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Mostrando entradas de agosto, 2012

Las tentaciones pretenden separarte de Dios

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31 de agosto Es verdad que las tentaciones a las que me veo sometido son muchísimas; pero confío en la divina providencia que no caeré en los lazos del tentador. Es verdad también que Jesús con mucha frecuencia se esconde, pero ¡qué importa! Yo, ayudado por usted, buscaré seguir siempre cerca de Jesús, pues usted me ha asegurado que no son abandonos sino bromas de amor. ¡Oh!, ¡cómo desearía en esos momentos tener a alguien que me ayudara a moderar las ansias y las llamas que inquietan mi corazón en esos momentos!   (4 de septiembre de 1910, al P. Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 197)

Nada deseo fuera de Amar y Sufrir

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30 de agosto Por voluntad de Dios, sigo todavía sintiéndome siempre mal de salud. Pero lo que más me martiriza son esos dolores fuertes y agudos en el tórax. En algunos momentos me producen molestias tan fuertes que me parece que hasta quieren despedazar la espalda y el pecho. Pero Jesús, de cuando en cuando, no deja de endulzar mis sufrimientos de otro modo: hablándome al corazón. ¡Oh!, sí, padre mío, ¡qué bueno es Jesús conmigo! ¡Oh!, ¡qué momentos tan preciosos son éstos!; es una felicidad que no sé a qué compararla; es una felicidad que el Señor me da a gustar casi solamente en los sufrimientos. En esos momentos, más que en ningún otro, todo en el mundo me aburre y me pesa; nada deseo fuera de amar y sufrir. Sí, padre mío, también en medio de tantos sufrimientos soy feliz, porque me parece sentir que mi corazón palpita con el de Jesús. Imagínese, pues, el inmenso consuelo de un corazón que sabe, casi con certeza, que posee a Jesús.   (4 de septiembre de 1910, al P. Ben

Descansa tranquilo!

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27 de agosto ¡Oh!, hija amadísima de Jesús, si estuviéramos en nuestra mano, caeríamos siempre y nunca estaríamos de pie; por eso, humíllate ante el pensamiento dulcísimo de estar en los brazos divinos de Jesús, que es el mejor de los padres, como un niño pequeño en los brazos maternos, y descansa tranquila, convencida de que eres llevada por donde encontrarás el mejor provecho. ¡¿Qué temor puede haber cuando se tiene la certeza de estar en brazos tan suaves, y cuando todo nuestro ser está consagrado a Dios?!   (29 de marzo de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 60)

Jeús no te dejará ni un solo instante

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24 de agosto Por desgracia, tú tienes todos los motivos para asustarte si quieres afrontar la batalla con tus fuerzas; pero saber que Jesús no te deja ni un solo instante, debe servirte de gran consuelo. El mismo Dios nos hace saber que él está con los afligidos y atribulados: «Con él estoy en la tribulación», que él se abaja hasta para secar las lágrimas de sus ojos. Consuélate, pues, pensando que, después de estas tinieblas tan densas, resplandecerá el sol de un hermoso mediodía: contemplarás con esa luz a nuestro Esposo celestial con una mirada muy simple y pura. No quieras imaginar, mi querida hermana, que tú eres algo así como una abandonada por el Señor y que no existe salvación para ti. Rechaza ese sentimiento, que te viene de nuestro común enemigo.  (23 de enero de 1915, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 304)

¡Qué hermoso convertirse en víctima de amor!

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23 de agosto El viernes pasado me encontraba en la iglesia en la acción de gracias después de la misa, cuando de repente me sentí herir el corazón por un dardo de fuego tan vivo y ardiente que creí morir. Me faltan las palabras adecuadas para hacerle comprender la intensidad de aquella llama; soy absolutamente incapaz de poderme expresar. ¿Lo cree? El alma, víctima de estos consuelos, se vuelve muda. Me parecía que una fuerza invisible me sumergía totalmente en el fuego. Dios mío, ¡qué fuego! ¡Qué dulzura! De estos transportes de amor he sentido muchos, y por diverso tiempo he quedado fuera de este mundo. Las otras veces había fuego, pero era menos intenso; esta vez, en cambio, un instante, un segundo más, y mi alma se habría separado del cuerpo… se habría marchado con Jesús. ¡Oh, qué hermoso es convertirse en víctima de amor!    (26 de agosto de 1912, al P. Agustín de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 299)

Vive con humildad!

