¡No te desanimes nunca!



13 de julio

Por grande que sea la prueba a la que te someta el Señor, por insostenible que sea la desolación del espíritu en ciertos momentos de la vida, no te desanimes nunca. Recurre con mayor abandono filial a Jesús, que no podrá quedarse sin concederte una gota de refrigerio y de consuelo. Recurre a él siempre, incluso cuando el demonio, para amargarte los días de tu vida, te recuerde tus pecados. Eleva tu voz a él con fuerza, la voz de la humildad del espíritu, de la contrición del corazón y de la plegaria de los labios.

Ante estas demostraciones, Raffaelina, es imposible que Dios no te mire con agrado, que no ceda, que no se rinda. El poder de Dios, es verdad, triunfa de todo; pero la oración humilde que brota del sufrimiento vence al mismo Dios; detiene su brazo, apaga su furia, lo desarma, lo vence, lo aplaca y lo vuelve, por así decirlo, en dependiente y amigo.

¡Oh!, si todos los hombres llegaran a experimentar en sí mismos, como lo hicieron el publicano del templo, Zaqueo, la Magdalena, san Pedro y tantos ilustres penitentes y piadosos cristianos, este gran secreto de la vida cristiana, enseñada por Jesús con hechos y palabras, ¡qué abundante fruto de santidad experimentarían en ellos! Conocerían enseguida este secreto; por este medio llegarían pronto a vencer la justicia de Dios, a aplacarla por muy airada que estuviera contra ellos, a cambiarla en amorosa piedad, a obtener todo lo que necesitaran: el perdón de los pecados, la gracia, la santidad, la salvación eterna y la fuerza para combatir y vencerse a sí mismos y a todos sus enemigos.

 (7 de septiembre de 1915, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 482)

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