que tengas que cambar para que sea una vida más acorde con el Evangelio.

La vida profética siempre ha sido un desafío para la humanidad, tanto para el mismo profeta como para el pueblo que lo escucha. Recordemos que el profeta es ese hombre que tiende el puente entre Dios y los hombres. Es la persona que le habla a Dios de parte de los hombres. Y es la que le habla a los hombres de parte de Dios.

El profeta jeremías se ha destacado de alguna manera en el texto de la liturgia de hoy como una figura impresionante de la pasión de Jesús. Tuvo que dar su mensaje al pueblo en tiempos muy difíciles, inmediatamente antes del destierro final. El pueblo no le escucha, no le hace caso. Finalmente se desata contra él una persecución. El profeta estorba a los mentirosos, a los injustos a los que se consideran buenos. Los verdaderos profetas siempre van a incomodar, porque lo que dicen no es lo que suena bien a los oídos de los soberbios. El verdadero profeta no es el que halaga los oídos de su auditorio, de su pueblo, de sus comunidades, de sus oyentes, sino lo que le parece en conciencia que es la voluntad de Dios. Ante esta persecución injusta contra el profeta, éste recurre a la oración porque se descubre indefenso y pide la ayuda del Señor. Se siente indefenso, sin nadie que le pueda ayudar y proteger, pero su confianza es grande en Dios que siempre escucha la súplica del hombre justo y de aquellos que le temen y buscan siempre su gloria. Nos encontramos ante el sinsentido de quien intercede por su pueblo y al final, es el mismo pueblo el que va en contra de él y le da la espalda.

Esta es una gran enseñanza para todos nosotros. Por un lado hemos de procurar ser siempre coherentes con el Evangelio. Es decir siempre hemos de ser profetas de la Buena Nueva del Reino que es Jesucristo mismo. Hemos de proclamar su misericordia y su amor sin medida a toda la humanidad, principalmente a los más cercanos a nosotros. Al mismo tiempo hemos de estar conscientes de que no siempre vamos a agradar a todo mundo, ni tampoco nos van a complacer por lo que hacemos o digamos. Mucho menos si nuestras palabras son palabras de verdad que están fundamentadas en nuestro estilo de vida y en nuestra adhesión total al Evangelio. Entonces y sólo entonces tendremos la autoridad moral para convertirnos en esos profetas, en esos hombres y mujeres intercesores por el bien de la humanidad. Si somos coherentes siempre habrá quién trate de acallarnos, pero no hemos de darnos por vencidos y en cambio hemos de interceder siempre ante Dios aún por los que nos persiguen y calumnian porque esto es lo verdaderamente cristiano y evangélico.

El camino de profeta es pues ante todo un camino de verdad y de constante conversión, no poniéndose de lado de nada ni de nadie, sino de Dios y su verdad. Desde esta perspectiva la verdad nos hará libres y nos concederá la autoridad para poder interpelarnos a nosotros mismos e interpelar a los demás con el Evangelio que es la forma de vida de todo ser humano.

Paz y Bien

Fort Worth, Texas

Marzo 23 de 2011

Fray Pablo Capuchino Misionero.

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