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22 de agosto Vive con humildad, con dulzura, y enamorada de nuestro Esposo celestial; y no te inquietes por no poder recordar todas tus pequeñas faltas para poderlas confesar. No, hija, no es oportuno afligirse por esto, porque, así como caes con frecuencia sin darte cuenta, del mismo modo, sin que te des cuenta, te levantas. Recuerda que en el pasaje, sobre el que tantas veces hemos hablado, no se dice que el justo ve o se da cuenta de que cae siete veces al día, sino que cae siete veces al día; y, así como se cae siete veces, uno se levanta sin dedicarse a ello. No dejes, pues, que esto te inquiete; manifiesta con franqueza y humildad lo que recuerdes; y confíalo a la dulce misericordia de Dios, que pone su mano bajo aquéllos que caen sin malicia, para que no se hagan mal ni resulten heridos; y los levanta y anima tan rápidamente que no se dan cuenta de que han caído, porque la mano divina los ha recogido al caer; ni tampoco de que se han levantado, porque han sido alzados

El corazón ha de estar siempre orientado hacia Dios

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21 de agosto Hace unos pocos días yo pensaba en lo que algunos dicen de las gaviotas, pequeñas aves, que hacen sus nidos en la playa del mar. Construyen sus nidos de forma redonda y se comprende que el agua del mar no puede entrar en ellos. En la parte superior del nido hay una abertura, por la que pueden recibir el aire. Ahí las gaviotas alojan a sus crías, que pueden nadar con seguridad y flotar sobre las olas sin llenarse de agua ni sumergirse. El aire que se respira por la abertura sirve de contrapeso y de balanza, de tal forma que los pequeños remolinos nunca terminan por volcar el nido. Mis queridísimos hijos, ¡cómo deseo que vuestros corazones sean de tal forma que, por los lados, estén bien cerrados, para que, si los golpes y las tempestades del mundo, de la carne y del demonio os sorprenden, no logren penetrar dentro; y que no haya otra abertura que la de la parte del cielo, para aspirar y respirar a nuestro Señor Jesús. Y este nido, hijos, ¿para quién estaría he

Sean siempre sinceros con el que tiene que cuidar sus enfermedades espirituales

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20 de agosto Os exhorto, mis queridísimos hijos, a cuidar con todo empeño vuestros corazones. Procurad mantener la paz, controlando vuestro temperamento. Yo no digo, escuchad bien, mantener la paz, sino que os digo que procuréis mantenerla: que éste sea vuestro deseo importante; y guardaos bien de que sea motivo de inquietud el no poder controlar la variedad de los sentimientos y de vuestro temperamento. Aprended bien qué significa el claustro, para que no os llevéis a engaño. Es la academia de la necesaria corrección, en la que el alma debe aprender a dejarse trabajar, cepillar y pulir, para que, estando bien pulida y enderezada, pueda unirse y acoplarse a la voluntad de Dios. La contraseña evidente de la perfección es querer ser corregidos, porque éste es el fruto principal de la humildad, que nos lleva a reconocer que necesitamos la corrección. El claustro es un hospital de enfermos espirituales, que quieren ser curados; y, para conseguirlo, se someten a la sangría, al bistur

Él está dentro y fuera!

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17 de agosto ¿Es que es dulce la amargura del amor y suave su peso, pues vas diciendo que, al sentir esa inmensa pasión, no tienes modo de soportarla? Es pequeño tu corazón, pero es capaz de dilatarse; y, cuando ya no pueda contener la grandeza del Amado y resistir su inmensa violencia, no temas; porque él está dentro y fuera; y, al derramarse en el interior, sostendrá las paredes. Como concha abierta en el océano, tú beberás hasta saciarte y estarás rodeada de una abundancia muy superior a tu capacidad. Dentro de poco ya no serás inexperta en los nuevos arrebatos del Amor, y sus asaltos ya no te resultarán insostenibles. Adiestrada ante sus conocidos dardos, lo llamarás a combate y lucharás, como Jacob con el ángel, sin ser nunca derribada.   (29 de julio 1920, a Jerónima Longo – Ep. III, p. l031)

"Soy un misterio para mí mismo"

