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Mostrando entradas de noviembre, 2012

Hazte amigo de Dios y tendrás paz en tu corazón

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30 de noviembre Recuerda que la paz del espíritu puede mantenerse también en medio de las muchas tempestades de la vida presente; sabes muy bien que consiste fundamentalmente en la concordia con nuestro prójimo, deseándole todo bien; que consiste también en la amistad con Dios, mediante la gracia santificante; y la prueba de estar unidos a Dios es la certeza moral que tenemos de no tener pecado mortal que pese sobre nuestra alma. En fin, la paz consiste en haber conseguido la victoria sobre el mundo, sobre el demonio y sobre las propias pasiones. Entonces, dime, ¿no es acaso verdad que esta paz traída por Jesús puede conservarse bien, no sólo cuando nuestro espíritu está en la abundancia de los consuelos, sino también cuando el corazón está inmerso en la amargura a causa de los gruñidos y alaridos del enemigo?   (10 de octubre de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 185)

Aviva en Ti el don de la Fe

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29 de noviembre Avivemos sobre todo nuestra fe y tengamos presente la estrepitosa victoria de la que nos hablan las sagradas cartas, que consiguió el pueblo de Israel sobre los madianitas. En el corazón de la noche, allí se lee, mientras el inmenso tropel enemigo, abandonando las trincheras, acampaba en la llanura y, sin que lo sospechara, fue silenciosamente rodeado sólo por trescientos guerreros de Gedeón, todos con la trompeta en una mano y en la otra un cántaro que contenía dentro una antorcha encendida. A la señal del capitán, se rompen con estrépito los cántaros, se hace sonar las trompetas y, después de cada toque, se oye el grito de guerra: « Al Señor y a Gedeón ». Ante los tremendos gritos, el estruendo de las trompetas, el inmenso resplandor de las antorchas, un inmenso terror invadió al campo enemigo, y todos comenzaron a correr precipitadamente, aún medio dormidos, mientras las trompetas seguían su lúgubre sonido, y los enemigos, en la indescriptible confusi

En el silencio de tu corazon adora a Dios eternamente

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27 de noviembre Me dices que, a causa de tu espíritu somnoliento, distraído, voluble, miserabilísimo, al que se unen muchas veces las molestias físicas, no consigues permanecer en la iglesia más de una hora y media. No sufras por esto, basta que evites darles la ocasión, esforzándote en vencer toda molestia y todo aburrimiento, y no canses orgullosamente tu espíritu con oraciones muy largas y continuadas, cuando el espíritu y la cabeza no están para ello. Mientras tanto, procura a lo largo del día quedarte sola, en cuanto te sea posible y, en el silencio de tu corazón y de la soledad, ofrece al Padre del cielo tus alabanzas, tus bendiciones, tu corazón contrito y humillado y toda tu persona. Y de este modo, mientras la mayor parte de las criaturas, criaturas hechas a su imagen, olvida la bondad del Esposo divino, nosotros, con esos retiros y esas prácticas, lo tenemos siempre cerca.   (19 de septiembre de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 174)

Ora y ofrécete por todos, especialmente por los que no quieren convertirse

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26 de noviembre No todos estamos llamados por Dios a salvar almas y a propagar su gloria mediante el elevado apostolado de la predicación; y has de saber que este no es el único y solo medio para alcanzar estos dos grandes ideales. El alma puede propagar la gloria de Dios y trabajar por la salvación de las almas mediante una vida verdaderamente cristiana, orando incesantemente al Señor que « venga su reino », que su santísimo nombre « sea santificado », que « no nos deje caer en la tentación », que « nos libre del mal ». Esto es lo que debes hacer también tú, ofreciéndote plena y continuamente al Señor por este fin. Reza por los malvados, reza por los tibios, reza también por los fervorosos, y reza de modo especial por el sumo Pontífice, por todas las necesidades espirituales y temporales de la santa Iglesia, nuestra muy tierna madre; y eleva una oración especial por todos los que trabajan por la salvación de las almas y por la gloria de Dios en las misiones, entre tant

