NOVENA EN HONOR A SAN FRANCISCO DE ASIS
PRIMER DIA
LOS INICIOS DE LA AVENTURA EVANGÉLICA 1-9
26 ¡Miren, hermanos,
quienes han sido llamados!: No hay muchos sabios según la carne, ni muchos
poderosos, ni muchos nobles. 27 Más bien, Dios ha elegido lo necio
del mundo para avergonzar a los sabios. Y ha escogido Dios a lo débil del
mundo, para avergonzar a lo fuerte. 28 Dios ha elegido lo vil del
mundo y lo menospreciado; lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a
fin de que nadie se jacte delante de Dios. 30 Por él están ustedes
en Cristo Jesús, a quien Dios hizo para nosotros sabiduría, justificación,
santificación y redención; 31 para que, como está escrito: El que se
gloría, que se gloríe en el Señor. (1 Cor 1,26-30)
FRANCISCO DE ASÍS
Nació en Asís (Italia), en el año 1181/82. Hijo de Madonna Pica y Pedro Bernardone, rico mercader en paños. Vivió en su ciudad natal una infancia alegre y feliz. De carácter jovial, altruista, soñador, caballeresco, Francisco amaba la vida y a su Patria. A los 20 años participó en la guerra de Asís contra Perugia, en la que cayó prisionero. Poco después, en la expedición a Puglia dejó el ejército tras un sueño misterioso que le invitaba a seguir “al Amo más que al siervo” y volvió a Asís. Después de una juventud disipada en diversiones, se convirtió, renunció a los bienes paternos y se entregó de lleno a Dios. Abrazó la pobreza y vivió una vida evangélica, predicando a todos el amor de Dios. Dio a sus seguidores unas sabias normas, que luego fueron aprobadas por la Santa Sede. Fundó una Orden de frailes y su primera seguidora mujer, Santa Clara que funda las Clarisas, inspirada por El.
Nació en Asís (Italia), en el año 1181/82. Hijo de Madonna Pica y Pedro Bernardone, rico mercader en paños. Vivió en su ciudad natal una infancia alegre y feliz. De carácter jovial, altruista, soñador, caballeresco, Francisco amaba la vida y a su Patria. A los 20 años participó en la guerra de Asís contra Perugia, en la que cayó prisionero. Poco después, en la expedición a Puglia dejó el ejército tras un sueño misterioso que le invitaba a seguir “al Amo más que al siervo” y volvió a Asís. Después de una juventud disipada en diversiones, se convirtió, renunció a los bienes paternos y se entregó de lleno a Dios. Abrazó la pobreza y vivió una vida evangélica, predicando a todos el amor de Dios. Dio a sus seguidores unas sabias normas, que luego fueron aprobadas por la Santa Sede. Fundó una Orden de frailes y su primera seguidora mujer, Santa Clara que funda las Clarisas, inspirada por El.
Con esta primera meditación no sólo queremos ver desde
lejos la vida de Francisco de Asís, como si lo hiciéramos a través de un
cristal, el cristal del tiempo. Tal vez la imagen que tengas de Él sea una
imagen romántica, medieval, o incluso pasada de moda. Ojalá y en el recorrido
de estos nueve días puedas constatar que no es así.
Por eso hemos empezado con el texto de 1 Corintios
para poder reflexionar, para que te des la oportunidad de meterte dentro de Ti,
alejarte del bullicio del mundo, del ruido, de tantas y tantas cosas que te
alejan de ti mismo y de los demás.
Te sugiero las siguientes preguntas para la reflexión
personal, que son muy obvias, pero que por eso mismo han perdido su significado
y trascendencia. Éstas preguntas quieren calar verdaderamente en tu vida y en
tu historia. Deja que Dios te hable a través de ellas y verás que tendrás una
respuesta a muchas de esas dudas que abrigas en tu corazón.
ORACIÓN DE SAN FRANCISCO ANTE EL CRUCIFIJO DE SAN
DAMIÁN
Sumo y glorioso Dios
Sumo y glorioso Dios,
ilumina las tinieblas
de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento.
Señor, para que cumpla
tu santo y veraz mandamiento.
Sumo y glorioso Dios,
ilumina las tinieblas
de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento.
Señor, para que cumpla
tu santo y veraz mandamiento.
1. ¿Qué importancia le doy yo a la
llamada de Dios en mi vida?
2.
En cualquier estado de vida que me
encuentre ¿soy consciente de la presencia de Dios a cada momento?
3.
¿Me cuento entre los sabios o entre los necios según
el Evangelio?
4.
¿Soy consciente de que Dios me ha justificado de
manera gratuita para ser su hijo?
5.
¿Estoy dispuesto a aceptar la santidad que Dios me
ofrece? ¿Cómo lo manifiesto?
6.
¿Vivo como una persona salvada?
Todo lo anterior a la luz del texto de 1 Cor 1,26-30
-
Después
de tu reflexión reza tres Padre Nuestro y tres Ave María con Gloria al Padre
-
Pide
al señor que te conceda lo que más necesites y sea su voluntad
ORACIÓN
FINAL
Invitación a restituir
todos los bienes al Señor
(Regla no bulada,
XVII,17-18) Y restituyamos todos los bienes al Señor
Dios altísimo y sumo,
y reconozcamos que todos son suyos,
y démosle gracias por todos ellos,
ya que todos los bienes de él proceden.
Y el mismo altísimo y sumo,
el solo Dios verdadero,
posea, a él se le tributen
y él reciba todos los honores y reverencias,
todas las alabanzas y bendiciones,
todas las acciones de gracias y la gloría,
porque suyo es todo bien,
y sólo él es bueno.
SEGUNDO DIA
2. LA
DUDA EXISTENCIAL
EL
ENCUENTRO CON CRISTO POBRE HUMILDE Y CRUCIFICADO
Textos
para profundizar
Francisco fue un
hombre normal como todos, con grandes aspiraciones, deseos de fama mundial,
pensó tener el mundo a sus pies y sólo le faltaba una cosa: ser un guerrero
invencible, “ser un gran príncipe”. Podrá pro fin hacerse famoso en los campos
de batalla por unos cuantos hechos de armas y conquistar a punta de espada sus
títulos de nobleza. ¡Ya la aurora de la gloria brillaba en su mirada! ¿Qué
hubiera sido él y del él, si este sueño se hubiera realizado? Quizá un poderoso
de este mundo. Su voluntad de prestigio y de dominio, exaltada por el éxito,
hubiera podido llevarle a conculcar muchas cosas para alcanzar sus fines.
Pero en
Espoleto, una voz interior le interpela, le cuestiona y le conmina a regresar a
Asís. Francisco se deja convencer y no le queda de otra que desandar el camino.
¡Qué ridículo! ¡Qué frustración! ¡Qué mala fama! Después de todos los sueños de
grandeza que tenía… Éste brusco cambio causó asombro, y con razón. Imagina la
sorpresa de sus amigos, de su familia al verle regresar. Sin embargo desde
hacía algún tiempo y a pesar de todo Francisco ya no era el mismo, estaba
sufriendo la falta de sentido en su vida, no sabía para qué había venido al
mundo, su existencia carecía de sentido a pesar de los grandes sueños que
tenía. A pesar de todas las apariencias ya no era el mismo.
El deseo de la
fama, el deseo del triunfo y el deseo de la gloria se habían apoderado de él y
lo deslumbraron fuertemente, pero sólo por un instante. Todo fue efímero como
lo son los fuegos de artificio que por hermosos que sean y deslumbrantes que
parezcan son eso: artificio, imagen, apariencia. Era necesario que otro aliento
soplara en la vida de Francisco y lo invadiera para que recobrara la ilusión,
la alegría, el sentido a su vida.
“Quebrantado por
larga enfermedad –nos dice Tomás de Celano- comenzó a pensar dentro de sí cosas
distintas de las que acostumbraba”. (1C 3). En cuanto le volvieron las fuerzas,
salió a ver de nuevo la campiña. Mas he aquí que esta campiña que le había
visto crecer y que tanto amaba él, ya no significaba nada. Parecía perder
colorido y marchitarse a su llegada. El encanto estaba roto. Todo Él estaba
roto! Todo lo dejaba indiferente. Sintió frío y se retiró.
En realidad esta
indiferencia era, a decir verdad, el signo de un desencanto más profundo y que
tenía que ver con todo lo que hasta entonces le había seducido y fascinado.
Todos los antiguos valores se habían ido por tierra. Francisco, el gran
francisco descubría el vacío de su vida. Un vacío tal que nada en el mundo
podrá colmar. Ni siquiera la belleza de las cosas.
Francisco se ha
encontrado consigo mismo y con su realidad. Su realidad vacía y terriblemente
angustiante. Le faltaba el horizonte, le faltaba la alegría, le faltaba el sol
que brillase no sólo sobre la campiña de la umbría, sino el Sol que brillase
dentro de sí mismo. Francisco empieza a intuir que algo está cambiando y que
aquello que él esperaba en la guerra, en la vida que llevaba hasta el
momento no era sino “vanidad de
vanidades”. ¿Qué hacer ahora, quién podría indicarle el camino a seguir?.
Francisco entra
dentro de sí mismo, es como si el mismo se envolviera de un no sé qué que lo
llevaría cada vez más a la búsqueda verdadera y profunda de su existencia. En
su búsqueda Francisco no encuentra algo sino a Alguien, o mejor dicho se deja
encontrar por Alguien ¡por Jesucristo! Jesucristo se le revela bajo los rasgos
del Crucificado, es la humanidad de Dios; habría que decir más exactamente “la
humanización de Dios”. Durante largas horas francisco contempla a Cristo en la
Cruz. No, ese Dios no se parece en nada al de los señoríos eclesiásticos; no es
el Dios de las guerras feudales ni de las guerras santas. No es tampoco el Dios
del dinero. No es el Dios de los privilegiados del nuevo orden social. Tampoco
es el Dios de los poderosos de hoy, ni el Dios de los que se sienten buenos, al
estilo de los fariseos y de los maestros de la ley de la Sagrada Escritura. No
es un Dios dominador.