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16 de agosto ¿Qué puedo decirle acerca de mí? Soy un misterio para mí mismo; y, si resisto, es porque el buen Dios ha reservado la última y más segura palabra a la autoridad de esta tierra, de forma que no hay norma más segura que la voluntad y el deseo del superior. A esta autoridad me abandono como niño en los brazos de la madre; y espero y confío en Dios que no me equivocaré, aunque mi sentimiento me lleva a creer todo lo contrario. Padre mío, ¿cuándo brillará el sol en el firmamento de mi alma? ¡Ay de mí!, me veo perdido en la alta y profunda noche que atravieso. Prefiero no hablarle de esto, pues es para mí algo sin importancia; y lo único que ansío es que venga Dios a darme el último golpe.   (15 de agosto de 1916, al P. Agustín de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 798)

La Virgen te conforte y te libre de todo mal

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15 de agosto ¡La Virgen santísima, de la que hoy la Iglesia entera celebra su asunción al cielo, le conforte como siempre y le libre de todo peligro! ¿Quién podrá agradecerle como se merece las continuas informaciones, siempre óptimas, que hasta ahora me ha ido regalando? Me faltan las palabras adecuadas para hacerlo, pero el corazón lo suple todo. Yo y las almas elegidas le acompañamos en todas partes con la oración fervorosa y continua a Jesús. Todos nosotros compartimos su situación amarguísima; todos nosotros vivimos de su misma vida; y todos esperamos con gemidos el felicísimo momento en que el dulcísimo Señor nos permita abrazarlo de nuevo. ¡Valor!, padre; ese día no tardará en llegar, y será cuando menos lo pensemos. Ese hermoso día está ya cerca; y felices las almas que podrán gritar con gozo « Es el Señor quien lo ha hecho ». Todos nosotros nos uniremos a ellas para cantar este cántico eterno de alabanza a Dios, porque ese día aparecerá « milagroso a nuestros

No temas si te sientes insensible en la meditación

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14 de agosto No temas si te sientes insensible en la meditación, en las oraciones, en todas las otras prácticas de piedad; si sientes que todavía estás atada a las criaturas; si experimentas todavía la lucha entre el hombre viejo y el hombre nuevo; si te ves rodeada de debilidades; porque, teniendo todo esto contra tu voluntad, no sólo no hay culpa en ello, sino que es para ti fuente de merecimientos. Éstas son las pruebas del alma a la que Dios ama con predilección y a la que quiere probar cuando la ve con las fuerzas necesarias para mantener el combate y tejerse con sus propias manos la corona de la gloria.   (Enero de 1919, a las hermanas Campanile – Ep. III, p. 989)

Dios permanece para el alma

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13 de agosto En otra ocasión, a la sierva del Señor [santa Clara] le llegó a faltar el aceite, de tal forma que no podía ni preparar la comida para las hermanas enfermas. Entonces S. Clara, maestra de humildad, tomó ella misma el recipiente, lo lavó con sus manos, y lo colocó en el hueco del muro preparado para este fin, para que el hermano limosnero lo pudiera tomar. Después, lo llamó para que fuera en busca del aceite. El hermano Bentivenga se apresuró a remediar la necesidad de las hermanas pobres. Pero antes de que él llegara, el recipiente se encontró lleno de aceite, por la misericordia divina, que ya tenía la súplica de S. Clara, obediente al mandato del santo Padre [san Francisco] de preocuparse de sus pobres hijas. Y pensando el buen hermano que le habían llamado en balde, se lamentó: quizás estas hermanas me han llamado para burlarse de mí, porque la vasija está llena. Se buscó en los alrededores al que podría haber traído el aceite, pero no se encontró a nadie. De es

Vive tranquilo y que tus sufrimientos los vivas en paz.

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10 de agosto Ahora comprenderás, mi buena hija, por qué el alma que ha elegido el amor divino no se puede quedar egoístamente en el Corazón de Jesús, sino que se siente abrasada también por la caridad hacia los hermanos, que con frecuencia hace que el alma se derrita de amor. Pero ¿cómo puede suceder todo esto? Hija, no es difícil entenderlo, ya que el alma, al no vivir ya de su propia vida y vivir de Jesús, que vive en ella, debe sentir, querer y vivir de los mismos sentimientos, deseos y vida que él vive en ella. Y tú sabes, mi queridísima hija, sabes, digo, aunque lo has aprendido tarde, de qué sentimientos y de qué deseos, hacia Dios y hacia la humanidad, estaba y está animado el Corazón de este divino Maestro. Que se derrita también tu alma de amor a Dios y a los hermanos que nada quieren saber de él, porque aquí está el sumo gozo de Dios. Vive tranquila y que tu sufrimiento lo vivas en paz.   (31 de mayo de 1918, a las hermanas Campanile – Ep. III, p. 961)

Dios te conceda crecer!