Dios ama tu alma igual que ama la suya

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17 de noviembre Sé que no te convencerás, que no lo verás claro, que no experimentarás el consuelo de esta gran verdad, mientras dure esta prueba; pero obedece las indicaciones de quien ante Dios ama tu alma igual que ama la suya y basta. « Querría - repito las palabras que Dios dijo un día a la santa virgen Gertrudis - querría que mis elegidos se convencieran de esta verdad: que me agradan mucho sus oraciones y sus buenas obras cuando me sirven a costa del propio sufrimiento. Servirme a costa del propio sufrimiento quiere decir que, no sintiendo alegría alguna de sabrosa satisfacción, siguen realizando fielmente sus oraciones y sus ejercicios piadosos del mejor modo, y confían en que yo aceptaré todo de buen grado por mi bondad ». Después el Señor añadió estas significativas palabras: « Has de saber, Gertrudis, que la mayor parte de las personas piadosas lo son de forma que, si yo les diera satisfacciones y consuelos espirituales, éstos no les serviría para su salvación y,

Deja actuar libremente a Este Médico Divino

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16 de noviembre Ten por cierto que tu situación actual no es impuesta por Dios como castigo, sino para purificación de tu espíritu, para prepararlo a comunicaciones más elevadas. Créeme cuando te digo que tu situación no es en absoluto deplorable, sino digna de envidia. Deja actuar libremente a este médico divino, y estate segura de que todo servirá para gloria de Dios y para tu santificación. Y en cuanto a los temores de ofender a Dios y de no saber cómo actuar para agradarle, te ruego y te suplico que moderes tus ansiedades. Cree las aseveraciones de la autoridad, que te dice de parte de Dios que, de cualquier modo que actúes, siempre que no descubras con plena claridad que tus actos son contrarios a la ley de Dios y a los mandatos de la autoridad legítima, Jesús está siempre contento de ti, con tal de que esos actos vayan orientados a la gloria de Dios. Con esta segura norma de conducta debes actuar sin discutir, debes seguir actuando sin escuchar las voces de tus te

La fidelidad ha de ser acrisolada como el oro a fuego vivo

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14 de noviembre Lo que debes hacer ahora que Jesús por su bondad quiere poner a prueba tu fidelidad, es mostrarte siempre solícita en la observancia de tus deberes y en no descuidar nada de lo que sueles practicar en tiempos de consuelo y de prosperidad, sin detenerte a pensar en el gusto sensible que no sientes, ya que esto es algo accidental, que con frecuencia además puede ser muy dañino para el alma. Servir a Dios sin probar en la parte sensible algo de consuelo es lo que constituye la devoción sustancial y verdadera. Esto es lo que significa servir a Dios y amarlo por amor a él mismo. Hasta que el alma no llegue a adquirir esta devoción sustancial, su situación es bastante peligrosa y es necesario proceder con gran discreción y clarividencia.   (14 de julio de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 126)

Cristo tu Modelo Perfecto

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13 de noviembre Ten siempre ante los ojos de la mente, como prototipo y modelo, la modestia del divino Maestro; modestia de Jesucristo que el apóstol, en palabras a los Corintios, coloca al mismo nivel que la mansedumbre, que fue una de sus virtudes más queridas y casi su virtud característica: « Yo, Pablo, os exhorto por la mansedumbre y por la modestia de Cristo »; y, a la luz de un modelo tan perfecto, reforma todas tus actuaciones externas, que son el espejo fiel que manifiesta las inclinaciones de tu interior. No olvides nunca, oh Anita, a este divino modelo; imagínate que contemplas cierta amable majestad en su presencia; cierta grata autoridad en su hablar; cierta agradable compostura en su andar, en su mirar, en su hablar, en su dialogar; cierta dulce serenidad en el rostro; imagínate el semblante de aquel rostro tan sereno y tan dulce con el que atraía hacia sí las multitudes, las sacaba de las ciudades y de los poblados, llevándolas a los montes, a los bosques, a lu

