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Mostrando entradas de enero, 2012

Humíllate profundamente ante Dios, pero sin desanimarte

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31 de enero Te he dicho muchas veces que, en la vida espiritual, es necesario caminar de buena fe, sin prejuicios y sin soberbias. Haz de este modo: aplícate, en la medida en que lo permitan tu capacidad y tu debilidad, a querer hacer siempre el bien. Si lo consigues, alaba y da gracias al Señor por ello; si, a pesar de toda tu atención y buena voluntad, no consigues hacerlo totalmente o en parte, humíllate profundamente ante Dios, pero sin desanimarte; proponte estar más atento en el futuro, pide el auxilio divino, y continúa adelante. Sé bien que tú no quieres hacer el mal intencionadamente. Y los otros males que el Señor permite y que tú cometes sin que lo desees, que te sirvan para humillarte, para mantenerte lejos de la vanagloria. Por tanto, no temas y no te angusties en adelante por las dudas de tu conciencia; porque sabes bien que, después de esforzarte y de hacer cuanto está en tus manos, no hay motivo para temer y angustiarse. (30 de enero de 1919, a Fray Marcel

¿Por qué estás angustiado en tu espíritu?

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30 de enero Hijito mío, ¿por qué estás angustiado en tu espíritu? ¿Por qué te ves lleno de miserias y debilidades? Pues bien, he ahí otro motivo para conseguir un beneficio para tu alma. He ahí otra fuente de mérito para ti. Humíllate delante del buen Dios; pídele continuamente la gracia de salir de este estado de enfermedad y de debilidades; deséalo ardientemente; y no dejes de hacer lo que sabes que puedes hacer para poder curarte. Mientras tanto, si quieres ser perfecto, sé paciente al soportar tus imperfecciones. Éste es un punto importante para el alma que ha profesado buscar la perfección. « En vuestra paciencia - dice el divino Maestro - poseeréis vuestra alma » . En consecuencia, sé paciente al soportarte a ti mismo y tus propias enfermedades; y, mientras tanto, ingéniate para poner en práctica los medios que tú conoces, y que has aprendido de mí y de los demás. Tus miserias y debilidades no te deben espantar, porque Jesús las ha visto en ti bastante peores, y no po

El rey, es decir Dios, se prendará de tu belleza

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27 de enero Si la providencia ha alejado de nosotros el motivo de descuidar el alma para poder preocuparnos de mejorar nuestro cuerpo, ha sido infinita la sabiduría de Dios al haber puesto en nuestras manos todos los medios para poder hermosear nuestra alma, también después de haberla deformado con la culpa. Basta que el alma quiera colaborar con la gracia divina para que su belleza pueda alcanzar tal esplendor, tal belleza, tal hermosura que logre atraer hacia sí, por amor o por asombro, no sólo los ojos de los ángeles sino los del mismo Dios, de acuerdo al testimonio de la misma sagrada escritura: « El rey , es decir Dios, se prendará de tu belleza ».   (16 de noviembre de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 226)

abandónate en el corazón divino de Jesús

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26 de enero Mantén el buen ánimo; abandónate en el corazón divino de Jesús; y todas tus preocupaciones déjaselas a él. Colócate siempre en el último lugar del grupo de los que aman al Señor, teniendo a todos por mejores que tú. Sé verdaderamente humilde con los demás, porque Dios resiste a los soberbios y da la gracia a los humildes. Cuanto más crezcan las gracias y los favores de Jesús en tu alma, más debes humillarte, imitando siempre la humildad de nuestra Madre del cielo, la cual, en el instante en que llega a ser Madre de Dios, se declara sierva y esclava del mismísimo Dios. En las cosas prósperas y adversas que te sucedan, humíllate siempre bajo la mano poderosa de Dios, aceptando con humildad y paciencia, no sólo aquellas cosas que son de tu agrado, sino también, y con humildad y paciencia, todas las tribulaciones que él te mande para hacerte cada vez más grata a él y más digna de la patria celestial. Ser tentada es signo evidente de que el alma es muy grata al Señor.