Es todo lo
contrario. Se encuentra en lo más profundo de la angustia del mundo, en cada
uno de los pequeños, aplastados por la sociedad de ayer y de hoy, puede
fácilmente reconocerse en Él. Es su hermano. “Y siendo El sobremanera rico,
quiso, junto con la bienaventurada Virgen, su Madre, escoger en el mundo la
pobreza” (2 CtaF 5).
El que compartía
la gloria de Dios y que estaba por encima de todo, se dignó existir con los
pequeños, con los menores, los humillados, con los apaleados y los marginados
de todos los tiempos. ¡Francisco en su indigencia y en la soledad, descubre,
contempla la insondable humanidad de Dios. Enardecido el corazón, se abre a
este soplo de ternura que le penetra hasta el trasfondo del alma. Entonces nace
en él un inmenso deseo: tener parte en el espíritu del Señor, seguir al
altísimo Hijo de Dios en su camino humano, en su humildad y pobreza, renunciar
a querer estar por encima de los demás para estar con ellos, para llegar a ser
uno de ellos, el más pequeño entre ellos: su hermano.
Francisco ha
encontrado el verdadero sentido a su vida y a su existencia, de ahora en
adelante no descansará hasta convertirse en otro Cristo, en un Cristo pobre,
humilde y crucificado, de la misma Manera que el Hijo de Dios, que la Palabra
encarnada.
Esta es la vida
de Francisco y su relación con Dios con un Dios plenamente humano y con un Dios
plenamente Divino. A la luz de lo anterior te invito a que reflexiones de la
manera siguiente:
Oh alto y glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi
corazón. Dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta. Acierto y
conocimiento oh Señor para cumplir tu santo y veraz mandamiento. Amén.
1.
¿Cuáles
son mis más grandes aspiraciones en esta vida?
2.
¿Qué
es por lo que más lucho?
3.
¿Qué
lugar ocupa Dios en mi vida y en mis planes?
4.
¿Qué
imagen tengo de Jesucristo?
5.
¿Estoy
dispuesto a transfigurarme en otro Cristo pobre, humilde y crucificado?
Alabanzas de Dios
Autor: San Francisco de Asís.
Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas.
Tú eres fuerte, Tú eres grande, Tú eres altísimo.
Tú eres Rey omnipotente, Tú eres Padre santo, Rey del Cielo y de la
tierra.
Tú eres trino y uno, Señor Dios, todo bien.
Tú eres el bien, todo bien, sumo bien, Señor Dios, vivo y verdadero.
Tú eres caridad y amor, tú eres sabiduría.
Tú eres humildad, Tú eres paciencia, Tú eres seguridad.
Tú eres quietud, Tú eres gozo y alegría.
Tú eres justicia y templanza.
Tú eres todas nuestras riquezas a satisfacción.
Tú eres hermosura, Tú eres mansedumbre.
Tú eres protector, Tú eres custodio y defensor.
Tú eres fortaleza, Tú eres refrigerio.
Tú eres esperanza nuestra, Tú eres fe nuestra.
Tú eres la gran dulcedumbre nuestra.
Tú eres la vida eterna nuestra, grande y admirable Señor, Dios
omnipotente,
misericordioso Salvador
Reza tres Padres Nuestro y tres Ave María con
Gloria al Padre.
TERCER DIA
3. ¿SEÑOR
QUÉ QUIERES QUE HAGA?
FRANCISCO:
¡VE Y REPARA MI IGLESIA!
TEXTO
BÍBLICO PARA REFLEXIONAR
13
Por lo tanto, manténganse con el espíritu alerta, vivan sobriamente y pongan
toda su esperanza en la gracia que recibirán cuando se manifieste Jesucristo.
14 Como hijos obedientes, no procedan de acuerdo con los malos deseos que
tenían antes, mientras vivían en la ignorancia. 15 Así como aquel que los llamó
es santo, también ustedes sean santos en toda su conducta, 16 de acuerdo con lo
que está escrito: Sean santos, porque yo soy santo. (1 P
1,13-16)
Después de haber sido testigos de la gran necesidad que
Francisco tenía de darle sentido a su vida, y tras haberse dejando encontrar
por Jesucristo, ahora es necesario dejarse amar de verdad y poner manos a la
obra. Debemos destacar que Francisco
vivió un período de búsqueda bastante largo impregnado de crisis existencial.
Son procesos que en la vida de cualquier persona llevan su tiempo y hay que
madurar para poder acertar con la gracia de Dios y la asistencia del Espíritu
Santo en hacer la voluntad de Dios. Fue poco antes de comenzar a trabajar como albañil, cuando Francisco
estaba de rodillas ante el Crucifijo de San Damián, meditando, mirándose a sí
mismo con los ojos interiores, los que contemplan lo que somos, las obras,
pensamientos, omisiones..., indescifrables a los ojos de los demás; de vez en
cuando elevaba la mirada exterior a la cruz que presidía la iglesia de San
Damián, ante la que Francisco se encontraba postrado, cuando de pronto
sintió aquellas palabras:
"¡Francisco, ve y repara mi casa, pues, como ves, amenaza ruina!".
Francisco inmediatamente comenzó a
trabajar, con la cuchara de albañil, y a
colocar piedras que ocultaran los huecos o unir lo resquebrajado para
reconstruir la Ermita de San Damián. Pero, de pronto, se dio cuenta que la
Iglesia era más que la Ermita de San Damián... se dio cuenta de que el rostro
de Jesús, ese Jesús que le miraba desde la cruz, era más vivo, más latente, más
dialogante. Se percató que la Iglesia tenía un cuerpo, el de los hombres, y los
hombres un rostro, el de Cristo.
Nos hallamos ante una cadena de hechos bastante
“normales”, que manifiestan las disposiciones de Francisco y su encuentro
progresivo con Cristo: las numerosas visitas a la iglesia de San Damián, los
prolongados momentos de oración y de contemplación del Crucifijo sirio, en el
transcurso de los cuales llegó la respuesta del Señor al corazón de Francisco.
Encuentro con
Cristo
Por tanto,
el Francisco que visita con regularidad la iglesia de San Damián y suplica al
Señor: «Sumo, glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón, dame Fe
recta. Esperanza cierta y Caridad perfecta. Acierto y conocimiento oh Señor
para cumplir tu santo y veraz mandamiento. Amén.>> Esta era la oración
insistente de Francisco, le suplicaba al Señor le mostrara su voluntad: ¡Señor
dime qué debo hacer!. Francisco es un hombre
inquieto y atormentado, pero sensible y a la espera de un signo del Señor.
Un día,
durante su oración ante el Crucifijo, Francisco queda fuertemente impresionado
por el contraste existente entre la oscura y deteriorada capilla y el Cristo
luminoso que hay encima del altar. Aquel día no descubrió toda la riqueza
teológica del Crucifijo, pero quedó asombrado por su luminosidad. Hasta ese
momento Francisco estaba demasiado replegado sobre sí mismo; pero aquel día vio
al Cristo luminoso. ¿Fue antes o después de pedir: «Ilumina las tinieblas de mi
corazón»? ¡Qué importa! En aquel momento comprobó las tinieblas y el deterioro
del santuario. ¿No era un signo del cielo, una respuesta a su espera? Francisco
así lo entiende: debe restaurar la iglesia y hacer que arda una lámpara delante
del Crucifijo. No tratemos de averiguar si el Crucifijo le habló verdaderamente
a Francisco; no hay ninguna duda de que a su corazón ávido llegó una respuesta
del Señor: ante la claridad del Cristo, se dio perfecta cuenta de las tinieblas
de aquel lugar donde reinaba el Cristo luminoso y viviente desde su oscura
cruz, y comprendió: «Francisco, ¿no ves que mi casa se derrumba? Anda, pues, y
repárala» (TC 13c; 2 Cel 10). Al mismo tiempo, ante la luz del Crucifijo,
Francisco experimenta aún más sus propias tinieblas y comprende que la luz del
Cristo es una respuesta a su oración angustiada. Según la Leyenda de los
tres compañeros, Francisco «sintió realmente en su alma que había sido
Cristo crucificado el que le había hablado» (TC 13c), en tanto que Celano
afirma que «la imagen de Cristo crucificado, desplegando los labios, habla
desde el cuadro a Francisco» (2 Cel 10a); Buenaventura dice que Francisco «oyó
con sus oídos corporales una voz procedente de la misma cruz que le dijo tres veces...»
(LM 2,1a). Schmucki escribe: «El espectáculo de la capilla en ruinas debió
producir una viva impresión en la sensibilidad de Francisco. En tal estado de
ánimo, bastaba con oír la voz interior de Dios... para sentirse llamado por el
crucifijo a restaurar la iglesia».
Aquí le vemos
nuevamente a Cristo y a Francisco. Dos corazones amantes se habían vuelto a
encontrar y donde se encuentran dos necesitados de amor, se dialoga y se
entiende de corazón a corazón y no se piensa demasiado en cómo hay que actuar,
simplemente se actúa, a la letra, sin glosa, -como dirá después Francisco de cara al Evangelio. Francisco reconstruye
la Ermita material, pero pronto entiende que es otra iglesia, que es otra casa
la que necesita la reparación. Es la Iglesia, cuerpo místico de Cristo la que
no está del todo en sintonía con la Cabeza. Se ha sufrido una fuerte
esquizofrenia y ahora hay que insistirle a tiempo y a destiempo y con el
testimonio que es necesario volver la mirada y el corazón a Jesucristo para
poder vivir en la altísima dignidad de los Hijos de Dios. ¡Vaya tarea la de
Francisco! ¡Vaya tarea la de nosotros si de verdad nos hemos encontrado también
con Jesucristo!.