Jesús quiere hacernos santos a toda costa

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12 de noviembre Para llegar a alcanzar nuestro fin último es necesario seguir al jefe divino, que no suele conducir al alma elegida por camino distinto al que él recorrió; por el de, lo digo, la abnegación y la cruz: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» . ¿Y no debes llamarte afortunada al verte así tratada por Jesús? Necio quien no sabe penetrar en el secreto de la cruz. Para llegar al puerto de la salvación, nos dice el Espíritu Santo, las almas de los elegidos deben pasar y purificarse en el fuego de las dolorosas humillaciones, como el oro y la plata en el crisol, y de esa forma se ahorran las expiaciones de la otra vida: «En el sufrimiento mantente firme, y en los reveses de tu humillación sé paciente. Porque en el fuego se purifica el oro y la plata; y los hombres aceptos a Dios, en el camino de la humillación» . Jesús quiere hacernos santos a toda costa, pero más que nada quiere santificarte a ti. Él te lo está ma

Viva Dios en lo más alto del Cielo!

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9 de noviembre Es una crisis terrible la que atravieso, e ignoro lo que me está reservado. La crisis que atravieso es más espiritual que corporal, pero no es menos cierto que todo el físico siente y participa de manera extraordinaria de todos los sufrimientos de aquél, y que tanto uno como otro se unen para hacer que me marchite en el dolor. ¡Ay de mí!, ¿quién me salvará de esta cárcel tenebrosa?, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Pero, ¡viva Dios en lo más alto de los cielos! Él es mi fortaleza, él es la salvación de mi alma, él es mi porción de eternidad. En él espero, en él confío y no temeré mal alguno.   (14 de julio de 1915, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 462)

Ofrece a Dios todo cuanto acontece en tu vida

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6 de noviembre Ponte con frecuencia en la presencia de Dios y ofrécele todas tus acciones, no sólo tus sufrimientos. No me opongo a que, en los sufrimientos, te abstengas de lamentarte; pero desearía que lo hicieras con el Señor, con espíritu filial, como lo haría un tierno niño con su madre; y, con tal de que se haga amorosamente, no está mal lamentarse ni pedir ser liberado de los sufrimientos. Hazlo con amor y con resignación en los brazos de la voluntad de Dios. No te inquietes si no consigues hacer los actos de virtud como querrías; porque, como te he dicho, no dejan de ser buenos y gratos a la divina Majestad aunque estén realizados, sin tu culpa, fríamente, pesadamente y casi a la fuerza.   (3 de junio de 1917, a una destinataria desconocida – Ep. III, p. 918)

De todo hemos de dar cuentas a Dios

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5 de noviembre ¡Qué angustioso resulta pensar que uno deba dar cuenta a Dios de los pecados que otros han cometido por culpa de una dirección espiritual no atenta y también del bien que han dejado de practicar por mi ignorancia y - Dios no lo quiera - por mi negligencia!... Es cierto que siempre me he encomendado a Dios en este importantísimo ministerio; pero ¿quién me garantiza que he hecho todo lo que tenía que hacer? Dios mío, ¡ésta, hija mía, es una espina que, aún estando siempre clavada allí, en el fondo del alma, siento que me punza de continuo! ¡Ah!, hija, ruega mucho por el desempeño fructuoso de mi ministerio y, si el buen Dios te lo permite, dime alguna palabra que me lo garantice.   (9 de abril de 1918, a María Gargani – Ep. III, p. 312)

Morir y amar a Dios

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2 de noviembre Subamos, mis queridas hijas, subamos sin cansarnos nunca a la celeste visión del Salvador; alejémonos paso a paso de las ataduras terrenas; despojémonos del hombre viejo y vistámonos del hombre nuevo; y aspiremos a la felicidad, que nos está preparada. Antes de poner fin a esta carta, os ruego que oréis mucho a Jesús por mí, para que me conceda someterme a su voluntad, manifestada por mi superior, y servirle con fidelidad y sinceridad. Yo deseo, y vosotras no lo ignoráis, morir y amar a Dios; o la muerte o el amor; ya que la vida, sin este amor, es peor que la muerte. Hijas mías, ¡ayudadme! Yo muero y agonizo en cada instante. Todo me parece un sueño y no sé dónde me muevo. ¡Dios mío! Cuándo llegará la hora en que yo pueda cantar « Éste, oh Dios, es mi descanso para siempre ».   (31 de octubre de 1916, a Asunción di Tomaso y otras – Ep. III, p. 404)