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Mostrando entradas de noviembre, 2015

La impronta del Evangelio

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    2. LA IMPRONTA DEL ANUNCIO DEL EVANGELIO   Queridos hermanos y hermanas estamos celebrando hoy la fiesta del Apóstol San Andrés. Un hombre que se sintió fuertemente atraído por la personalidad, el comportamiento y el mensaje evangélico de Cristo Jesús. Andrés al descubrir esta atracción tan fuerte en él, en respuesta se lanza por los caminos del seguimiento radical de cristo Jesús, aprendiendo a los pies del Maestro cómo se es verdaderamente discípulo. ¡Cuántos momentos tuvo que vivir Andrés a los pies de Cristo Jesús para aprender en qué consiste ser mensajero del Evangelio! Seguramente que muchos, profundos, fuertes para irse forjando en la fe y en la experiencia profunda de ir muriendo a sí mismo poco a poco para ir descubriendo paulatinamente el parangón del Reino de Dios que había llegado con Jesús de Nazaret. Al final esta atracción, este convertirse en discípulos lo empuja también a la misión, al compromiso, a la aventura de ir y predicar el Evangelio de Jesu
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  Esperando… Esperando. “Tiempo de mutua espera” 29 de noviembre de 2015 Primer domingo de adviento ciclo “C” Queridos hermanos y hermanas: feliz año nuevo. Sí feliz año nuevo! Con este primer domingo de adviento damos inicio al nuevo año litúrgico. Durante este año nos acompañará el Evangelio según San Lucas. Mismo que se ha caracterizado por ser el Evangelio de la Misericordia. A propósito de esta palabra: Misericordia. Sabemos que durante este año el Señor nos ha hecho un magnífico don a través de La Iglesia, nuestra Madre y Maestra. Me refiero al magno acontecimiento del año jubilar de la Misericordia. Cuánta necesidad tenemos de misericordia! Cuánta necesidad tenemos de Dios. A propósito! Efectivamente nos estamos preparando para la venida de Dios. Y hoy lo hacemos con el inicio de esta celebración litúrgica. Si hemos sido atentos a la Palabra de Dios, la Liturgia, en sus lecturas, nos empuja hoy a mirar hacia delante, nos pone en estado de espera, nos pone

La Verdadera Sabiduría

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3 de noviembre Oh, mis queridísimas hijas, ¡qué pesada es esta vida mortal para los hijos de Dios!; y, por el contrario, la vida del más allá, la que la misericordia del Señor tendrá a bien otorgarnos, oh Dios, ¡cómo es mucho más deseable! Aunque somos tan miserables, nunca hemos de dudar de que un día poseeremos esa vida; y, si no somos tan miserables, es porque Dios es misericordioso con los que han puesto en él su confianza. Cuando el santo cardenal Borromeo estaba para terminar su vida terrena, pidió que le llevaran el crucifijo, para que su partida de este mundo le fuera más dulce a la vista de la de nuestro Señor. El mejor remedio cuando os encontréis en cualquier clase de prueba, física o moral, corporal o espiritual, es, pues, pensar en quien es nuestra vida, y no pensar nunca en la primera vida sin añadir el pensamiento de la segunda. Dios mío, mis queridísimas hijas, no os preguntéis, os ruego, si lo que hacéis y lo que queréis hacer fue, es y será mucho o poco,