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Mostrando entradas de enero, 2015

Confía plenamente en Dios

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27 de enero Si la providencia ha alejado de nosotros el motivo de descuidar el alma para poder preocuparnos de mejorar nuestro cuerpo, ha sido infinita la sabiduría de Dios al haber puesto en nuestras manos todos los medios para poder hermosear nuestra alma, también después de haberla deformado con la culpa. Basta que el alma quiera colaborar con la gracia divina para que su belleza pueda alcanzar tal esplendor, tal belleza, tal hermosura que logre atraer hacia sí, por amor o por asombro, no sólo los ojos de los ángeles sino los del mismo Dios, de acuerdo al testimonio de la misma sagrada escritura: « El rey , es decir Dios, se prendará de tu belleza ».   (16 de noviembre de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 226)   La gracia es un don que Dios nuestro Padre nos ha concedido por su pura misericordia y el amor siempre fiel que nos tiene. Por eso hemos de estar siempre abiertos a las inspiraciones del Espíritu Santo para que Dios vaya actuando siempre y cada

"Abandónate en el corazón divino de Jesús"

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26 de enero Mantén el buen ánimo; abandónate en el corazón divino de Jesús; y todas tus preocupaciones déjaselas a él. Colócate siempre en el último lugar del grupo de los que aman al Señor, teniendo a todos por mejores que tú. Sé verdaderamente humilde con los demás, porque Dios resiste a los soberbios y da la gracia a los humildes. Cuanto más crezcan las gracias y los favores de Jesús en tu alma, más debes humillarte, imitando siempre la humildad de nuestra Madre del cielo, la cual, en el instante en que llega a ser Madre de Dios, se declara sierva y esclava del mismísimo Dios. En las cosas prósperas y adversas que te sucedan, humíllate siempre bajo la mano poderosa de Dios, aceptando con humildad y paciencia, no sólo aquellas cosas que son de tu agrado, sino también, y con humildad y paciencia, todas las tribulaciones que él te mande para hacerte cada vez más grata a él y más digna de la patria celestial. Ser tentada es signo evidente de que el alma es muy grata al Señor

El Amor se ha dejado hallar!

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22 de enero Padre mío, no puedo sobreponerme a este dolor; en el esfuerzo que me supone, me siento aniquilado, me siento desfallecer; y no sabría decirle si vivo o no en esos momentos. Estoy fuera de mí. Dolor y dulzura se contraponen en mí y reducen mi alma a un dulce y amargo desvanecimiento. Los abrazos del bienamado, que en este momento se suceden con gran profusión y, diría, que sin pausa y sin medida, no son capaces de extinguir en ella el agudo martirio de sentirse incapaz de llevar el peso de un amor infinito. (12 de enero de 1919, al P. Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 1111) El amor se ha dejado hallar y ha despertado en mí un volcán de dolor y de amor que me es imposible describir el agudo martirio que mi alma está viviendo. Ya no sé si vivo o muero, sólo sé que las efusiones del Espíritu de Dios, el amor que propina y los abrazos en que me envuelve hacen que esté fuera de mí. Aunque en este estar fuera de mí me retorna cada vez más y con

Ven en pos de Mi!

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21 de enero Mi alma se va derritiendo de dolor y de amor, de amargura y   de dulzura al mismo tiempo. ¿Qué haré para sostener tan   inmensa actuación del Altísimo? Lo poseo en mí, y es motivo   de tal alegría que me lleva, sin que lo pueda evitar, a decir   con la Virgen Santísima: «Se alegra mi espíritu en Dios mi   Salvador». Lo poseo en mí, y siento la necesidad imperiosa de decir con   la esposa del Cantar de los Cantares: « Encontré al que ama   mi alma... lo abracé y no lo soltaré » . Pero es entonces   cuando me siento incapaz de sostener el peso de este amor   infinito, de mantenerlo entero en la pequeñez de mi   existencia; y me invade el terror, porque quizás tenga que   dejarlo por la incapacidad de poder contenerlo en el estrecho   espacio de mi corazón. Este pensamiento, que, por otro lado, no es infundado (mido mis fuerzas, que son limitadísimas, incapaces e impotentes para tener siempre fuertemente abr

El infinito Amor!

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  20 de enero Me veo casi en la absoluta imposibilidad de poder expresar la obra del amado. El infinito amor, con la inmensidad de su fuerza, ha conquistado al fin la dureza de mi alma; y me veo anulado y reducido a la impotencia. Él se va derramando totalmente en el pequeño vaso de esta criatura, que sufre un martirio indecible y que se ve incapaz de llevar el peso de este inmenso amor. ¡Oh! ¿Quién vendrá a sostenerme? ¿Qué haré para llevar al infinito en mi pequeño corazón? ¿Qué haré para guardarlo siempre en la estrecha celda de mi alma? (12 de enero de 1919, al P. Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 1111)   Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo. ¿Qué misterio es este? Yo sumergido en el Océano de tu divinidad, en el mar de tu misericordia y en la infinitud de tu amor. Es imposible l poder decir con palabras lo que Dios va generando en el alma que se confía a tu cuidado. Lo primero que nos haces sentir es que no estamos solos y por eso

Dejate guiar por Dios!