1.
¿Soy
consciente de la necesidad de descubrir la gracia de Dios en mi vida?
2.
¿Siento
en mí la necesidad de reparar la Iglesia de Dios que es mi propia vida y la de
los demás?
3.
¿Descubro
en los que me rodean el rostro de Cristo que me invitan a amarles y a
servirles?
4.
Mis
luchas, mis crisis, mis dudas ¿a dónde me conducen?
5.
¿Le
pido al Señor que me ilumine de manera constante?
6.
¿Cuál
es mi respuesta ante esta reflexión?
Oración a la
Trinidad
(LtOrd 50-52)
Omnipotente, eterno,
justo y misericordioso Dios,
concédenos por ti mismo
a nosotros, míseros,
hacer lo que sabemos que quieres
y querer siempre lo que te agrada,
a fin de que, interiormente purificados,
iluminados interiormente y encendidos
por el fuego del Espíritu Santo,
podamos seguir
las huellas de tu amado Hijo,
nuestro Señor Jesucristo,
y llegar, por sola tu gracia,
a ti, Altísimo,
que en perfecta Trinidad
y en simple Unidad
vives y reinas y eres glorificado,
Dios omnipotente,
por todos los siglos de los siglos. Amén.
Omnipotente, eterno,
justo y misericordioso Dios,
concédenos por ti mismo
a nosotros, míseros,
hacer lo que sabemos que quieres
y querer siempre lo que te agrada,
a fin de que, interiormente purificados,
iluminados interiormente y encendidos
por el fuego del Espíritu Santo,
podamos seguir
las huellas de tu amado Hijo,
nuestro Señor Jesucristo,
y llegar, por sola tu gracia,
a ti, Altísimo,
que en perfecta Trinidad
y en simple Unidad
vives y reinas y eres glorificado,
Dios omnipotente,
por todos los siglos de los siglos. Amén.
Bendigamos
al Señor, Dios vivo e verdadero,
y restituyámosle, siempre la alabanza, la gloria,
el honor, la bendición y todos los bienes. Amén.
(Oficio de la Pasión del Señor)
Temed y honrad,
alabad y bendecid,
dad gracias y adorad
al Señor Dios omnipotente
en Trinidad y Unidad,
Padre e Hijo y Espíritu Santo,
creador de todas las cosas.
(Regla no bulada, XXI, 2)
y restituyámosle, siempre la alabanza, la gloria,
el honor, la bendición y todos los bienes. Amén.
(Oficio de la Pasión del Señor)
Temed y honrad,
alabad y bendecid,
dad gracias y adorad
al Señor Dios omnipotente
en Trinidad y Unidad,
Padre e Hijo y Espíritu Santo,
creador de todas las cosas.
(Regla no bulada, XXI, 2)
Reza tres Padres
Nuestros. Tres Ave María y tres Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
CUARTO DIA
4.
FRANCISCO UN HOMBRE HECHO ORACIÓN 4-9
Oración
para implorar el Espíritu del Señor y su Santa
Operación para conocer y hacer su voluntad:
ORACIÓN
ANTE EL CRUCIFIJO (OrCr)
¡Oh
alto y glorioso Dios!
ilumina
las tinieblas de mi corazón.
Dame
fe recta, esperanza cierta, caridad perfecta;
acierto
y conocimiento, oh Señor,
para
cumplir tu santo y veraz mandato.
Amén.
TEXTO
BÍBLICO PARA REFLEXIONAR
LA
ORACIÓN SEGÚN EL SERÁFICO PADRE FRANCISCO
La oración es un tema que da
sentido, abraza totalmente y domina la vida y personalidad del seráfico Padre
san Francisco.
Francisco piensa y dice: “Cristo es
necesario para la vida y es suficiente para la vida”; esta es su gran intuición
y la hace “gran experiencia” transformada en vida asumida, testimoniada e
inmolada. En el encuentro con Cristo, Francisco reencuentra parte de su propio
misterio y reencuentra la posibilidad de una realización auténtica de su propia
humanidad. Realización que había buscado de otras formas: en la idea de hacerse
caballero y en el interés económico, hacia el cual parecía dirigido más que
nada, incluso por tradición familiar.
En lugar de ser “caballero” u
“hombre de negocios”, francisco escoge ser lo opuesto: “pobre y
humilde”. Cristo se convierte para él en Evangelio viviente. Y es la oración
humilde y fervorosa la que lo transforma en “otro Cristo”.
CRISTO
ORANTE, MAESTRO DE ORACIÓN PARA FRANCISCO
Sobre las laderas del Monte
de los Olivos, enfrente de Jerusalén, los apóstoles le piden a Jesús: “Señor,
enséñanos a orar” (Cfr Lc 11,1). La respuesta de Jesús es: “Cuando recen
digan: Padre nuestro” (Cfr Lc 11,2; Mt 6,9).
La oración
acompaña toda la vida de Jesús: “subió al monte para orar a solas” (Mt 14,23);
“se levantó muy de madrugada y salió, se marchó a un descampado y estuvo orando
allí” (Mc 1,35). Y Lucas 6,12: “Se fue a la montaña a orar y se pasó la noche
orando a Dios”. Jesús, además de ser “hombre de oración” es también “maestro de
oración”: “Señor, enséñanos a orar” (Cfr Lc 11,1); invita a “orar siempre y no desanimarse” (Lc 18,1);
afirma que ólo una cosa “es necesaria” y elogia a María pues “ha escogido la
parte mejor” (Lc 10, 41).
ES
LA ORACIÓN LA QUE TRANSFORMA LA VIDA
La imitación
casi perfecta que hace Francisco de Cristo consiste antes que nada en la
oración. La gracia de la oración se le da a Francisco a través de la gracia de
la conversión. Suplicaba devotamente a la clemencia divina que se dignara
mostrarle lo que debía hacer. La práctica asidua de la oración desarrollaba
siempre más fuerte en Francisco la llama de los deseos celestiales (LM 1,4).
Cuando recibe
el “don” de los hermanos y los llama “minores”
les invita a buscar consejo al Señor. Y
los tres, se dirigen al templo de San Nicolás, donde rezan: Señor Dios,
Padre de la Gloria, te suplicamos que, en tu misericordia, nos manifiestes lo
que debemos hacer. (TC VIII).
Otro momento importante en que
Francisco recurre a la oración es el encuentro en Roma en 1209 con Inocencio
III, cuando pide al papa la aprobación de su “forma de vida” (2 Cel 16).
No era tanto un hombre que oraba,
cuanto más bien él mismo era todo transformado en oración viviente (1 Cel
95). Su puerto seguro era la oración, no de algún minuto, vacía o como fuga,
sino profundamente devota, humilde y prolongada lo más posible. Si la iniciaba
en la tarde, a duras penas lograba dejarla en la mañana. Estaba siempre ocupado
en la oración, cuando caminaba y cuando se sentaba, cuando comía y cuando bebía
(1 Cel 71).
A menudo y casi diariamente se
sumergía de manera secreta en la oración. Se sentía atraído por la irrupción de
aquella ‘misteriosa dulzura’ que penetrándolo frecuentemente en el alma, lo
incitaba a la oración hasta cuando estaba en la plaza o en otros lugares
públicos (TC 8).
En la Regla exhorta cálidamente a la
oración: Los siervos de Dios deben siempre dedicarse a la oración. (1 Re
7).
Todos nosotros, frailes, tengamos
cuidado de que bajo pretexto de gratificaciones por recibir, de cosas por hacer
o de buenas obras pendientes, perdamos o desviemos nuestra mente y corazón del
Señor...Es necesario rezar siempre sin cansarse nunca...
Con gran insistencia invita a orar
en el trabajo: No apaguen el espíritu de la santa oración y devoción, a éste
deben servir todas las otras cosas temporales. (2 Re 5,3).
Al hermano Antonio escribía: Me
agrada que enseñes la Sagrada Escritura a los frailes, con tal que en dicha
actividad no apagues el espíritu de devoción como está escrito en la Regla. (Cta
Ant).
El religioso debe desear la
gracia de la oración y a causa de las cargas de gobierno y de los compromisos
de la predicación, no debe descuidar la santa y devota oración. (EP 73).
La predicación debe estar precedida
por la oración; en efecto, el predicador debe antes obtener en el secreto de
la oración lo que después verterá en los sermones (2 Cel 163).
También el fraile que ejercita cada
día el ministerio de la reconciliación, debe prepararse en la oración. A quien
ocupaba el cargo de superior recomendaba: Se aplique con diligencia a la
oración y sepa distribuir determinadas horas a su alma y otras al rebaño que le
ha confiado. Así, en las primeras horas de la mañana debe anteponer el
sacrificio de la misa y recomendar con larga oración a sí mismo y a su rebaño a
la protección divina. (2 Cel 185. EP 80).
LAS
FUENTES DE LA ORACIÓN DE FRANCISCO
La oración del Padre Francisco tiene
inspiración cristológica, trinitaria y cósmica. Las fuentes de su oración son
cuatro: la Sagrada Escritura, la Cruz, la Liturgia y la Creación.
a).
Sagrada Escritura: basta que vayamos a cualquier texto escrito
por Francisco y enseguida nos daremos cuenta que la fuente de inspiración es la
Palabra. Concretamente en el Oficio de la pasión del Señor, podemos
descubrir los misterios de la vida de Cristo. Se meditan a través de un
conjunto de textos recabados de varios salmos bíblicos presentes en el salterio
que Francisco se sabe de memoria. El santo de Asís tiene gran reverencia y
estima por la Palabra del señor, que es el Verbo del Padre y por las palabras del Espíritu Santo que son
espíritu y vida.
b).
