112 Aniversario de la estimatización del P. Pío.

 



8 de septiembre

Ayer tarde me sucedió algo que yo no sé ni explicar ni comprender. En medio de la palma de las manos ha aparecido un poco de rojo, de casi la forma de un céntimo, acompañado también de un fuerte y agudo dolor en medio de ese poco de rojo. Este dolor era más sensible en medio de la mano izquierda, tanto que dura todavía. También en las plantas de los pies advierto un poco de dolor.


Este fenómeno hace ya casi un año que se va repitiendo, aunque ahora hace ya algún tiempo que no me sucedía. Pero no se enfade si se lo digo ahora por primera vez; porque me he dejado vencer por esa maldita vergüenza. ¡Y si supiera la violencia que he tenido que hacerme para decírselo ahora! Muchas cosas tendría para decirle, pero me faltan las palabras; sólo le digo que, cuando me hallo con Jesús sacramentado, los latidos del corazón son muy fuertes. A veces me parece que quiere salirse del pecho.

En el altar, con frecuencia siento un ardor tal en toda la persona que no puedo describírselo. Me parece que sobre todo el rostro quiere convertirse todo él en fuego. Qué señales son éstas, padre mío, lo ignoro.

 (8 de septiembre de 1911, al P. Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 233)


La experiencia mística Del Padre Pío, fruto de su constante morir al “hombre viejo, y revestirse del Hombre Nuevo” lo fue conduciendo poco a poco a la configuración cada vez más perfecta con Jesucristo pobre, humilde y crucificado. Así el Señor lo iba preparando cada vez más para “LA GRAN MISIÓN” que Dios mismo le había encomendado. Demos gracias a Dios por este magnífico don a la Iglesia. 

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