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8 de agosto En Roma vi un árbol que se dice fue plantado por el patriarca santo Domingo; muchos van a verlo por devoción y lo acarician por amor a quien lo plantó. Del mismo modo, yo habiendo visto en vosotros el árbol del deseo de la santidad, que el mismo Dios ha plantado en vuestras almas, lo amo tiernamente. Al pensar en él, me alegro más ahora que cuando estabais aquí. Por eso, os exhorto a hacer lo mismo y a decir conmigo: Dios te conceda crecer, hermoso árbol plantado, semilla divina; quiera Dios hacerte producir tu fruto en abundancia. Cuando lo hayas producido, agrade a Dios preservarlo del viento molesto, que tira todos los frutos a tierra, donde las bestias indiscretas los van a devorar. Mis queridísimos hijos, este deseo debe ser en vosotros como los naranjos del litoral de Génova que, por lo que cuentan los que los han visto, están casi todo el año llenos a la vez de frutos, de flores y de hojas. Porque vuestros deseos deben fructificar siempre, en todas las ocas

¿Quién me librará de mí mismo?

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7 de agosto ¡Mi alma está totalmente volcada en el cuadro evidente de mi miseria! ¡Dios mío!, que yo soporte tan triste espectáculo; que se retire de mí tu rayo de luz refleja, porque no resisto contraste tan evidente. Padre mío, yo veo toda mi maldad y mi ingratitud en todo su esplendor; veo agazapado a mi hombre viejo, herido en sí mismo, que parece querer devolver a Dios su ausencia, negándole todos sus derechos, cuando el dárselos es su obligación primera. ¡Qué fuerza se necesita para sacarlo de ahí! ¡Dios mío, ven pronto en mi ayuda, pues tengo miedo de mí mismo, pérfida e ingrata criatura para con su creador, que la protege de sus poderosos enemigos! No supe aprovecharme de tus espléndidos favores; y ahora me veo condenado a vivir en mi impotencia, encorvado sobre mí mismo, extraviado, mientras tu mano me va aplastando cada vez con más fuerza. ¡Ay de mí! ¿Quién me librará de mí mismo? ¿Quién me sacará de este cuerpo de muerte? ¿Quién me tenderá una mano para que no me ve

¿Dónde estás?

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6 de agosto ¡Bien de mi alma!, ¿dónde estás? ¿A dónde has ido a esconderte? ¿Dónde encontrarte de nuevo? ¿Dónde buscarte? ¿No ves, Jesús, que mi alma, sea como sea, te quiere sentir? Te busca por todas partes, pero no te dejas encontrar más que en la intensidad de tu furor, llenándola de grandísima turbación y amargura al darle a comprender qué es lo que ella te da y qué es lo que a ti te corresponde. ¡¿Quién puede expresar la gravedad de mi situación?! Lo que comprendo en el reflejo de tu luz, no logro decirlo con palabras humanas; y, cuando intento querer decir alguna cosa tartamudeando, el alma se da cuenta de que se ha equivocado y de que lo dicho no corresponde para nada a la verdad de los hechos. ¡Bien mío!, ¿me has privado de ti para siempre? Tengo ganas de gritar y de lamentarme con toda mi voz, pero estoy muy débil y las fuerzas no me acompañan. Y, mientras tanto, ¿qué podré hacer que no sea elevar a tu trono este lamento: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandon

Tranfigurate!

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Transfiguración: Trae a tu mente y reflexiona y contempla la escena de la Transfiguración. Mira a Cristo en toda la majestad de su gloria y de su divinidad, transfigurado en el monte tabor; pídele humildemente que te conceda la gracia suprema de verlo y gozarlo así en el Cielo, pero sintiendo en tu alma la consolación de la vida eterna en estos momentos. El que quiera venir detrás de mí que cargue con su cruz y me siga Cristo se transfiguró ante sus discípulos para darles testimonio de la gloria que tenía dentro de sí y que le pertenecía desde antes de la creación del mundo, pero también para dejarles entrever realmente cuál era la realidad de su personalidad, la divinidad. Su divinidad es la que lo autentifica como el Hijo de Dios, el predilecto, el amado. El motivo de su transfiguración también fue el hacer entender a los discípulos que si permanecían fieles a Jesucristo y a su pasión, serían llenados de la misma gloria y de la misma divinidad que la del Maestro. Era d