El Libro de la Cruz: se trata de la meditación “aderezada” de
lágrimas con la mirada centrada en la pasión de Cristo, que permite rezar
también a los frailes simples e iletrados, cuya oración es elogiada por el
santo de Asís: Estos hermanos son mis caballeros de la mesa redonda, que se
esconden en lugares apartados y deshabitados para comprometerse con más fervor
a la oración y a la meditación (EP 72c). Fue precisamente esta meditación
la que sumergió a Francisco en el gozoso encuentro con su Señor, convirtiéndose
así en “Otro Cristo”, porque la Cruz es el libro de la vida.
c).
Oración litúrgica: Francisco afectuosamente se deja penetrar por
el espíritu de la oración de la Iglesia.
Francisco insiste en el rezo del oficio
divino. La liturgia de las horas es la oración de la Iglesia universal.
Exhorta Francisco: Todos los frailes, sena clérigos o laicos, reciten el
oficio divino y lo recen por los vivos y por los muertos según las costumbres
de los clérigos. Por los defectos y las negligencias de los frailes recen
diariamente el De profundis con el Padre Nuestro. (I Re 3).
d).
Otra fuente de oración de San Francisco es la creación. Es genial
en este aspecto La alabanza al Dios altísimo. Es el canto de
agradecimiento, parte de lo que ve, de las maravillas de Dios… He aquí el
Cántico de las Criaturas: Altísimo omnipotente buen Señor, tuyas son las
alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición… (Cánt 1).
Que
nuestra oración sea confiada de la misma manera que confía un niño en brazos de
su madre.
PUNTOS
PARA MEDITAR:
Cada uno y con toda libertad se
puede servir de las siguientes preguntas para meditar, o bien puede recurrir a
las suyas propias, ya que la fuente de inspiración ha de ser siempre el
Espíritu Santo.
¿Qué importancia tiene para mí la
vida de oración práctica?
¿Ha sido verdaderamente el parte
aguas de mi vida después del encuentro con Jesucristo?
¿Cuál es la realidad de mi oración
hoy?
¿Qué
ha significado para mí llevar una vida de oración?
¿Cómo vivo ésta experiencia de
oración cada día?
¿Soy de los que piensan que en la
oración se pierde el tiempo?
¿Cómo es mi oración?
¿Cuál es la calidad de mi oración?
¿Reduzco mi vida de oración sólo a
los horarios marcado en la fraternidad?
El
Señor me pide vivir nuevamente ese encuentro con Él en la oración ¿En qué
medida y con qué método estoy dispuesto a hacerlo?
Paráfrasis del Padrenuestro
¡Oh santísimo Padre nuestro: creador, redentor, consolador y
salvador nuestro!
Que estás en los cielos: en los ángeles y en los santos; iluminándolos para conocer, porque tú. Señor, eres la luz; inflamándolos para amar, porque tú, Señor, eres el amor; habitando en ellos y colmándolos para gozar de la eterna bienaventuranza, porque tú. Señor, eres el bien sumo, eterno, de quien todo bien procede, sin quien no hay bien alguno.
Santificado sea tu nombre: clarificada sea en nosotros tu noticia, para que conozcamos cuál es la anchura de tus beneficios, la largura de tus promesas, la sublimidad de tu majestad y la hondura de tus juicios.
Venga tu reino: para que reines en nosotros por la gracia, y nos hagas llegar a tu reino, donde está la visión manifiesta de ti, el amor perfecto a ti, la unión bienaventurada contigo, la fruición de ti por siempre.
Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo: para que te amemos con todo el corazón, pensando siempre en ti; con toda el alma, deseándote siempre a ti; con toda la mente, dirigiendo todas nuestras intenciones a ti, buscando en todo tu honor; y con todas nuestras fuerzas, destinando todas nuestras fuerzas y los sentidos del alma y del cuerpo al servicio de tu amor y no a otra cosa; y para que amemos a nuestros prójimos como a nosotros mismos, atrayendo a todos, según nuestras fuerzas, a tu amor, alegrándonos de los bienes ajenos como de los nuestros y compadeciéndolos en los males, y no siendo causa de tropiezo para nadie.
El pan nuestro de cada día: tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo, dánosle hoy: para que recordemos, comprendamos y veneremos el amor que nos tuvo y cuanto por nosotros dijo, hizo y padeció.
Y perdónanos nuestras deudas: por tu inefable misericordia, por el poder de la pasión de tu amado Hijo y por los méritos e intercesión de la beatísima Virgen y de todos tus elegidos.
Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores: y lo que no perdonamos plenamente, haz tú, Señor, que plenamente lo perdonemos; para que por ti amemos de verdad a los enemigos y por ellos intercedamos devotamente ante ti, no devolviendo a nadie mal por mal, y para que nos esforcemos por ser en ti útiles en todo.
Que estás en los cielos: en los ángeles y en los santos; iluminándolos para conocer, porque tú. Señor, eres la luz; inflamándolos para amar, porque tú, Señor, eres el amor; habitando en ellos y colmándolos para gozar de la eterna bienaventuranza, porque tú. Señor, eres el bien sumo, eterno, de quien todo bien procede, sin quien no hay bien alguno.
Santificado sea tu nombre: clarificada sea en nosotros tu noticia, para que conozcamos cuál es la anchura de tus beneficios, la largura de tus promesas, la sublimidad de tu majestad y la hondura de tus juicios.
Venga tu reino: para que reines en nosotros por la gracia, y nos hagas llegar a tu reino, donde está la visión manifiesta de ti, el amor perfecto a ti, la unión bienaventurada contigo, la fruición de ti por siempre.
Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo: para que te amemos con todo el corazón, pensando siempre en ti; con toda el alma, deseándote siempre a ti; con toda la mente, dirigiendo todas nuestras intenciones a ti, buscando en todo tu honor; y con todas nuestras fuerzas, destinando todas nuestras fuerzas y los sentidos del alma y del cuerpo al servicio de tu amor y no a otra cosa; y para que amemos a nuestros prójimos como a nosotros mismos, atrayendo a todos, según nuestras fuerzas, a tu amor, alegrándonos de los bienes ajenos como de los nuestros y compadeciéndolos en los males, y no siendo causa de tropiezo para nadie.
El pan nuestro de cada día: tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo, dánosle hoy: para que recordemos, comprendamos y veneremos el amor que nos tuvo y cuanto por nosotros dijo, hizo y padeció.
Y perdónanos nuestras deudas: por tu inefable misericordia, por el poder de la pasión de tu amado Hijo y por los méritos e intercesión de la beatísima Virgen y de todos tus elegidos.
Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores: y lo que no perdonamos plenamente, haz tú, Señor, que plenamente lo perdonemos; para que por ti amemos de verdad a los enemigos y por ellos intercedamos devotamente ante ti, no devolviendo a nadie mal por mal, y para que nos esforcemos por ser en ti útiles en todo.
Y no nos dejes caer en la tentación: oculta o manifiesta,
imprevista o insistente.
Mas líbranos del mal: pasado, presente y futuro.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
QUINTO DIA
5. FRANCISCO EVANGELIO
VIVIENTE
TEXTO BÍBLICO PARA REFLEXIONAR
Vayan y
prediquen, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado.
Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia. No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos;
10:10 ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento.(Mt 10,7-10
Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia. No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos;
10:10 ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento.(Mt 10,7-10
Tras el
encuentro con Jesucristo Francisco descubre el imperativo urgente de anunciar
el Evangelio. Démonos cuenta de algo: el primer impulso de Francisco fue el de
encontrarse con el Maestro, con Jesucristo. Hoy podemos decir que Francisco se
ha convertido en un verdadero discípulo de Jesucristo. El discípulo auténtico
es el que está a los pies del Maestro, el que aprende del Maestro, el que cena
con el Maestro, el que contempla al Maestro, el que se fía del Maestro, el que
no se siente superior al Maestro. En definitiva el verdadero Discípulo es el
que reproduce en sí mismo la imagen del Maestro. El que se transfigura en el
Maestro. Esto fue precisamente lo que le sucedió a Francisco. Una vez que se ha
encontrado con Jesucristo, se esfuerza en conocerle, una vez que le conoce le
acepta, una vez que lo acepta lo ama y una vez que lo ama se convierte en “otro
Cristo”. El resultado es extraordinario. Ha reproducido en sí mismo por gracia
de Dios la imagen viva del Maestro.
Esto es una
realidad en Francisco porque confía en Jesucristo y sabe que Él no le va a
fallar, sin embargo ahora era momento de enfrentar otra duda: a qué debía
dedicarse. Es decir, después de ser un fiel discípulo, viene ahora el segundo
momento que complementa o integra todo el proceso: la misión a la que Dios le
ha llamado ¿Cuál será esa misión? ¿En qué consistirá? ¿Quién se lo indicará?
Otra duda con la cual Francisco tendrá que enfrentarse, pero ahora no querrá
refugiarse en lo efímero, en la fama, sino en Dios. Entonces implora y suplica
a Dios le conceda la gracia de hacer su voluntad y fue una mañana de febrero de
1208 cuando se clarificaba el camino evangélico de Francisco de Asís. Fue en el
momento en que estando en santa María de los Ángeles escucha el evangelio de la
misión (Mt 10,7-10). Francisco ha penetrado por el camino siempre nuevo del
Evangelio. Francisco quiere vivir el Evangelio a la letra, sin glosa. “El
Evangelio no tiene necesidad de ser justificado, se toma o se deja”.
Cuando Francisco
escucha el Evangelio del envío de los discípulos de Jesucristo y que a partir
de ahora se convierten en misioneros, en apóstoles, en predicadores, en anunciadores
de la Buena Nueva del Reino, Francisco exclama ¡Esto es lo que busco, esto es
lo que yo quiero…” inmediatamente se le suma su primer compañero, Bernardo de
Quintavalle, seguido inmediatamente de varios otros.