Cristo es mi vida: Conversión de San Pablo

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25 de enero En san Pablo estos dos sentimientos procedían de la caridad perfecta. El de ser disuelto para unirse a Jesucristo en perfecta unión en la gloria, que habría sido mejor para él, o sea que le era más deseable que el continuar viviendo sobre esta tierra; y este deseo era impulsado únicamente por la caridad perfecta que tenía por su Dios. En cambio, el otro sentimiento o deseo le venía también de una caridad perfecta, pero que tenía por objeto inmediato la salvación del prójimo. En otras palabras, este deseo estaba motivado por el objeto principal, Dios, pero se concretaba por reflejo en la salvación de las almas. El primer deseo, es decir, el de ser disuelto de este cuerpo, él lo ve y lo encuentra más útil para sí, y lo desea con todo el ardor con que un alma justa puede desear unirse a su Dios. En cambio, el segundo deseo, es decir, el de dejar o, mejor dicho, el de seguir viviendo en medio de los trabajos y de las fatigas, para procurar la salvación de las almas, él, lle

Para mí la vida es Cristo

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23 de enero ¿Para qué, pues, vivimos nosotros? Después de habernos consagrado a él en el bautismo, somos todos de Jesucristo. Por tanto, el cristiano debería tener como suyo el dicho de este santo Apóstol: «Para mí la vida es Cristo» , yo vivo para Jesucristo, vivo para su gloria, vivo para servirlo, vivo para amarlo. Y cuando Dios nos quiera quitar la vida, el sentimiento, el afecto, que tendríamos que tener debería ser precisamente el de quien, después de la fatiga, va a recibir la recompensa, el de quien, después del combate, va a recibir la corona. ¡Gustemos sí, gustemos, oh, mi querida Raffaelina, saboreemos esta excelsa disposición del alma de tan gran apóstol! Sí, es verdad que todas las almas que aman a Dios están dispuestas a todo por amor al mismo Dios, teniendo el convencimiento pleno de que todo redundará en su propio beneficio. Estemos preparados siempre para reconocer en todos los acontecimientos de la vida el orden sapientísimo de la divina providencia, adorem

Encontré al que ama mi alma... lo abracé y no lo soltaré

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21 de enero Mi alma se va derritiendo de dolor y de amor, de amargura y de dulzura al mismo tiempo. ¿Qué haré para sostener tan inmensa actuación del Altísimo? Lo poseo en mí, y es motivo de tal alegría que me lleva, sin que lo pueda evitar, a decir con la Virgen Santísima: «Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador». Lo poseo en mí, y siento la necesidad imperiosa de decir con la esposa del Cantar de los Cantares: « Encontré al que ama mi alma... lo abracé y no lo soltaré » . Pero es entonces cuando me siento incapaz de sostener el peso de este amor infinito, de mantenerlo entero en la pequeñez de mi existencia; y me invade el terror, porque quizás tenga que dejarlo por la incapacidad de poder contenerlo en el estrecho espacio de mi corazón. Este pensamiento, que, por otro lado, no es infundado (mido mis fuerzas, que son limitadísimas, incapaces e impotentes para tener siempre fuertemente abrazado este divino amor), me tortura, me aflige, y siento que el corazón salta d

Estate atenta para no perder de vista la presencia divina

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13 de enero Estate atenta para no perder de vista la presencia divina a causa de las actividades que realices. No emprendas nunca tarea alguna u otra acción cualquiera, sin haber elevado antes la mente a Dios, dirigiéndole a él, con santa intención, las acciones que vas a realizar. Harás lo mismo con la acción de gracias al término de todas tus actividades, examinándote si todo lo has realizado siguiendo la recta intención deseada al principio; y si te encuentras manchada, pide humildemente perdón al Señor, con la firme resolución de corregir los errores. No debes desanimarte ni entristecerte si tus acciones no te salen con la perfección que buscaba tu intención; ¡qué quieres! Somos frágiles, somos tierra, y no todo terreno produce los mismos frutos según la intención del sembrador. Pero, ante nuestras miserias, humillémonos siempre, reconociendo que no somos nada sin la ayuda divina.   (17 de diciembre de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 273)

