La impronta del Evangelio
2. LA IMPRONTA DEL ANUNCIO DEL
EVANGELIO
Queridos hermanos y hermanas
estamos celebrando hoy la fiesta del Apóstol San Andrés. Un hombre que se
sintió fuertemente atraído por la personalidad, el comportamiento y el mensaje
evangélico de Cristo Jesús. Andrés al descubrir esta atracción tan fuerte en él,
en respuesta se lanza por los caminos del seguimiento radical de cristo Jesús, aprendiendo
a los pies del Maestro cómo se es verdaderamente discípulo. ¡Cuántos momentos tuvo
que vivir Andrés a los pies de Cristo Jesús para aprender en qué consiste ser
mensajero del Evangelio! Seguramente que muchos, profundos, fuertes para irse
forjando en la fe y en la experiencia profunda de ir muriendo a sí mismo poco a
poco para ir descubriendo paulatinamente el parangón del Reino de Dios que
había llegado con Jesús de Nazaret. Al final esta atracción, este convertirse
en discípulos lo empuja también a la misión, al compromiso, a la aventura de ir
y predicar el Evangelio de Jesucristo a todas las creaturas, hasta que al final,
ésta misión, la corone dando su vida por la Fe en Cristo Jesús y por el anuncio
del Evangelio y la salvación de la humanidad.
Dios nos sorprende cada vez más y
lo hace de una manera sumamente especial y delicada como sorprendió a Andrés ya
todos sus apóstoles. Nos sorprende dándonos la vida, llamándonos a la
existencia, y dándonos la fe. Una fe que precisamente viene de la predicación. Un
evangelio que tiene como centro la Buena Noticia de la Salvación de Dios a
todos los hombres y mujeres de todos los tiempos. Esta Buena Noticia se ha
caracterizado por el amor y la misericordia sin medida de Dios. Un amor y una
misericordia de la cual Jesucristo es el
rostro. Sí, “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre”, nos dice el
Papa Francisco en su bula de convocación del Jubileo extraordinario de la
Misericordia. La misericordia de Dios se ha vuelto viva, visible y ha llegado a
su culmen en Jesús de Nazaret. En Jesús de Nazaret, “con su palabra, con sus
gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios.
En sí misma ésta es predicación,
porque sólo con el ejemplo se puede ser creíble lo que decimos, en tiempos de
Jesús de Nazaret y más aún en nuestro tiempo, si no damos un testimonio fiel,
profundo y coherente de la Fe que hemos recibido, va a ser muy difícil que nos
crean. María de Nazaret como Madre de Misericordia, pero antes como fiel
discípula de Dios encontró en las palabras del Ángel Gabriel la Misericordia de
Dios. Ella misma nos lo recuerda en el cántico del Magníficat: “…Y su
misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.
Esto es buena noticia hermanos y
hermanas. María nos hace acreedores de la Misericordia de Dios a través de su
confianza en Dios. Hace llegar hasta nosotros la Misericordia de Dios
engendrando, dando carne de su car al Verbo encarnado, a Jesús de Nazaret en
quien hemos de contemplar siempre la misericordia de Dios.
Tenemos necesidad de contemplar el
misterio de la misericordia ya que esto nos conduce a la “fuente de la alegría,
de la serenidad y de la paz.” Encontrarnos con la misericordia de Dios es como
la condición para experimentar también la salvación. Es Necesario que seamos
honestos con-nosotros mismos, que volteemos a ver de dónde nos ha rescatado
Dios para que podamos también experimentar su salvación y su misericordia. “Misericordia
es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad”. Porque en ella
no hay competencia, no existe humillación, no hay mentira no hay engaño, solo
amor y misericordia. El llamado que Cristo Jesús le hizo a Andrés y que nos
hace hoy a nosotros, a ustedes y a mí, concretamente es a vivir en la
misericordia. A construir un mundo saturado de fe, de esperanza y caridad donde
la misericordia sea el rostro que resplandezca para que este mundo golpeado por
el dolor, el sufrimiento, y la falta de Dios pueda encontrar verdaderamente en
Cristo Jesús el colmo de todas sus aspiraciones. “Misericordia: es el acto
último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Por ello, en este
adviento nos prepararnos para dejarnos verdaderamente encontrar con él, nos
preparamos para ser sujetos de la Misericordia de Dios y lo hacemos en
comunidad, en familia parroquial que en este segundo día de la novena, el Señor
nos conceda la gracia de ser sensibles ante este Dios que nos ha amado primero
y ha hecho posible que la salvación llegue a todos nosotros a través de María
en Cristo Jesús con el cual nos encontramos ahora en la celebración de la
Eucaristía.
Fray Pablo Jaramillo Escobar, OFCap.30 de noviembre de 2015.
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