Aquí descubrimos
que el Evangelio es vivo y eficaz, más cortante que espada de doble filo que
descubre los pensamientos del corazón y penetra hasta las entrañas mismas del
corazón que está dispuesto a amar. Es un Evangelio que arranca a Francisco de
su vida eremítica y lo lanza por los caminos de la misión al encuentro de los
hombres y de la historia. El envío a la misión resuena en Francisco cual torrente de agua limpia, fresca y
cristalina al caer de las montañas. Es una llamada a la movilidad, a la
itinerancia. A dejar las ataduras y ponerse
en camino a surcar el mundo, a impregnar a la Iglesia y al mundo entero de la
frescura del Evangelio a través de una vida sencilla y despojada de todo.
Otro aspecto muy
importante en la vida del apóstol, del mensajero es precisamente el Anuncio, el
mensaje y su contenido. No se van a anunciar ellos mismos. No van a llevar su
propio mensaje. Van a anunciar, a llevar la Buena Nueva que Jesús les ha
encomendado a sus discípulos y se trata del mensaje fundamental de la paz,
porque la paz es el fruto de la justicia, porque donde hay paz está Dios y
donde está Dios no falta nada, por eso el deseo de paz fue, es y será siempre
el distintivo del cristiano, pero ante todo será en la práctica diaria donde
éste deseo se hará realidad. “En cualquier lugar casa en que entren digan: ‘Paz
a esta casa’. Si hay allí un hijo de la
paz, su deseo de paz descansará sobre él; si no, volverá a ustedes”.
¡La Paz! Este es
el mensaje. Evangelizar es ante todo anunciar la paz, la gran paz mesiánica, la
que reconcilia a los hombres con Dios y la que ha de reconciliar a los hombres
entre unos con otros, transformando sus relaciones y creando ambientes de igualdad y justicia, una paz que
libere de toda esclavitud. Esta paz sólo puede ser anunciada por alguien que ha
hecho del Evangelio su forma de vida, por alguien libre de codicias y sin
ningún afán de poder. La pobreza radical será la insignia de Francisco y será
una pobreza en todos los aspectos. Porque igual, será la pobreza del Hijo de
Dios que siendo rico por nosotros se hizo pobre para enriquecernos con su
riqueza. Así es como Francisco consigue asemejarse totalmente a Jesucristo a
través de ser un “Evangelio viviente””.
Así pues éste es
el Evangelio que, apenas escuchado por el corazón de Francisco, le pone en
movimiento: “Recorría ciudades y castillos, -cuenta Celano- anunciando el Reino
de Dios, predicando la paz”. (1Cel 36). Esta será una de las grandes
características del Seráfico Padre hasta el final de su vida: La paz.
PARA REVISAR MI VIDA:
1.
¿Qué
lugar práctico ocupa en mi la lectura, oración y práctica del Evangelio en mi
vida diaria?
2.
¿Qué
es lo que tengo que dejar, a qué debo renunciar para ser un verdadero Apóstol
del Evangelio?
3.
¿Estoy
dispuesto a dejarlo? ¿Cómo, cuándo?
4.
¿Qué
importancia le doy en mi vida a la
misión, al apostolado?
5.
¿Confío
plenamente en la Providencia de Dios, o me fío más de mí mismo a la hora de anunciar el Evangelio?
6.
¿Soy
persona constructora de paz en mi entorno?
7.
¿Qué
tipo de paz anuncio: la Mesiánica o la de mis propios intereses y convicciones?
8.
¿Soy
una persona justa con los que me rodean?
Oración Simple
Señor,
haz de mi un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.
Oh Señor, que yo no busque tanto
ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.
Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.
Oh Señor, que yo no busque tanto
ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.
Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.
Atribuida a San Francisco de Asís.
Reza
tres Padres Nuestros, tres Ave María y Gloria al Padre.
SEXTO DIA
6. FRANCISCO EL HERMANO UNIVERSAL
ORACIÓN ANTE EL CRUCIFIJO
(OrCr)
¡Oh alto y glorioso Dios!
ilumina las tinieblas de mi
corazón.
Dame fe recta, esperanza
cierta, caridad perfecta;
acierto y conocimiento, oh
Señor,
para cumplir tu santo y
veraz mandato.
Amén.
TEXTO BÍBLICO PARA REFLEXIONAR
Entonces dijo
Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a
nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos,
en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la
tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón
y hembra los creó. Y los bendijo Dios,
y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla,
y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las
bestias que se mueven sobre la tierra. (Génesis 1,26-28).
¿No tenemos
todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué, pues, nos
portamos deslealmente el uno contra el otro, profanando el pacto de nuestros
padres? (Malaquías 2,10).
Francisco se ha
convertido en misionero, en hermano itinerante al estilo de los discípulos de
Cristo por el mundo. Nunca pasó por su cabeza fundar una orden, menos, mucho
menos tres con todas su ramificaciones que son muchos centenares de las mismas.
Francisco simplemente quiere vivir el Evangelio. Pero el Señor que no se deja
ganar en generosidad pronto se encargó de que aquél hermano no fuera un
antisigno del Reino. El Reino es comunión, es unidad, es lugar de fraternidad,
de igualdad, de servicio y minoridad y si Francisco había decidido, o mejor
dicho si Dios había decidido que Francisco fuese signo de ese Reino, entonces
no podía vivir solo la aventura evangélica. Es el mismo Señor quien le da
hermanos. Curiosamente fueron los que antes habían compartido con él su otro
estilo de vida, pero conmovidos por su palabra y su ejemplo, se unieron a él.
Los primeros compañeros, los amigos de la juventud evangélica: Bernardo de
Quintavalle, Pedro Cattani, Gil… entre otros, muy pronto llegarían a sumar 12 y
pronto se multiplicarían. En 1220, serán 3000; en 1226 serán 5000. Sin haberlo
buscado, Francisco vio que se le confiaba la tarea nada fácil y muy delicada de
encarnar su inspiración evangélica en una comunidad-fraternidad humana cada vez
más numerosa.
Francisco no
quiere tomar el modelo que había de vida monástica de aquél tiempo. Para
Francisco el Hijo de Dios se había hecho camino y sólo a él había que seguir,
Él tenía que ser la única fuente de inspiración. Francisco se siente inspirado
directamente del Evangelio, es decir de Jesucristo: “Y después que el Señor me
dio hermanos, nadie me mostraba qué debía hacer, sino que el Altísimo mismo me
reveló que debía vivir según la forma del Santo Evangelio. Y yo lo hice
escribir en pocas palabras y sencillamente y el señor papa me lo confirmó”.
(Test 14,15).
Aquí tenemos la
inspiración más genuina de la consolidación vocacional de Francisco y de todos sus seguidores. La
nueva forma de vida evangélica se sitúa bajo el signo de la misión apostólica.
El modelo el mismo Jesucristo que anduvo de pueblo en pueblo, de aldea en aldea
y posteriormente en los discípulos enviados a misionar por Cristo.
Como
consecuencia de una vida itinerante, apostólica, es necesario el
desprendimiento, la pobreza, deben vivir como la gente del pueblo, trabajar
como ellos, sin ningún privilegio eclesiástico y cuando el fruto de su trabajo
no les alcance deben recurrir “a la mesa del Señor”, es decir, a la limosna.
Esta pobreza de misioneros itinerantes y mendicantes, la viven los hermanos en
estrecha comunión con Cristo, que no tenía piedra dónde reposar su cabeza y que
vivía también de la generosidad de sus amigos. (1 R 9,6).
Como
consecuencia de la misión-itinerancia y pobreza ahora nos encontramos con la
fraternidad. Una fraternidad entre iguales. Una fraternidad que no discrimina y
que comparte todo con el hermano y se preocupa por él, todos son iguales.
“Ninguno de los hermanos, dirá Francisco en la Regla de 1221, tenga potestad o
dominio y menos entre ellos”. (1 R 5,9).
Al irse
fraguando y consolidado este nuevo estilo de vida Francisco insistirá a tiempo
y a destiempo en que una cosa es necesaria: “Aspirar a tener el Espíritu del
Señor y su santa operación” nada más. Francisco era capaz de descubrir en el
universo entero la presencia siempre fresca de Dios, a tal grado que tras haber
inyectado el nuevo ideal evangélico, Dios mismo le concede la gracia de ser
sensible a las demás creaturas que hay en el universo entero. Todas ellas
hablan de la presencia de Dios. Todas ellas son signo de la cercanía y del amor
incondicional de Dios. Todas ellas son signo de comunión entre Dios y los
hombres. Pocos han tenido la sensibilidad que tuvo el Santo de Asís para
descubrir a Dios en sus creaturas. Por lo tanto, Francisco es el hermano
universal por dos aspectos concretos, a saber:
Después que el
Señor le da hermanos, Él mismo le dice lo que debe hacer, pero Francisco no se
queda sólo con esa inspiración que por lo demás sería suficiente, no, sino que
va a la presencia del Papa que es el signo de la universalidad de la Iglesia y
es él quien le confirma la nueva forma de vida, por eso es un hermano
universal. El otro aspecto es precisamente la sensibilidad y el respeto para
con toda la creación. Francisco descubre en todo la presencia de Dios y desde
ahí, se sirve de la creación para alabar y bendecir a Dios.
PARA REVISIÓN DE
VIDA
1.
¿Me
descubro y vivo verdaderamente como alguien echo a imagen y semejanza de Dios?
2.
¿Soy
signo del Reino de Dios ante los demás por mi trato igual para con todos?
3.
¿Considero
a quienes viven conmigo como un regalo de Dios o como una carga que tengo que
soportar?
4.
¿Qué
importancia tiene la misión en mi de acuerdo con mi propio estilo de vida?
5.
¿Me
siento superior a los demás o procuro ser una persona justa e igual con todos?
6.
¿Soy
capaz de descubrir en la creación la presencia amorosa de Dios?
7.
¿Cuál
es mi compromiso de cara a la creación?
Cántico de las criaturas
Altísimo,
omnipotente, buen Señor,
tuyas son las alabanzas,
la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, te corresponden
y ningún hombre es digno de pronunciar tu nombre.
Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,
especialmente el señor hermano sol,
él es el día y por él nos alumbras;
y es bello y radiante con gran esplendor:
de ti. Altísimo, lleva significación.
Loado seas, mi Señor,
por la hermana luna y las estrellas:
en el cielo las has formado
claras y preciosas y bellas.
Loado seas, mi Señor, por el hermano viento,
y por el aire y el nublado y el sereno y todo tiempo,
por el cual a tus criaturas das sustento.
Loado seas, mi Señor, por la hermana agua,
que es muy útil y humilde y preciosa y casta.
Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego,
por el cual alumbras la noche:
y es bello y alegre y robusto y fuerte.
Loado seas, mi Señor,
por nuestra hermana la madre tierra,
que nos sustenta y gobierna
y produce distintos frutos
con flores de colores y hierbas.
Loado seas, mi Señor,
por los que perdonan por tu amor
y sufren enfermedad y tribulación.
Bienaventurados aquellos que las sufren en paz,
pues por ti, Altísimo, coronados serán.
Loado seas, mi Señor,
por nuestra hermana la muerte corporal
de la cual ningún hombre vivo puede escapar.
¡Ay de aquellos que morirán en pecado mortal!
Bienaventurados
los que encontrará en tu santísima voluntad,
pues la muerte segunda no les hará mal.
Load y bendecid a mi Señor,
y dadle gracias y servidle con gran humildad
tuyas son las alabanzas,
la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, te corresponden
y ningún hombre es digno de pronunciar tu nombre.
Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,
especialmente el señor hermano sol,
él es el día y por él nos alumbras;
y es bello y radiante con gran esplendor:
de ti. Altísimo, lleva significación.
Loado seas, mi Señor,
por la hermana luna y las estrellas:
en el cielo las has formado
claras y preciosas y bellas.
Loado seas, mi Señor, por el hermano viento,
y por el aire y el nublado y el sereno y todo tiempo,
por el cual a tus criaturas das sustento.
Loado seas, mi Señor, por la hermana agua,
que es muy útil y humilde y preciosa y casta.
Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego,
por el cual alumbras la noche:
y es bello y alegre y robusto y fuerte.
Loado seas, mi Señor,
por nuestra hermana la madre tierra,
que nos sustenta y gobierna
y produce distintos frutos
con flores de colores y hierbas.
Loado seas, mi Señor,
por los que perdonan por tu amor
y sufren enfermedad y tribulación.
Bienaventurados aquellos que las sufren en paz,
pues por ti, Altísimo, coronados serán.
Loado seas, mi Señor,
por nuestra hermana la muerte corporal
de la cual ningún hombre vivo puede escapar.
¡Ay de aquellos que morirán en pecado mortal!
Bienaventurados
los que encontrará en tu santísima voluntad,
pues la muerte segunda no les hará mal.
Load y bendecid a mi Señor,
y dadle gracias y servidle con gran humildad
Reza Tres Padres Nuestro, Tres Aves María con Gloria
al Padre…
SEPTIMO DIA
7. La explosión del Amor purísimo en el corazón de Francisco
ORACIÓN ANTE EL CRUCIFIJO
(OrCr)
¡Oh alto y glorioso Dios!
ilumina las tinieblas de mi corazón.
Dame fe recta, esperanza
cierta, caridad perfecta;
acierto y conocimiento, oh
Señor,
para cumplir tu santo y
veraz mandato. Amén.
TEXTO BÍBLICO PARA
REFLEXIONAR
Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a
una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre
llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
Y entrando, le dijo: Alégrate, llena de gracia, el
Señor está contigo.
Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué
significaría aquel saludo.
El ángel le dijo: No temas, María, porque has
hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un
hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del
Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la
casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin. María respondió al
ángel: ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón? El ángel le respondió: El
Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. (Lc
1,26-35).
Es una gracia de Dios para todos los hijos de
Francisco la devoción a la Santísima Virgen María que nuestro Seráfico Padre nos ha legado. No
se trata tan sólo de una piedad romántica y externa sino que debe de
transformar el interior de todo hijo de Francisco. La profunda devoción y piedad mariana del Santo de Asís es evidente desde
la época de su conversión: Bernardo de Quintavalle, que lo hospedó algunas
veces en su casa, observando su comportamiento, "lo veía pasar las noches
en oración, durmiendo poquísimo y alabando al Señor y a la gloriosa Virgen su
Madre, y pensaba, lleno de admiración: 'Realmente, este hombre es un hombre de
Dios" (2Cel., 24).
Así pues en primer
lugar nos encontramos ante un maestro de oración, pero además de eso, nos
encontramos con un corazón enamorado. Sí un corazón enamorado de lo más
hermosos que Dios podía dar a la humanidad después de Jesucristo: María. A
quien sin lugar a dudas, Dios también amó con singular predilección. La virgen
pura. Su pureza fue tal que Dios la eligió para ser la Madre de su Hijo, la
Esposa del Espíritu Santo y Madre de la Iglesia. La Virgen llena de Gracias. Y
cómo no iba a estarlo si llevó dentro de sí todo el Espíritu del Señor y su
santa operación al decirle “sí” al plan a proyecto que Dios tenía para ella. La
Madre de la Iglesia. Si Jesucristo su Hijo es la Piedra angular donde se
levanta todo el edificio y queda ensamblado para gloria de Dios aquí en la
tierra, María va a ser la Madre de toda la Iglesia y por ello al final de
camino de la Cruz Jesucristo en medio de su dolor de su agonía, pero sobre todo
en medio del amor abrasador para la humanidad nos la da como nuestra Madre.
¡Qué amor tan grande debió tenernos y debe tenernos Jesucristo para darnos a su
Madre como nuestra Madre! Centrémonos pues en este amor puro y virginal de
Francisco para con la Madre de Dios. Y tratemos de acercarnos también nosotros
con un corazón puro limpio y pidamos a María nos conceda la gracia de amar y
servir a Jesucristo de manera fiel y constante como ella lo hizo.
El amor especial que
el “Poverello de Asís” sentía por la
Madre del Hijo de Dios lo manifestó desde los primeros momentos de su
conversión, pero también de alguna manera en la elección de residir en la
Porciúncula, "una iglesita dedicada a la santísima Virgen: una
construcción antigua, pero entonces del todo descuidada y abandonada. Cuando el
hombre de Dios la vio tan abandonada, empujado por su fervorosa devoción por la
Reina del mundo, puso allí su morada, con intención de repararla. Allí gozaba a
menudo de la visita de los Ángeles, como parecía indicar el nombre de la iglesia
misma, llamada desde antiguo Santa María de los Ángeles. Por eso la eligió como
residencia, por su veneración por los ángeles y su especial amor por la Madre
de Cristo" (L.Mayor, II,8).
Francisco amaba de
manera particular aquel lugar, lo amaba "más que todos los demás lugares
del mundo. Aquí, en efecto, conoció la humildad de los comienzos, aquí progresó
en las virtudes, aquí alcanzó felizmente la meta. En el momento de la muerte
recomendó este lugar a los frailes, como el más querido de la Virgen" (Ibid.),
"porque quería que la Orden de los Menores creciera y se desarrollara,
bajo la protección de la Madre de Dios, allí donde, por méritos de ella, había
tenido su origen" (L.Mayor, III,5). El autor de la vida de S. Clara añade:
"Este es aquel lugar famoso donde dio comienzo el nuevo ejército de los
pobres, guiado por Francisco, de modo que apareció claramente que fue la Madre
de la Misericordia la que dio a luz en su morada a una y otra Orden" (L.
S.Clara, 8).
Fijémonos que manera
tan fina y elegante la de los primeros biógrafos de San Francisco para darnos a
conocer a modo de filigrana la manera extraordinaria de la experiencia
espiritual de Francisco desde sus inicios hasta el final de su vida terrena y
que se sigue cultivando hasta el día de hoy en ése pequeño y gran tesoro de
Santa María de los Ángeles. Francisco no la quería por su forma materia, aunque
también, por ser pequeña y humilde, verdaderamente como la Madre de Jesús, pero
no sólo por eso, sino porque ahí se daban cita los más excelsos personajes que
alababan y glorificaban eternamente a Dios. Esto es lo que hace que Francisco
ame con especial predilección ese lugar, pero lo ama ante todo y sobre todo
porque está construido en honor a María la Madre de Dios.
Concretamente
el amor y el afecto de Francisco por María Santísima se manifiestan también en
el Saludo a la Bienaventurada Virgen María, himno de alabanza que exalta la
divina maternidad, obra de Dios, Trino y Uno.
Lo
anterior es muy importante: si Francisco exalta la santidad de María, lo hace
reconociendo y sobre-exaltando la santidad del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Por lo tanto Francisco reconoce que lo que en María se ha realizado es
obra de la Santísima Trinidad y no mérito ni obra de María. El himno de
alabanza que Francisco escribe para saludar a María es uno de los textos más
genuinos y hermosos que nuestro Padre nos ha dejado. Tratemos de entrar en un
ambiente de oración y reflexión en la profundidad espiritual de este cántico.
Saludo a la bienaventurada Virgen María
"¡Salve,
Señora, santa Reina, santa Madre de Dios,
María virgen hecha Iglesia,
elegida por el santísimo Padre del cielo,
consagrada por él con su santísimo Hijo amado
y el Espíritu Santo Defensor,
en ti estuvo y está toda la plenitud de la gracia y todo bien!
¡Salve, palacio de Dios!
¡Salve, tabernáculo de Dios!
¡Salve, casa suya!
¡Salve, vestidura suya!
¡Salve, esclava suya!
¡Salve, Madre suya!
y ¡salve, todas vosotras, santas virtudes,
que por la gracia e iluminación del Espíritu Santo,
sois infundidas en los corazones de los fieles,
para hacerlos de infieles, fieles a Dios!"
