Sean perfectos como su Padre Celestial es Perfecto.


Bajo la mirada de Dios

Estamos iniciando la segunda semana del tiempo de cuaresma. La inaugurábamos de manera muy solemne con la Transfiguración del Señor. Es la invitación siempre constante y fiel del Señor a que cambiemos nuestro aspecto espiritual, a que nos dejemos ver por la gracia y la gloria de Dios para que a través de nuestros actos cotidianos los demás puedan descubrir esa gloria que Pedro, Santiago y Juan descubrieron al estar en oración con el Jesús.

La oración es un aspecto muy importante para que nuestra vida se transfigure. Tiene que ser una oración de contemplación, de encuentro, de constancia, de fidelidad. Una oración que transforme nuestras estructuras, nuestra mentalidad, en una palabra nuestro corazón. Porque sólo un corazón humilde que reconoce su necesidad de Dios, sus limitaciones y sobre todo su pecado. Así nos lo muestran las lecturas de la liturgia de la Misa de hoy. Le vemos al Profeta Daniel en una profunda oración, en la que reconoce en primer lugar la grandeza de Dios, pero también y sobre todo su cercanía y su fidelidad a la Alianza con los seres humanos. Al mismo tiempo reconoce la pequeñez de sí mismo, de su pueblo, y con ello su pecado y su infidelidad. El pecado, la infidelidad el apartar a Dios de nuestras vidas o el apartarnos del camino que lleva a la vida, al final nos causa vergüenza, desaliento, desesperación, impaciencia. Todo es fruto del alejamiento de Dios. Todo fruto del pecado. Un pecado que rompe de manera radical con nosotros mismos, nos divide, crea barrera y nos conduce por el camino que no queremos andar. Un pecado que rompe con la relación entre Dios y yo. Entre mi Padre amoroso rico en piedad cuya misericordia es infinita. Mi pecado me aleja de Él y no soy capaz de descubrir todo lo que me ofrece: su Reino, su Fidelidad, su Alegría. ¡Su Santidad!. Un pecado que rompe con mis hermanos, crea barreras, vacíos y me hace egoísta, soberbio y me aleja de los demás.

Pero lo propio de Dios es la Misericordia y el Amor. La fidelidad perpetua y siempre nueva, por eso el profeta Daniel reconoce la bondad de Dios y hace una bella confesión de ella: “Dios grande, que guardas la alianza y el amor a los que te aman”. Es Dios el que nos ha amado primero y nosotros sólo podemos corresponder al Amor desde el amor. Un amor que no tiene medida y que la única medida en todo caso si la tuviese, sería dar la vida. Dios está dispuesto a dárnoslo todo, absolutamente todo.

Pero eso en el Evangelio el Señor Jesucristo nos invita y nos reta ser no de cualquier manera, sino a ser nada más y nada menos que como su Padre, nuestro Padre. “Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso”. En esto radica la esencia del verdadero Cristiano. Es necesario que nos preguntemos si de verdad tenemos un corazón compasivo. ¡Cuántas ocasiones tenemos, al día, para mostrarnos compasivos, tolerantes, para empeñarnos en olvidar, para no juzgar ni condenar a nadie, para no guardar rencor, para ser generosos, como Dios lo ha sido con nosotros! Aquí radica la verdadera virtud del cristiano. Esto es más difícil que un simple ayuno o abstinencia superficiales. Acojamos pues la llamada de Dios que una vez más nos invitas a la conversión radical y a compartir su perfección y su santidad.

Paz y Bien

Fort Worth, Texas.

Marzo 21 de 2011.

Fray Pablo Capuchino Misionero.

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