LECTIO DIVINA QUINTO SÁBADO DE CUARESMA. Jesús debía morir para congregar a los hijos de Dios, que estaban dispersos.
LECTIO DIVINA QUINTO SÁBADO DE CUARESMA
Ezequiel: 37,21-28. Juan: 11,45-56
Jesús debía morir para congregar a los hijos de Dios, que estaban dispersos.
LECTIO
PRIMERA LECTURA
Haré de ellos un solo pueblo.
Del libro del profeta Ezequiel: 37,21-28
Esto dice el Señor Dios: "Voy a recoger de las naciones a donde emigraron, a todos los israelitas; de todas partes los congregaré para llevados a su tierra. Haré de ellos un solo pueblo en mi tierra, en los montes de Israel; habrá un solo rey para todos ellos y nunca más volverán a ser dos naciones, ni a dividirse en dos reinos.
Ya no volverán a mancharse con sus ídolos, sus abominaciones y con todas sus iniquidades; yo los salvaré de las infidelidades que cometieron y los purificaré; ellos van a ser mi pueblo y yo voy a ser su Dios.
Mi siervo David será su rey y todos ellos no tendrán más que un pastor; cumplirán mis mandamientos y pondrán por obra mis preceptos. Habitarán en la tierra que di a mi siervo Jacob y en la que habitaron los padres de ustedes, y ahí vivirán para siempre ellos, sus hijos y sus nietos; mi siervo David será su rey para siempre.
Voy a hacer con ellos una alianza eterna de paz. Los asentaré, los haré crecer y pondré mi santuario entre ellos para siempre. En medio de ellos estará mi templo: yo voy a ser su Dios y ellos van a ser mi pueblo.
Las naciones sabrán que yo soy el Señor que santifica a Israel, cuando vean mi santuario en medio de ellos para
siempre".
Palabra de Dios.
R/. Te alabamos, Señor.
En la segunda fase de su ministerio profético, después de haber predicado el castio, Ezequiel anuncia simbólicamente (vv. 16s) la vuelta de Israel del destierro (v. 21) y la reunificación en un solo pueblo en los montes de Israel (v. 22), bajo la guía de un único rey-pastor (v. 22.24). El castigo anunciado ya ha tenido lugar (la deportación del año 586 a.C.): pero tiene un carácter terapéutico y es temporal, con vistas a purificar la idolatría (v. 23) y curar las desobediencias (v. 24). La promesa de Dios, por el contrario, es una alianza de paz eterna (v. 26): el Espíritu del Señor reposa en su pueblo (v. 14) y el pueblo está llamado a reposar en la tierra de su Dios (vv. 25s), en paz y prosperidad (vv. 26-28). Dios morará en medio de su pueblo para siempre (v. 27s).
Esta realidad revelará a todos quién es YHWH: “El Señor que consagra a Israel” (v. 28), y quién es Israel: el pueblo consagrado por la presencia de su Dios. En términos más familiares, como dice Dios por boca del profeta: "Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo" (v. 27), con toda la carga afectiva manifestada en estos posesivos.
EVANGELIO
Jesús debía morir para congregar a los hijos de Dios, que estaban dispersos.
Del santo Evangelio según san Juan: 11,45-56
En aquel tiempo, muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver que Jesús había resucitado a Lázaro, creyeron en él. Pero algunos de entre ellos fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.
Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron al sanedrín y decían: "¿Qué será bueno hacer? Ese hombre está haciendo muchos prodigios. Si lo dejamos seguir así, todos van a creer en él, van a venir los romanos y destruirán nuestro templo y nuestra nación".
Pero uno de ellos, llamado Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: "Ustedes no saben nada. No comprenden que conviene que un solo hombre muera por el pueblo y no que toda la nación perezca". Sin embargo, esto no lo dijo por sí mismo, sino que, siendo sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación, y no sólo por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios, que estaban dispersos. Por lo tanto, desde aquel día tomaron la decisión de matarlo.