María virgen hecha Iglesia,
elegida por el santísimo Padre del cielo,
consagrada por él con su santísimo Hijo amado
y el Espíritu Santo Defensor,
en ti estuvo y está toda la plenitud de la gracia y todo bien!
¡Salve, palacio de Dios!
¡Salve, tabernáculo de Dios!
¡Salve, casa suya!
¡Salve, vestidura suya!
¡Salve, esclava suya!
¡Salve, Madre suya!
y ¡salve, todas vosotras, santas virtudes,
que por la gracia e iluminación del Espíritu Santo,
sois infundidas en los corazones de los fieles,
para hacerlos de infieles, fieles a Dios!"
PARA
REVISIÓN DE NUESTRA VIDA
1.
¿Qué
lugar ocupa la Madre de Dios en mi vida?
2.
¿Soy
consciente de la obra que Dios ha realizado en la humanidad por medio de la Madre de Jesús?
3.
¿Cómo
expreso mi devoción y mi gratitud a María por ser mi principal intercesora?
4.
¿Soy
capaz de fomentar la devoción a María o me avergüenzo de ello?
Rezar
Tres Padre Nuestro. Tres Ave Marías. Tres Gloria al Padre…
OCTAVO DIA
8. EL CUERPO Y LA SANGRE DEL SEÑOR: EUCARISTÍA MILAGRO DE AMOR Y DE
HUMIDAD
CONTEMPLADO POR FRANCISCO.
ORACIÓN ANTE EL CRUCIFIJO (OrCr)
¡Oh alto y glorioso Dios!
ilumina las tinieblas de mi corazón.
Dame fe recta, esperanza cierta, caridad perfecta;
acierto y conocimiento, oh Señor,
para cumplir tu santo y veraz mandato.
Amén.
En esta pequeña meditación o reflexión quisiera que nos adentrásemos con
un corazón muy, muy humilde y puro al corazón de Francisco, pero sobre todo al
de Jesucristo, mismo que se nos revela vivo y presente en la su Cuerpo y en su
Sangre. Necesitamos pues revestirnos de esa gracia y santidad que nos han sido
dadas desde el día de nuestro bautismo y que renovamos día a día en cada
Eucaristía que celebramos. Es necesario el Espíritu del Señor y su santa
operación para que logremos no sólo entender desde los ojos de la fe, sino
también desde el amor y el compromiso y revalorar este santísimo misterio que
es la fuente de la Santidad y de la gracia divina para todo cristiano que se acerca
humildemente a este Santísimo Misterio
que es Acción de gracias por excelencia, pero que sobre todo y ante todo es
sacrificio. Y no cualquier sacrificio, sino el de Cristo, el Cordero inmaculado
que se hizo en todo semejante a nosotros menos en el pecado.
Es importante resaltar que Francisco no pierde nunca de vista el
carácter sacrificial de la Misa: La Eucaristía es la conmemoración del
Sacrificio de Cristo y renueva para nosotros hoy los frutos de la Redención.
Unos frutos que nos hemos de empeñar en aceptar y recibir dignamente para que
podamos de la misma manera convertirnos en otros Cristos. Esto suena un poco
raro, pero ¿no es acaso cuando comemos el Cuerpo del Señor Jesucristo y bebemos
su Sangre el momento más intenso de comunión y de unión con Él? Desde luego que
sí. No existe ninguna duda al respecto al menos para los que tenemos fe y
creemos que así es. En el momento de la comunión del Cuerpo y Sangre del Señor
el entra dentro de nosotros y nosotros lo contenemos todo a Él, es como si no fueran
dos personas sino una sola, sí una sola porque el Amor transforma y la
Eucaristía, el Cuerpo y la Sangre de Cristo son lo más exquisito del Amor de
Dios.
La Eucaristía, siendo la actualización del sacrificio de la Nueva
Alianza, ofrece a los hombres de todos los tiempos, la salvación operada antaño
por el Señor. Francisco comprendió que, si el Señor instituyó la Eucaristía,
fue para transmitir a todos los hombres los frutos del Sacrificio de la Cruz.
Si no ¿Qué sentido tendría celebrar la Misa hoy? ¿Para qué asistir a Misa si
fuera sólo una comedia, una representación, una obra de teatro? No, no es así
La cruz no es teatro, la cruz es vida y genera vida siempre cuando se lleva con
dignidad y se acepta por amor. Por amor la aceptó Jesucristo. Por amor nos
entrega su Cuerpo y su Sangre bajo las apariencias de pan y de vino.
Dejemos ahora a nuestro Seráfico Padre que nos hable de corazón a
corazón. Él que se consideró indigno de consagrar el pan y el vino en el Cuerpo
y Sangre de Cristo, tiene una experiencia eucarística extraordinaria. Leamos
con atención y metámonos dentro del misterio del Amor de Dios y de Francisco.
Del cuerpo del Señor
Dice el Señor Jesús a sus
discípulos: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre sino por
mí. Si me conocierais a mí, ciertamente conoceríais también a mi Padre; y desde
ahora lo conoceréis y lo habéis visto. Le dice Felipe: Señor, muéstranos al
Padre y nos basta. Le dice Jesús: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y
no me habéis conocido? Felipe, el que me ve a mí, ve también a mi Padre (Jn
14,6-9).
El Padre habita en una luz
inaccesible (cf. 1 Tim 6,16), y Dios es espíritu (Jn 4,24), y a Dios nadie lo
ha visto jamás (Jn 1,18). Por eso no puede ser visto sino en el espíritu,
porque el espíritu es el que vivifica; la carne no aprovecha para nada (Jn
6,64).
Pero ni el Hijo, en lo que es igual
al Padre, es visto por nadie de otra manera que el Padre, de otra manera que el
Espíritu Santo. De donde todos los que vieron al Señor Jesús según la
humanidad, y no vieron y creyeron según el espíritu y la divinidad que él era
el verdadero Hijo de Dios, se condenaron. Así también ahora, todos los que ven
el sacramento, que se consagra por las palabras del Señor sobre el altar por
mano del sacerdote en forma de pan y vino, y no ven y creen, según el espíritu
y la divinidad, que sea verdaderamente el santísimo cuerpo y sangre de nuestro
Señor Jesucristo, se condenan, como lo atestigua el mismo Altísimo, que dice:
Esto es mi cuerpo y mi sangre del nuevo testamento, [que será derramada por
muchos] (cf. Mc 14,22.24); y: Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida
eterna (cf. Jn 6,55). De donde el espíritu del Señor, que habita en sus fieles,
es el que recibe el santísimo cuerpo y sangre del Señor. Todos los otros que no
participan del mismo espíritu y se atreven a recibirlo, comen y beben su
condenación (cf. 1 Cor 11,29).
De donde: Hijos de los hombres, ¿hasta
cuándo seréis de pesado corazón? (Sal 4,3). ¿Por qué no reconocéis la verdad y
creéis en el Hijo de Dios? (cf. Jn 9,35).
Ved que diariamente se humilla (cf.
Fil 2,8), como cuando desde el trono real (Sab 18,15) vino al útero de la
Virgen; diariamente viene a nosotros él mismo apareciendo humilde; diariamente
desciende del seno del Padre (cf. Jn 1,18) sobre el altar en las manos del
sacerdote. Y como se mostró a los santos apóstoles en carne verdadera, así
también ahora se nos muestra a nosotros en el pan sagrado. Y como ellos, con la
mirada de su carne, sólo veían la carne de él, pero, contemplándolo con ojos
espirituales, creían que él era Dios, así también nosotros, viendo el pan y el
vino con los ojos corporales, veamos y creamos firmemente que es su santísimo
cuerpo y sangre vivo y verdadero.
Y de este modo siempre está el Señor
con sus fieles, como él mismo dice:
Ved que yo estoy con vosotros hasta
la consumación del siglo (cf. Mt 28,20).
REVISIÓN DE VIDA
¿Cuánto tiempo dedico a la oración antes de celebrar la Eucaristía para
recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo?
¿Soy consciente de que verdaderamente comulgo el Cuerpo y la Sangre del
Señor, o simplemente lo hago por costumbre?
¿Considero que cuando comulgo estoy lo suficientemente limpio de culpa?
¿Cuáles son los frutos de mi Comunión con el Cuerpo y la Sangre de
Cristo?
¿Cuánto tiempo dedico a la Adoración del Santísimo Cuerpo de Cristo en
el tabernáculo?
¿Soy consciente de que cuando comulgo me convierto en un sagrario
viviente, y que a donde voy allá llevo a Jesucristo conmigo?
¿Cuál es mi actitud ante todo lo anterior?
Carta primera a los fieles (1CtaF
1,1-5; 2,1-8)
1Todos los que aman al Señor con
todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente, con todas las fuerzas,
y aman a sus prójimos como a sí mismos (cf. Mt 22,37.39; Mc 12,30), 2y
odian a sus cuerpos con sus vicios y pecados, 3y reciben el cuerpo y
la sangre de nuestro Señor Jesucristo, 4y hacen frutos dignos de
penitencia: 5¡Oh cuán bienaventurados y benditos son ellos y ellas,
mientras hacen tales cosas y en tales cosas perseveran!
1Pero todos aquellos y aquellas que no viven en
penitencia, 2y no reciben el cuerpo y la sangre de nuestro Señor
Jesucristo, 3y se dedican a vicios y pecados, y que andan tras la mala
concupiscencia y los malos deseos de su carne, 4y no guardan lo que
prometieron al Señor, 5y sirven corporalmente al mundo con los
deseos carnales y las preocupaciones del siglo y los cuidados de esta vida: 6Apresados
por el diablo, cuyos hijos son y cuyas obras hacen (cf. Jn 8,41), 7están
ciegos, porque no ven la verdadera luz, nuestro Señor Jesucristo. 8No
tienen la sabiduría espiritual, porque no tienen al Hijo de Dios, que es la
verdadera sabiduría del Padre.
