Esperando… Esperando.

“Tiempo de mutua espera”

29 de noviembre de 2015

Primer domingo de adviento ciclo “C”

Queridos hermanos y hermanas: feliz año nuevo. Sí feliz año nuevo! Con este primer domingo de adviento damos inicio al nuevo año litúrgico. Durante este año nos acompañará el Evangelio según San Lucas. Mismo que se ha caracterizado por ser el Evangelio de la Misericordia. A propósito de esta palabra: Misericordia. Sabemos que durante este año el Señor nos ha hecho un magnífico don a través de La Iglesia, nuestra Madre y Maestra. Me refiero al magno acontecimiento del año jubilar de la Misericordia. Cuánta necesidad tenemos de misericordia! Cuánta necesidad tenemos de Dios. A propósito! Efectivamente nos estamos preparando para la venida de Dios. Y hoy lo hacemos con el inicio de esta celebración litúrgica.

Si hemos sido atentos a la Palabra de Dios, la Liturgia, en sus lecturas, nos empuja hoy a mirar hacia delante, nos pone en estado de espera, nos pone a la expectación. Nos invita a dejarnos sorprender por Dios, y ensanchar nuestro corazón, como hace puntualmente al inicio de cada año. Todos los verbos están en futuro. En la primera lectura escuchamos estas palabras de Jeremías: “ “Miren que llegan días, oráculo del Señor, en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquella hora, suscitaré a David un vástago legítimo, que hará justicia...”

Dios siendo fiel a su alianza y a su amor misericordioso con todos los hombres y mujeres de todos los tiempos se ha acordado nuevamente de la humanidad, y ha dejado sentir su amor por nosotros y se ha acordado de su alianza. Por eso hoy nosotros nos preparamos para la venida del Mesías. En esta espera, realizada con la venida del Mesías, el fragmento del Evangelio nos ofrece un horizonte y un contenido nuevo, que es el retorno glorioso de Cristo al final de los tiempos: “Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad”.

El Salmo responsorial nos invita a proyectarnos hacia adelante, hacia mañana, hacia el futuro que puesta la fe y la confianza en Dios mismo, siempre será un mañana mejor, porque nosotros tenemos ese futuro en nuestras manos. Nosotros podemos forjar ese futuro y dar ese empuje esperanzador a todos los que nos rodean, a los que están cerca y a los que están lejos. Es necesario que lancemos una vez más nuestra vida, nuestra alma hacia lo  alto, como hace el mar en cada marea que levanta: “A Ti, Señor levanto mi alma”.

Esta invitación de la Liturgia y de  la Iglesia a ponernos siempre de nuevo en camino, porque nuestra vida es eso un camino, pero un camino que hemos de recorrer de manera distinta, diferente, dándole otro sentido, un sentido esperanzador, un sentido cristiano.

Queridos hermanos y hermanas. Es tiempo de espera. ¡Es tiempo de espera gozosa! Como la espiga de trigo se endereza después de cada golpe del viento, así ustedes, así yo, así el ser humano vuelve a levantarse, vuelve a esperar después de cada revés de suerte, después de cada frustración. Después de cada dolor, después de cada sufrimiento.

Nuestra iniciativa más grande, no son los buenos negocios, no es tener mucho dinero, no es el tener buena fama, nuestra iniciativa más grande, como digo es quizás aquella, en todo caso, que nos permite continuar viviendo. Que nos permite ser alegres y motivo de esperanza para cuantos nos rodean. Cuánta necesidad tenemos de esta enorme iniciativa…

¡Pobres de nosotros el día que viniera a menos la vida! ¡La vida sin Dios! Esto sería un verdadero caos en nuestra propia existencia. La vida simplemente se pararía. Nosotros cristianos católicos, hombres y mujeres, padres, madres de familia, yo como religioso, todos, todos tenemos necesidad de esperar para vivir. ¡Vivir y esperar! Pero es necesario saber a quién esperamos. No esperamos cualquier noticia, no esperamos cualquier acontecimiento. Esperamos…