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  13 de enero Estate atenta para no perder de vista la presencia divina a causa de las actividades que realices. No emprendas nunca tarea alguna u otra acción cualquiera, sin haber elevado antes la mente a Dios, dirigiéndole a él, con santa intención, las acciones que vas a realizar. Harás lo mismo con la acción de gracias al término de todas tus actividades, examinándote si todo lo has realizado siguiendo la recta intención deseada al principio; y si te encuentras manchada, pide humildemente perdón al Señor, con la firme resolución de corregir los errores. No debes desanimarte ni entristecerte si tus acciones no te salen con la perfección que buscaba tu intención; ¡qué quieres! Somos frágiles, somos tierra, y no todo terreno produce los mismos frutos según la intención del sembrador. Pero, ante nuestras miserias, humillémonos siempre, reconociendo que no somos nada sin la ayuda divina.   (17 de diciembre de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 273)  

"Luz para alumbrar a las naciones"

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6 de enero Tengo los ojos siempre fijos en oriente, en medio de la noche que lo rodea, para distinguir aquella estrella milagrosa que guio a nuestros padres a la gruta de Belén. Pero en vano fijo mis ojos para ver surgir este astro luminoso. Cuanto más busco, menos logro ver; cuanto más me esfuerzo y más ardientemente lo busco, más me veo envuelto en mayores tinieblas. Estoy solo de día, estoy solo de noche, y ningún rayo de luz viene a iluminarme; nunca una gota de refrigerio viene a avivar una llama que me devora continuamente, sin jamás consumirme. Una sola vez he sentido, en la parte más íntima y secreta de mi espíritu, algo muy delicado que no sé cómo explicarlo. El alma comenzó a sentir su presencia, sin poder verla; y enseguida, lo diré así, él se acercó tan íntimamente a mi alma que ésta advirtió claramente su roce; exactamente - para dar una pálida figura – como suele suceder cuando nuestro cuerpo toca estrechamente otro cuerpo. No sé decir otra cosa sobre

Somos parte del Ser de Dios!

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  5 de enero La cuarta máxima es aquella de la eternidad. Poco debe importar a los hijos de Dios vivir estos brevísimos momentos que pasan, con tal de que vivan en la gloria eternamente con Dios. Hijita, considera que ya vas encaminada hacia la eternidad, que ya has puesto allí un pie. Con tal de que ella sea feliz por tu causa, ¿qué importa que estos momentos transitorios sean de sufrimiento para ti? La quinta máxima que yo te suplico que tengas siempre fija en la mente, es aquella del apóstol S. Pablo: « Mira que yo no me glorío en otra cosa sino en la cruz de mi Jesús ». Ten en tu corazón, hijita, a Jesucristo crucificado, y todas las cruces del mundo te parecerán rosas. Los que han sentido las punzadas de la corona de espinas del Salvador, que es nuestra cabeza, en modo alguno sienten las otras heridas. (15 de noviembre de 1917, a Antonieta Vona – Ep. III, p. 822)   Dios nuestro Padre nos ha concedido la gracia de poder ser parte de su Ser.

No temas, Dios está Contigo!

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  4 de enero La tercera máxima es que debes observar lo que el divino Maestro enseñó a sus discípulos: « ¿Qué os ha faltado? » . Considera atentamente, mi buena hijita, este pasaje. Jesús había mandado a los apóstoles a todo el mundo, sin dinero, sin bastón, sin sandalias, sin alforjas, vestidos sólo con una túnica; y después les dijo: « Cuándo os mandé de este modo, ¿acaso os faltó algo? » Y ellos respondieron que nada les había faltado. Ahora, yo te digo, hijita: cuando estuviste atormentada, aún en el tiempo en que, por desgracia, no sentías mucha confianza en Dios, dime, ¿en algún momento te encontraste oprimida por el sufrimiento? Me responderás que no. ¿Y por qué, pues, - agregaré yo - no tener confianza en superar todas las demás adversidades? Si Dios no te ha abandonado en el pasado, ¿cómo podrá abandonarte en el futuro, cuando ahora, más que en el pasado, quieres ser suya de aquí en adelante? No temas que te pueda ocurrir algo malo de este mundo, porque

Dios te ama y cuida de Ti!

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3 de enero La segunda máxima que deseo que lleves siempre gravada en tu espíritu, es que Dios es nuestro padre; ¿y qué tienes que temer cuando se es hija de tal padre, sin cuya providencia no caerá nunca un cabello de tu cabeza? ¿No es en verdad muy extraño que, siendo nosotros hijos de tal padre, tengamos y podamos tener otro pensamiento que no sea el de amarlo y servirlo? Cuida y gobierna tu alma y tu familia como él quiere, y no te preocupes; porque, si haces esto, verás cómo Jesús cuida de ti. « Piensa en mí, que yo pensaré en ti » , dijo Jesús en una ocasión a S. Catalina de Siena; y el Sabio dice: « Padre eterno, vuestra providencia lo gobierna todo » .   (15 de noviembre de 1917, a Antonieta Vona – Ep. III, p. 822)   La persona que reconoce a Dios como su Padre y su Creador, siempre y en todo momento será una persona que camine amablemente bajo la mirada de Dios. Será una persona siempre segura de sí misma porque su seguridad y su confianza no depende

Permanece fiel hasta el último instante de tu vida!

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    2 de enero Para vivir continuamente en una vida devota, no te hace falta más que aceptar en tu espíritu algunas máximas excelentes y generosas. La primera que yo deseo que tengas, es ésta de San Pablo: « Todo redunda en bien de los que aman a Dios ». Y, por cierto, ya que Dios puede y sabe sacar el bien incluso del mal ¿con quién hará esto sino con aquellos que, sin reserva alguna, se entregan a él? Incluso los mismos pecados, de los que Dios, por su bondad, nos tiene alejados, son ordenados por su divina providencia al bien de los que le sirven. Si el santo rey David no hubiera pecado, nunca habría adquirido una humildad tan profunda; ni la Magdalena habría amado tan ardientemente a Jesús, si él no le hubiera perdonado tantos pecados; y Jesús no habría podido perdonárselos, si ella no los hubiera cometido. Considera, mi queridísima hijita, esta gran obra de la misericordia divina: él convierte nuestras miserias en favores y, con el veneno de nuestras in