Reza tres Padres Nuestros. Tres Aves
Marías y tres gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
NOVENO DIA
9. FRANCISCO REFLEJO DE LA HUMIDAD EVANGÉLICA
TEXTO BÍBLICO PARA REFLEXIONAR
«Aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón» (Mt 11,191.)
Oración
ante el Cristo de San Damián
Sumo y glorioso Dios
Sumo y glorioso Dios,
ilumina las tinieblas
de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento.
Señor, para que cumpla
tu santo y veraz mandamiento.
Toda reflexión sobre la
humildad tiene que, subrayar, su especificidad cristiana, que hunde sus raíces
en la persona de Jesús, misterio y manifestación plena de la revelación de
Dios: su “Amor”. Por el mismo camino
cristológico del amor procede Francisco de Asís: la humildad es hermana de la
pobreza (SV 2) y las dos juntas se convierten en regla de vida para sus
hermanos (R 10,.1 bull 9 1; Reg. bull. 6, 29). En la espiritualidad franciscana
la humildad aparecerá como la raíz de la perfección evangélica: sólo se la
encuentra en la fe en Cristo, trascendiendo las capacidades naturales del
hombre (Buenaventura, De pefectione evangelica, y solutio). Es precisamente
esta altísima virtud la que envolvió a Francisco desde aquél momento que se
encontró con el “Amor de su Vida” “Amor que plenifica”. La humildad y la
sencillez se convertirán en el estandarte ondeará Francisco durante toda su
vida.
la humildad es una actitud
general del espíritu, que mueve a la obediencia a la voluntad del Padre y al
servicio al prójimo. Son esto los rasgos entre otros muchos que hemos venido
descubriendo del Seráfico Padre. No se cansará de repetir siempre: Sólo una
cosa es necesaria: “Poseer el Espíritu del Señor y su santa operación”. Sólo a
través de esta posesión y actuación del Espíritu Francisco podrá obedecer
siempre hasta el último de los novicios que acaba de ingresar en la Orden. Esta
obediencia a la Voluntad del Padre le lleva evidentemente a servir al Prójimo y
lo que antes le parece amargo para el cuerpo, se convierte en dulzura del alma,
y se va a servir a los pobres de entre los más pobres: A los Leprosos, a los
marginados, a los “malditos de Dios”. Francisco se hace uno de ellos por amor
al Evangelio.
Con Francisco de Asís
podemos decir entonces que Dios «es humildad" (Alabanzas del Dios
altisimo, 4). La actitud humilde de Cristo manifiesta en la historia que la
humildad está en el centro de la vida divina: es la percepción inmediata de su
amor ( 1 Jn 4,8.16). ¿Acaso la kénosis del Hijo no remite a un misterio
kenótico que se ha de situar en el centro de la Trinidad? Claro que sí! “Cristo
a pesar de su condición Divina no hizo alarde de su categoría de Dios, al
contrario, se anonado a sí mismo y tomó la condición de esclavo, pasando como
uno de tantos”. (Fil 2,6-7). Ésta es la verdadera humildad, vaciarse de sí mismo
para llenarse de Dios y de las necesidades de las personas.
En el A. T. tenemos la persona más humilde que hay sobre la tierra,
según la Biblia es Moisés. Él fue el hombre más humilde que había sobre la
tierra, y al mismo tiempo, afirma que nadie trataba con Dios como él. Aquí nos
encontramos con dos aspectos muy importantes que van muy unidos y que Francisco
vivió de manera radical: humildad y encuentro con Dios. Nadie trata con Dios,
como Moisés, porque Dios habla con Moisés cara a cara, en la carpa del
encuentro. Y al mismo tiempo él era la persona más humilde que había sobre la
tierra. Aquí se ve bien claro que lo
que genera la verdadera humildad es el
encuentro con Dios. Francisco de alguna manera sigue a Cristo pobre humilde y
crucificado, pero además habla con Él, se deja ver por Él, por eso francisco se
transfigura, se “Cristifica”.
Mientras más encuentro con el Señor tengamos, auténtico encuentro con el
Señor, de diálogo de amistad, de escucha, de contemplación al estilo de Moisés,
más humildad llega a nosotros. Más capacidad de reconocernos tal cual somos.
Tal cual somos, ni más ni menos. Esta fue precisamente la gran riqueza de San
Francisco: “Lo que uno es ante Dios eso es y nada más”. ¡Qué claro lo tenía!
El resultado de ese encuentro entre el Dios de Abrahám, de Isaac, y de
Jacob, como le dice Dios en la revelación que tiene a Moisés en la zarza
ardiendo es un Moisés al que le resplandece el rostro. A tal grado es el
resplandor del rostro en Moisés, que los compatriotas suyos, los paisanos suyos
se sienten como encandilados por la mirada de Moisés. Y Moisés tiene que
ponerse un velo cada vez que sale del encuentro con Dios.
En la pesca milagrosa encontramos un acontecimiento similar a éste, que
resulta del encuentro entre Dios y la condición humana. Simón está siendo
invitado a asumir la condición de líder de la barca de Jesús. Sobre su propia
barca recibe la visita del Señor y tiene un acontecimiento increíble. Él ha
intentado pescar toda la noche junto a sus compañeros de pesca. No consiguen
nada y por indicación de Jesús se mete mar adentro, obedeciendo en la fe, y
pesca como nunca había pescado antes. Tantos peces habían sacado que tienen que
llamar a los compañeros de la otra barca para que le ayuden a llevar la
cantidad de peces que han sacado.
¿Cuál es la reacción de Pedro? “Apártate de mí Señor, porque soy un
pecador.” Es decir, la manifestación de la grandeza de Dios, genera en Simón el
reconocimiento de quien es: yo soy un pecador. Pero rápidamente Jesús supera lo
que, podría haber sido el riesgo de apartarse de Simón, y lo abraza desde el
lugar donde Simón tiene más posibilidades de descubrir lo que es su próxima
misión, o su nueva misión: desde ahora te haré pescador de hombres.
El Poverello de Asís descubrió claramente esto y se dio cuenta que la
“empresa” que se le encomendaba no era obra suya ni sería el fruto de su
trabajo, de su cansancio, de su esfuerzo y desvelo, sino que sería gracia de
Dios y así tendría que aceptarlo y vivirlo. Esto era necesario para que
permaneciera fiel a lo que Dios le había confiado. Por esto Francisco a pesar
de todo fue el hombre más feliz sobre la faz de la tierra, porque la alegría
que vertía venía de su Señor con el cual se encontraba de manera permanete.
Por lo tanto, la humildad es fruto del encuentro. El encuentro nos
ubica. Y el resultado es el resplandor y la alegría. La verdadera alegría brota
de la verdadera humildad.
EN ESTA ÚLTIMA MEDITACIÓN DEJO ABIERTA LA POSIBILIDAD DE LA REFLEXIÓN Y
REVISIÓN DE VIDA.
Para Orar:
Saludo a las virtudes
¡Salve, reina sabiduría,
el Señor te salve con tu hermana
la santa pura simplicidad!
¡Señora santa pobreza,
el Señor te salve con tu hermana
la santa humildad!
¡Señora santa caridad,
el Señor te salve con tu hermana
la santa obediencia!
¡Santísimas virtudes, a todas os salve el Señor,
de quien venís y procedéis!
No hay absolutamente nadie en el mundo entero
que pueda poseer una de vosotras si antes no muere
a sí mismo.
Quien posee una y no ofende a las otras,
las posee todas.
Y quien ofende a una, ninguna posee
y a todas ofende.
Y cada una confunde a los vicios y pecados.
La santa sabiduría confunde a Satanás
y a toda su malicia.
La pura santa simplicidad confunde
a toda la sabiduría de este mundo
y a la sabiduría del cuerpo.
La santa pobreza
confunde a la codicia y la avaricia
y a las preocupaciones de este mundo.
La santa humildad confunde a la soberbia
y a todos los hombres del mundo,
y a todo lo que hay en el mundo.
La santa caridad
confunde a todas las tentaciones
diabólicas y carnales y a todos los temores camales.
La santa obediencia
confunde a todos los propios
quereres corporales y carnales;
y mantiene mortificado
su cuerpo para obedecer al espíritu y para obedecer a su
hermano, y está sujeto y sometido a todos los hombres
que hay en el mundo;
y no sólo a los hombres, sino
también a todas las bestias y fieras, para que, en cuanto
les sea dado de lo alto por el Señor, puedan
hacer de él lo que quiera
el Señor te salve con tu hermana
la santa pura simplicidad!
¡Señora santa pobreza,
el Señor te salve con tu hermana
la santa humildad!
¡Señora santa caridad,
el Señor te salve con tu hermana
la santa obediencia!
¡Santísimas virtudes, a todas os salve el Señor,
de quien venís y procedéis!
No hay absolutamente nadie en el mundo entero
que pueda poseer una de vosotras si antes no muere
a sí mismo.
Quien posee una y no ofende a las otras,
las posee todas.
Y quien ofende a una, ninguna posee
y a todas ofende.
Y cada una confunde a los vicios y pecados.
La santa sabiduría confunde a Satanás
y a toda su malicia.
La pura santa simplicidad confunde
a toda la sabiduría de este mundo
y a la sabiduría del cuerpo.
La santa pobreza
confunde a la codicia y la avaricia
y a las preocupaciones de este mundo.
La santa humildad confunde a la soberbia
y a todos los hombres del mundo,
y a todo lo que hay en el mundo.
La santa caridad
confunde a todas las tentaciones
diabólicas y carnales y a todos los temores camales.
La santa obediencia
confunde a todos los propios
quereres corporales y carnales;
y mantiene mortificado
su cuerpo para obedecer al espíritu y para obedecer a su
hermano, y está sujeto y sometido a todos los hombres
que hay en el mundo;
y no sólo a los hombres, sino
también a todas las bestias y fieras, para que, en cuanto
les sea dado de lo alto por el Señor, puedan
hacer de él lo que quiera
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