¿Qué es el ser humano en su capacidad más profunda, sino la capacidad de esperar, de proyectarse hacia el futuro? Pero un futuro cierto, el futuro con Dios. Es necesario por lo tanto, volver a recomenzar después de cada año. Además, si no puede obtener aquello por lo que ha luchado después de cada fracaso, volver a esperar no sido en vano.. queridos hermanos y hermanas. La esperanza es lo único que hace bella la vida capaz de vivirse. ¿Cuánta capacidad tenemos de esperanza? ¿Por qué afligirnos tanto por un ser querido que nos ha dejado en este mundo y nos ha precedido a la casa del Padre? Simple y sencillamente porque carecemos de esperanza. Carecemos de empuje para ir siempre hacia delante. La esperanza es lo único que hace bella la vida capas de vivirse, pero no una esperanza efímera, pasajera, caduca. ¡No! ¿Qué sentido tendría vivir en una esperanza tan pobre, tan raquítica, tan arrastrada? Es necesario esperar en Dios que se ha manifestado como Camino Verdad y Vida en su Hijo Jesucristo, nuestro Señor. Sólo Él le da verdadero sentido a nuestra vida, a nuestra historia y a nuestra esperanza. Esperamos, pues, a Aquel que nos ha amado primero y que nuevamente viene a nuestro encuentro para recordarnos que hemos de poner nuestra esperanza en Él y en la vida que Él ofrece.

Es necesario creer y hacer todo lo posible porque este nuevo año seamos verdaderamente felices. ¡Más felices que el año pasado, mucho más! Ciertamente, esto lo lograremos solamente con Dios y desde Dios. Por lo tanto, la esperanza engendra novedad. La novedad le da sentido a nuestra vida, a nuestra historia y Cristo Jesús no es acaso alguien que siempre nos sorprende, es decir una auténtica novedad, no algo que se pone de moda, sino Alguien que ha trascendido el tiempo y el espacio para ser siempre la novedad de Dios y compartir con-nosotros Su Novedad, haciéndonos creaturas nuevas. ¡Que hermoso es descubrir esto! Soy creatura nueva porque me abro con esperanza a la novedad de Dios manifestada en Jesús de Nazaret.

Es necesario esperar… esperar… Aquí te lanzo otra novedad, para que no pienses que Tú eres el único que has esperado una y otra vez. Más aún, para que no pienses que muchas veces tu esperanza se ha visto frustrada con un silencio absoluto de Dios, como si solamente pasara la página de tu vida, de tu historia, de tu verdad y no pasara nada.

La novedad, te decía es esta: también Dios te está esperando. No lo olvides. Dios mismo espera algo de Ti. Te has dado cuenta que cuando inicia un nuevo año como el que estamos iniciando hoy, también Dios vuelve a esperar que este será el año bueno. ¿Bueno para que? ¡Para tu conversión! Y concreta y literalmente, que mejor que este Año Santo de la Misericordia para volver a Dios que te está esperando hace no sé cuánto tiempo. ¿Cuántos años hace que Dios está a la expectativa, a la espera de ti y de tu conversión? ¿Te das cuenta como Dios también conoce la esperanza y la abriga en lo más íntimo de su ser? Esto nos puede parecer ridículo, incluso absurdo pero no es acaso el amor entrañable que Dios nos tiene manifestado en su Hijo Jesús el que manifiesta su esperanza. Recuerda: ¡Dios te ama y no quiere que te pierdas! Por eso espera en Ti, espera que vuelvas pronto a casa. Dios no solamente es Alguien que espera, sino que además, siendo fiel a sus designios de salvación te ha dejado en libertad, y, por lo tanto, el volver a Dios es una opción. La tomas o la dejas.

Te has dado cuenta que cuando una persona se arrepiente y vuelve a la casa paterna, a experimentar todo el amor y la misericordia que Dios tiene contenido en sí mismo para entregarlo a aquel que se ha alejado de él, es el tiempo de la coronación de la esperanza de Dios. ¡Es el triunfo de espera misericordiosa que día a día Dios ha anhelado, ha abrigado en su corazón! Al fin esa espera ha terminado has vuelto a casa. La conversión, por lo tanto de una persona, es la coronación de una esperanza de Dios.

Como bien puedes darte cuenta, la iniciativa siempre es de Dios. Pensamos que le amamos, y Él nos ha amado primero. Pensamos que nos salvamos, y Él nos ha dado la salvación. Pensamos que le esperamos, y  Él nos ha esperado primero. Pensamos que confiamos en Él, y es Él quien ha confiado en nosotros.

Ante todo lo anterior surge la pregunta, tal vez la pregunta más importante: ¿Será este un año de abundante cosecha para Dios? ¿Será un año en que Tú y yo coronemos su esperanza y su espera con nuestra conversión? Qué importante es darnos cuenta que lo verdaderamente valioso no es lo que “yo” hombre mortal pueda obtener de Dios, sino lo que Dios puede obtener de mí. Hoy podemos descubrir una vez más cuán importante somos para Dios, a tal grado que no espera la vida eterna para poder compensar nuestra pobre espera.

Feliz inicio de Adviento.

Con mis oraciones:

Fray Pablo Jaramillo Escobar, OFMCap.

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