Por esta razón, Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se retiró a la ciudad de Efraín, en la región contigua al desierto y allí se quedó con sus discípulos.
Se acercaba la Pascua de los judíos y muchos de las regiones circunvecinas llegaron a Jerusalén antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús en el templo y se decían unos a otros: "¿Qué pasará? ¿No irá a venir para la fiesta?".
Palabra del Señor.
R/. Gloria a ti, Señor Jesús.
Después del “signo” de la resurrección de Lázaro, las autoridades judías están ya decididas a matar a Jesus, considerado un hombre peligroso. Si continúa haciendo milagros, ciertamente la muchedumbre, que ya había querido proclamarlo rey, lo declarará libertador de la nación, suscitando el furor de los romanos. Consiguientemente el templo podría ser destruido. Hay que evitar de cualquier modo este peligro.
La decisión muestra la ceguera total de los jefes respecto a Jesús. Desde la primera pascua Jesús había anunciado ser el nuevo templo, punto de convergencia de Israel y de toda la humanidad, pero no comprendieron sus palabras. Entonces intervino Caifás con su propia autoridad. Ya no le acusa de blasfemia, ni la ilegalidad de los actos de Jesús constituye el tema de su discurso; de su boca salen palabras dichas por “razón de Estado", dictadas por interés político. El individuo debe ser sacrificado "por" el bien común. Y con estas palabras, sin querer, se convierte en profeta.
Ciertamente, la misión de Jesús consiste en reunir a los hijos dispersos y formar con todos un único pueblo nuevo, en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y esto acontece porque él da la vida “por” los hombres. De este modo, en el plano histórico el sanedrín decide la muerte de Jesús, pero en realidad -y Juan se desplaza al plano teológico- el Padre está llevando a cabo su designio de salvación gracias a la adhesión filial de Cristo a su obra.
MEDITATIO
En el Evangelio que se nos ha proclamado hoy el conflicto llega a su punto álgido. La situación es irreversible: se ha decidido la muerte de Jesús. El escándalo de la cruz aparece a nuestros ojos, y en la tierra nada ha cambiado. Por todas partes conflictos, sobre todo en nosotros mismos... ¿Lograremos el éxito donde Jesús ha fracasado?
A lo largo de este tiempo de pasión tendremos ocasión de enfrentarnos al realismo de la cruz. Cristo ha venido para hacernos partícipes de la promesa maravillosa de que Dios es todo en todos. Pero para realizarlo no ha suprimido los conflictos ni nos ofrece una paz barata. Él mismo se ha adentrado en el meollo del conflicto que lacera el corazón humano y nos ha conseguido la victoria del amor... Se trata de una victoria lograda mediante la locura de la cruz y el sacrificio de la obediencia, que coincide cabalmente con la gloria eterna.
A través de este mismo camino, también nosotros podemos entrar en la gloria, que comienza ya aquí. Ésa es la tarea de nuestra vida, el compromiso de este día. Rechazar la lucha -lo cual equivale a seguir nuestros deseos instintivos- y permitir que la división arraigue en nosotros y en el mundo es como ponerse al lado de los enemigos de Cristo. Aceptar generosamente la lucha, contando con la gracia de Dios, pedida en la oración, significa participar en la victoria definitiva del amor y poseer ya el gozo de Dios.
ORATIO
Oh Dios, Padre nuestro, que en el exceso de tu amor has expuesto a tu Hijo amadísimo al rechazo y al odio del mundo, danos la fuerza de tu Espíritu a nosotros, que, elegidos para ser tuyos, queremos seguir las huellas de nuestro maestro y dar un valiente testimonio, al mundo que no te conoce, de su muerte y su resurrección.
Haz que, conformándonos a él, opongamos amor al odio, mansedumbre a la violencia, perdón a la venganza, paz a la enemistad, bendición a la maldición. No permitas que en la hora de la prueba nos venza el miedo y nos haga caer en el pecado de la incredulidad y el desamor. Antes al contrario, haz que siempre seamos más tuyos y vayamos a ti unidos a tu Hijo, llevando en brazos a este mundo al que tú, incansablemente, amas y quieres salvar. Amén.
