No te asuste la cruz!
No te asuste
la cruz. La prueba más cierta de amor consiste en sufrir por el amado, y, si
Dios por tanto amor tanto dolor sufrió, el dolor que se sufre por él resulta
tan amable como el amor. En las aflicciones que el Señor te regala, sé paciente
y confórmate al Corazón divino con alegría, sabiendo que todo es una broma
continua del Amante.
Las
tribulaciones, las cruces, han sido siempre la herencia y la porción de las
almas elegidas. Cuanto más quiere Jesús elevar un alma a la perfección, tanto
más le aumenta la cruz de la tribulación. Alégrate, te digo, al verte tan
privilegiada sin ningún merecimiento por tu parte. Cuanto más atribulada estés,
tanto más debes alegrarte porque el alma en el fuego de las tribulaciones se
convertirá en oro fino, digno de ser colocado para brillar en el palacio del
cielo.
(14 de julio de 1914, a Raffaelina Cerase –
Ep. II, p. 126)
En la actualidad por nuestro ser de personas esencialmente racionalistas
y muchas veces duras de corazón para la fe, es decir para creer en Dios,
también nos cuesta mucho entender el sentido del sufrimiento, pensamos que es
un castigo, que es una falta de respeto a nuestra dignidad de personas o a
nuestra libertad, sin embargo, nunca pensamos que es la caricia de la Mano de
Dios que tanto nos ama. No pensamos en que por medio de nuestro dolor y
sufrimiento bien vividos podemos en primer lugar ser como Cristo Jesús, nuestro
Dios y Salvador que sufrió hasta la muerte y una muerte de cruz. En segundo lugar no pensamos en que si unimos
nuestro dolor y nuestro sufrimiento al dolor y al sufrimiento de Cristo Jesús,
nuestro dolor y sufrimiento es redentor, salva almas desde Jesucristo. Esto nos
embellece, nos hace humildes y nos acerca a Dios. Que el corazón amoroso de
Jesús abrasado en el fuego del divino amor nos conceda la gracia de encender la
llama de la expiación y de la entrega generosa por el bien de nuestros
hermanos, principalmente por los más alejados de Dios. Que la alegría que nos
cause el estar cerca del corazón de Jesús y participando de sus dolores sea
como el alimento diario que nos sostenga y nos conduzca por caminos de justicia
y santidad.
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