Caminen con cautela en la consecución de la salvación eterna

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11 de enero El conocimiento de la indignidad potencial, que consiste en saber qué seríamos o qué podríamos hacer sin la asistencia de la gracia, y del que hemos hablado hasta ahora, no debe confundirse con la indignidad actual. La primera hace a la criatura aceptable y grata a los ojos del Altísimo; la segunda la hace detestable, porque es el reflejo de la iniquidad presente en el alma, en la conciencia. Vosotras, en las tinieblas en que os encontráis la mayor parte de las veces, confundís una con otra; y, del conocimiento de lo que podríais ser, teméis que ya sois aquello que es sólo posible en vosotras. El ignorar si ante Dios sois dignas de amor o de odio, es un sufrimiento y no un castigo, porque nadie teme ser indigno cuando verdaderamente lo quiere ser o lo es. Tal incertidumbre es permitida por Dios para todos los seres humanos, para que no se engrían y para que caminen con cautela en la consecución de la salvación eterna. (7 de diciembre de 1916, a las herm

EL BAUTISMO DEL SEÑOR

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EL BAUTISMO DEL SEÑOR Para concluir el ciclo de la Natividad del Señor, hoy la Iglesia celebra, conmemora el Bautismo de Jesús en el Jordán: En aquel tiempo Juan predicaba diciendo: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.» Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a él. Y se oyó una voz que venía de los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.» (Mc 1,7- 11) Muchas de las veces en nuestra lógica y en nuestra experiencia de fe pareciera que hubiese grandes contradicciones porque en ocasiones no entendemos lo que Dios nos quiere decir cuando nos habla o cuando actúa. Y no entendemos no porque Dios tenga un lenguaje incomprensible o extraterrestre,

Corre, pues, y no te canses

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9 de enero El conocimiento de los designios divinos sobre ti debe servirte, por una parte, para ejercitar tu alma en la gratitud hacia tan buen Padre, prodigando tu alma en continuas acciones de gracias al benefactor celestial, uniendo a este fin tus bendiciones a las de María santísima Inmaculada, de los ángeles y de todos los bienaventurados moradores de la Jerusalén celestial. Por otra parte, debe servirte como de empuje, para no asustarte y no detenerte a mitad de trayecto, por las penas y los dolores que es necesario soportar para llegar a la meta de este largo camino. El Señor me ha permitido manifestarte todas estas cosas, sobre todo para que no estés insegura en tu carrera. Corre, pues, y no te canses; el Señor te guía y dirige tus pasos para que no caigas en este camino. Corre, te digo, porque el camino es largo y el tiempo es bastante breve. Corre, corramos todos, de modo que, al final de nuestro viaje, podamos decir con el santo apóstol: «Porque yo estoy a punto d

Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo

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“Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo” Paz y Bien Querido lector hoy quiero llegar hasta Ti estando ya en la recta final de la Natividad de Dios, la fiesta de la ternura y de la humildad en extremo, pero también la fiesta de la Luz. Hoy y en muchos lugares el próximo domingo celebraremos la fiesta de la Epifanía, de la manifestación de Dios a toda la humanidad, que la celebremos dignamente y demos gracias a Dios por tanto   don recibido La Navidad resplandece de la luz emanada del Niño que acaba de nacer. ¡Él es la Luz! ¡El Sol que nace de lo alto! Por eso en esta noche gloriosa la oscuridad se vuelve como pleno día y se manifiesta al mundo entero a través del resplandor de la “Estrella de Belén” vista desde todos los confines del universo y, que como leemos en el evangelio de san Mateo 2,1-9, guió a los Hombres Sabios, (Reyes Magos) para que buscaran a Jesús que acababa de nacer y le adoraran.   Estos Hombres Sabios preguntaban insistentemente: “¿Dónde

Tengo los ojos siempre fijos en oriente

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6 de enero Tengo los ojos siempre fijos en oriente, en medio de la noche que lo rodea, para distinguir aquella estrella milagrosa que guió a nuestros padres a la gruta de Belén. Pero en vano fijo mis ojos para ver surgir este astro luminoso. Cuanto más busco, menos logro ver; cuanto más me esfuerzo y más ardientemente lo busco, más me veo envuelto en mayores tinieblas. Estoy solo de día, estoy solo de noche, y ningún rayo de luz viene a iluminarme; nunca una gota de refrigerio viene a avivar una llama que me devora continuamente, sin jamás consumirme. Una sola vez he sentido, en la parte más íntima y secreta de mi espíritu, algo muy delicado que no sé como explicarlo. El alma comenzó a sentir su presencia, sin poder verla; y enseguida, lo diré así, él se acercó tan íntimamente a mi alma que ésta advirtió claramente su roce; exactamente - para dar una pálida figura – como suele suceder cuando nuestro cuerpo toca estrechamente otro cuerpo. No sé decir otra cosa sobre esto;

