Esta fuerza amorosa Tú la sentiste
28 de julio Si la gracia de Dios no te hubiera iluminado y atraído hacia él, tú habrías sido como el necio que, después de toda una noche caminando por la orilla del río sin advertirlo, a causa de las densas tinieblas que lo rodeaban, al despuntar la luz que le advierte del peligro en que se ha encontrado, despreciando la luz, continúa el camino desafiando el peligro. ¡Desgraciado!, en cualquier momento la orilla se termina bajo sus pies, cae y se ahoga. También tú recorriste durante una buena parte de la noche la senda del precipicio; pero la gracia de Jesús fue tan poseedora que no se limitó a iluminarte y advertirte del peligro real que hasta ese momento habías corrido, sino que quiso hacer algo más contigo: atraerte hacia él, sin privarte de tu libre albedrío, con la fuerza del amor. Esta fuerza amorosa tú la sentiste y no pudiste hacer otra cosa que darte por vencida. Ahora bien, Jesús podía haberse comportado contigo como la luz se comportó con aquel infeliz: pero no,