No cesaré de gritar pidiendo ayuda

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4 de agosto No cesaré de gritar pidiendo ayuda; pero, oh Dios, ¿esa mano paterna no ha sido inútil una vez más para este ciego de sempiterna muerte y ceguera? Guarde la ayuda, estoy por decirle, para quien sabe aprovecharla; siento muy fuerte el peso de la responsabilidad ante el valor de la misma. ¿Y la ayuda no es quizás inútil porque mi caso es realmente desesperado? Me confunde demasiado constatar que hay cada vez más contradicción entre la luz hostil que proyecta mi espíritu y aquella suave que me ofrece usted, mi guía. Yo constato en mí esta verdad: que casi ya no tengo fuerza para mantener la lucha; me muero de hambre ante una mesa ricamente abastecida; me abraso de sed bajo la fuente de la que fluye el agua pura… ¿qué más? La luz me ciega antes de aclararme. ¿Cómo es posible? Estoy cansado de cansar al guía; y las ayudas y la sola obediencia me sirven de apoyo para no abandonarme a un abandono completo. En virtud de esta obediencia me decido a manifestarle lo que me a

Él fue y es todo para mí

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3 de agosto Desespero de todo, pero no de aquél que es vida, verdad y camino; y a él le pido todo y en él me abandono, porque él fue y es todo para mí. ¡Ay de mí!, ¡Bien mío!; yo sería todo tuyo para siempre si hubiera sabido doblegarme a tus atrayentes halagos; pero conviene que al fin me doblegue a lo que no querría doblegarme; conviene que me doblegue ante esta triste pero siempre verdadera verdad, que es la única y sola que se me ofrece: que tú quizás me debes faltar para siempre. Padre mío, no me grite, estoy fuera de mí y me dejo llevar por lo que veo y siento. Los intentos vanos por aferrarme a lo que me dice mi guía y a la obediencia, me llevan a una situación de verdadero temor y desánimo; aunque yo los rechazo de mí y los sofoco en su primer asalto.   (21 de agosto de 1918, al P. Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 1061)

Me siento crucificado de amor!

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2 de agosto Hay momentos en los que me parece morir; y en verdad es un milagro de la misericordia divina el que yo continúe viviendo. Muero en cada instante: me siento crucificado de amor. Debería, a pesar mío, resultarme delicioso, pero ¿qué quieres?; mi espíritu todavía está ávido de alimentos más ordinarios. Paso, sobre todo las noches, en brazos de una extrema angustia al ver la prueba que me pone en peligro de perderlo absolutamente todo. Este período agudísimo de mortificación y de prueba, añadidas éstas a las ya habituales, créeme, Raffaelina mía, con frecuencia me oprime y me siento como aplastado bajo pero tan enorme. A veces creo que es un castigo divino por mis innumerables infidelidades a la divina bondad de su divina Majestad, por lo que me parecen inútiles todas las oraciones. Por desgracia, yo merecería ser castigado, pero ¿es posible que la piedad del Padre del cielo deba ser vencida por mi maldad? No, eso no sucederá nunca. ¡Viva Jesús! Él está con nosotros y

Confía en Dios y no temas!

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1 de agosto Hijas, vivid tranquilas; seguid el camino en el que Dios os ha puesto; y procurad con toda diligencia tener santamente satisfecho y contento a Jesús, que sufre por nuestro amor el abandono de su Padre, y por el cual él, es decir el Padre del cielo, ha querido que seáis acompañadas. Y, a modo de la abeja que elabora cuidadosamente la miel de la santa devoción, fabricad la cera de los trabajos domésticos; porque si uno de los componentes aporta dulzura al gusto de Cristo, que mientras vivió en el mundo se alimentó, come dice la escritura, de manteca y miel, el otro redunda en su mayor gloria, porque sirve para hacer las velas encendidas de la edificación del prójimo. Dios, que con especial cuidado os ha tomado de la mano, os guíe al puerto de la salvación eterna; confiemos en él y no temamos.   (2 de enero de 1918, a Antonieta Vona – Ep. III, p. 832)