La cuarta máxima es aquella de la eternidad

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5 de enero La cuarta máxima es aquella de la eternidad. Poco debe importar a los hijos de Dios vivir estos brevísimos momentos que pasan, con tal de que vivan en la gloria eternamente con Dios. Hijita, considera que ya vas encaminada hacia la eternidad, que ya has puesto allí un pie. Con tal de que ella sea feliz por tu causa, ¿qué importa que estos momentos transitorios sean de sufrimiento para ti? La quinta máxima que yo te suplico que tengas siempre fija en la mente, es aquella del apóstol S. Pablo: « Mira que yo no me glorío en otra cosa sino en la cruz de mi Jesús ». Ten en tu corazón, hijita, a Jesucristo crucificado, y todas las cruces del mundo te parecerán rosas. Los que han sentido las punzadas de la corona de espinas del Salvador, que es nuestra cabeza, en modo alguno sienten las otras heridas. (15 de noviembre de 1917, a Antonieta Vona – Ep. III, p. 822)

¿por qué has dudado?

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4 de enero La tercera máxima es que debes observar lo que el divino Maestro enseñó a sus discípulos: « ¿Qué os ha faltado? » . Considera atentamente, mi buena hijita, este pasaje. Jesús había mandado a los apóstoles a todo el mundo, sin dinero, sin bastón, sin sandalias, sin alforjas, vestidos sólo con una túnica; y después les dijo: « Cuándo os mandé de este modo, ¿acaso os faltó algo? » Y ellos respondieron que nada les había faltado. Ahora, yo te digo, hijita: cuando estuviste atormentada, aún en el tiempo en que, por desgracia, no sentías mucha confianza en Dios, dime, ¿en algún momento te encontraste oprimida por el sufrimiento? Me responderás que no. ¿Y por qué, pues, - agregaré yo - no tener confianza en superar todas las demás adversidades? Si Dios no te ha abandonado en el pasado, ¿cómo podrá abandonarte en el futuro, cuando ahora, más que en el pasado, quieres ser suya de aquí en adelante? No temas que te pueda ocurrir algo malo de este mundo, porque quizás no

Dios es nuestro padre

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3 de enero La segunda máxima que deseo que lleves siempre gravada en tu espíritu, es que Dios es nuestro padre; ¿y qué tienes que temer cuando se es hija de tal padre, sin cuya providencia no caerá nunca un cabello de tu cabeza? ¿No es en verdad muy extraño que, siendo nosotros hijos de tal padre, tengamos y podamos tener otro pensamiento que no sea el de amarlo y servirlo? Cuida y gobierna tu alma y tu familia como él quiere, y no te preocupes; porque, si haces esto, verás cómo Jesús cuida de ti. « Piensa en mí, que yo pensaré en ti » , dijo Jesús en una ocasión a S. Catalina de Siena; y el Sabio dice: « Padre eterno, vuestra providencia lo gobierna todo » . (15 de noviembre de 1917, a Antonieta Vona – Ep. III, p. 822)

Todo redunda en bien de los que aman a Dios

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2 de enero Para vivir continuamente en una vida devota, no te hace falta más que aceptar en tu espíritu algunas máximas excelentes y generosas. La primera que yo deseo que tengas, es ésta de San Pablo: « Todo redunda en bien de los que aman a Dios ». Y, por cierto, ya que Dios puede y sabe sacar el bien incluso del mal ¿con quién hará esto sino con aquellos que, sin reserva alguna, se entregan a él? Incluso los mismos pecados, de los que Dios, por su bondad, nos tiene alejados, son ordenados por su divina providencia al bien de los que le sirven. Si el santo rey David no hubiera pecado, nunca habría adquirido una humildad tan profunda; ni la Magdalena habría amado tan ardientemente a Jesús, si él no le hubiera perdonado tantos pecados; y Jesús no habría podido perdonárselos, si ella no los hubiera cometido. Considera, mi queridísima hijita, esta gran obra de la misericordia divina: él convierte nuestras miserias en favores y, con el veneno de nuestras iniquidades, realiz