CONTEMPLATIO
Hermanos, es necesario que pensemos de Jesucristo como de Dios, como juez de vivos y muertos; y es necesario que no tengamos en poca estima lo referente a nuestra salvación. Pecamos cuando ignoramos de dónde, por quién y a dónde hemos sido llamados y cuánto soportó padecer Jesucristo por nuestra causa. Ahora bien, ¿qué le daremos a él a cambio, qué fruto digno de lo que él mismo nos ha dado? ¿Cuántos beneficios le debemos? Pues nos concedió la gracia de la luz, como Padre nos llamó hijos; cuando estábamos perdidos, nos salvó. Así pues, ¿qué alabanza o qué pago le daremos a cambio de lo que hemos recibido? Nuestra mente estaba cegada cuando adorábamos piedras, leños, oro, plata y bronce, obras de los hombres. Toda nuestra vida no era más que muerte. Estábamos inmersos en las tinieblas. Pero se apiadó de nosotros y nos salvó compasivamente al ver el gran extravío y perdición en que estábamos sumidos, y que no teníamos ninguna esperanza de salvación si no venía de él. Nos llamó cuando no éramos y quiso que existiéramos a partir de
la nada [...]
Así pues, arrepintámonos de todo corazón para que ninguno de nosotros se pierda. Ayudémonos mutuamente para guiar a los débiles en lo relativo a la fe, con el fin de que todos nos salvemos, nos convirtamos y nos amonestemos. Reunámonos e intentemos progresar en los mandamientos del Señor para que todos, al tener los mismos sentimientos, seamos reunidos para la vida [...]
Al único Dios invisible, Padre de la verdad, que nos envió al Salvador y guía de la incorruptibilidad, por medio del cual nos manifestó también la verdad y la vida celeste, a él la gloria por los siglos de los siglos. Amén (Clemente Romano, Segunda carta a los Corintios, 1.17.20, passim).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
“Él ha hecho de dos pueblos uno solo” (Ef 2,14).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Morimos solos. Mientras la vida, desde el seno materno, siempre es comunión, tanto que un yo humano aislado no puede ni nacer, ni subsistir, ni siquiera ser imaginado, la muerte deja en suspenso la ley de la comunión. Los hombres pueden acompañar hasta el extremo del umbral al moribundo, que puede sentirse acompañado, sobre todo, por la comunidad de los creyentes que le acompañan en la fe en Cristo; sin embargo, franqueará la estrecha puerta solo y aislado. La soledad explica lo que es actualmente la muerte: consecuencia del pecado (Rom 5,12); es inútil tratar de buscar otra razón.
Cristo ha asumido por los pecadores la muerte en su radicalidad extrema, con intensidad dramática. Y tanto es así que no sólo fue manifiestamente abandonado por los hombres, no sólo fue rechazado por pocos partidarios suyos, sino que puso explicitamente en manos del Padre el vinculo de unión que le unia a él, el Espiritu Santo, para experimentar hasta sus últimas consecuencias el total abandono incluso por parte del Padre. Toda la riqueza del amor debe resumirse y simplificarse en este punto de unión, para que, manando de ahí, se pueda tener una fuente y una reserva eterna.
Por eso, no existe en la tierra una comunión en la fe que no se derive de la extrema soledad de la muerte en la cruz. El bautismo, sumerge al cristiano en el agua, lo separa, en la fuente imagen de la amenaza de muerte de toda comunicación, para llevarlo a la verdadera fuente, origen de dicha comunicación. La misma fe, en su origen, está necesariamente de cara al abandono que el mundo у Dios han hecho al crucificado [...). El mismo amor cristiano al prójimo es el resultado del sacrificio del hombre, así como Dios Padre se sirve para la redención de la humanidad del sacrificio del Hijo abandonado (H. U. von Balthasar, Cordura overosia il caso serio, Brescia 1974, ce., passim).
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