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Mostrando entradas de diciembre, 2011

Entre tus manos está mi vida Señor

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31 de diciembre de 2011 Oración para terminar el año. Entre tus manos está mi vida Señor Señor Dios nuestro, dueño de todo: del tiempo y de la eternidad, tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro. Porque Tú eres el mismo ayer, hoy y siempre. Vives desde siempre y para siempre. ¡Gracias Dios mío por existir! Gracias por compartir conmigo y con las personas que amo tu existencia. Al terminar este año quiero darte gracias por todo aquello que recibí de TI. ¡Cuánta gracia has derramado en mí y has permitido que la haga llegar a mis hermanos! ¡Cuánta gracia Dios mío! También gracias por la vida y el amor. Por la vida personal, pero también por la vida de las personas que me rodean. De las personas maduras, jóvenes y sobre todo por las nuevas vidas que has hecho posible en este año y que he conocido de cerca. Por las flores, que nos hablan de tu belleza y nos haces entender que ningún hombre se viste con tanta belleza y simplicidad porque ellas te alaban y te alegran con su be

Que el mundo pueda por fuerza decir de ti: «Ahí está Cristo».

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30 de diciembre Confianza ilimitada en Dios también cuando la desdicha y las insidias del enemigo lleguen a molestarte. Quien se abandona en Dios, quien confía en él, no será nunca defraudado. Que tu vida entera se gaste en acciones de gracias al Esposo divino, a él vayan orientados todas tus acciones, todas tus palpitaciones, todos tus suspiros; permanece siempre con él durante el tiempo de la desdicha y de la prueba; permanece también con él en las consolaciones espirituales; en fin, vive para él, gasta toda tu vida por él, entrégale a él tu partida de esta tierra y la de los demás, cuando, donde y como él lo quiera. Muéstrate siempre y en todo cada vez más digna de tu vocación cristiana. Vive de tal modo que el Padre del cielo pueda gloriarse de ti, como lo hace y lo es con tantas almas, que ha elegido de la misma forma que la tuya. Vive de tal forma que en cada instante puedas repetir con el apóstol san Pablo: « Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo Jesús ». Vive

Otro año que pasa a la eternidad

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29 de diciembre ¡Otro año que pasa a la eternidad bajo el peso de las culpas que he cometido durante el mismo! ¡Cuántas almas más afortunadas que la mía saludaron el inicio del año y no su término! ¡Cuántas almas dichosísimas, a las que envidio, han pasado a la eternidad con la muerte de los justos, con el beso de Jesús, confortadas por los sacramentos, asistidos por un ministro de Dios, con la sonrisa en los labios, a pesar de los dolorosos sufrimientos físicos a los que estaban sometidas! Padre mío, la vida aquí abajo me aburre. La vida en este destierro es para mí un tormento tan amargo que casi ya no puedo más. El pensamiento de que en cualquier instante puedo perder a Jesús, me angustia tanto que no sé explicarlo; sólo las almas que aman sinceramente a Jesús lograrán saberlo. En estos días tan solemnes para mí, porque son las fiestas del Niño celestial, con frecuencia he experimentado aquellos excesos de amor divino que tan fuertemente hacen languidecer a mi pobre co

Sí, amante divino, Señor de nuestra vida...

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28 de diciembre Sí, amante divino, Señor de nuestra vida, « tus pechos son mejores que el vino, y exhalan el aroma de los más exquisitos perfumes ». Hija mía, ¿quién puede decirme los secretos admirables que se esconden bajo el velo de estas palabras de la esposa del Cantar de los Cantares? En vano lo intentaría, si quisiera explicar todos esos admirables secretos. Lo que sí puedo decir es que el alma, cuando el dulcísimo Señor la hace digna de poder pronunciar estas palabras, como las pronunció la esposa del Cantar, siente tal suavidad que se percata de que a Jesús lo tiene muy cerca. Todas sus facultades se hallan entonces en una calma tan perfecta que le parece poseer a Dios tanto cuanto le es posible desearlo. Llega como a tocar con la mano la nada que son todas las cosas de este mundo terrenal. El Esposo divino le va descubriendo verdades importantísimas de un modo, de hecho, nuevo. Pero el alma no ve a este amante divino que así se manifiesta, solamente sabe que él

Jesús Niño reine siempre en tu corazón

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24 de diciembre Jesús Niño reine siempre en tu corazón y establezca y consolide su reino cada vez más dentro de ti. Éstos y otros semejantes son los deseos que en estos días he presentado en tu favor al Niño de Belén. Nuestro Señor te ama, hija mía, y te ama tiernamente; y, si él no siempre te permite experimentar la dulzura de su amor, lo hace para conseguir que seas más humilde y despreciable a tus ojos. Pero no dejes por eso de recurrir con toda confianza a su santa benignidad, especialmente en el tiempo en que lo representamos como era, pequeño niño de Belén; porque, hija mía, ¿con qué otra finalidad toma él esta dulce y amable condición de niño si no es la de estimularnos a amarlo confiadamente y a entregarnos amorosamente a él?   (24 de diciembre de 1918, a Antonieta Vona – Ep. III, p. 881)

A pesar de todo ¡El Señor está cerca!

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23 de diciembre Los enfriamientos del espíritu, que a veces experimentas, no deben ni maravillarte, ni abatirte, ni desanimarte; ya que, con tal de que tengas un verdadero deseo de fervor y que no dejes, como consecuencia de los mismos, tus santas prácticas de piedad, el alma sigue bien, y sirve y ama a Dios, y además con amor desinteresado. Dime, mi buena hija, ¿acaso el dulce Jesús no nació en el corazón del frío?; y ¿por qué no ha de seguir estando en el frío del corazón? Yo me refiero a ese frío que no consiste en un debilitamiento de nuestros buenos propósitos, sino sencillamente en cierto cansancio y pesadez de espíritu, que nos hace avanzar con sufrimiento en el camino en el que estamos, y del que no queremos apartarnos nunca hasta que lleguemos a la meta.   (4 de agosto de 1917, a destinataria desconocida – Ep. III, p. 922)

Acoja el niño que va a nacer mis pobres y débiles ruegos

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21 de diciembre Para las próximas fiestas de la santa Navidad y de fin de año, con el corazón lleno de reconocimiento y con afecto más que filial, le mando mi más sincera felicitación, pidiendo al Niño celestial por su felicidad espiritual y temporal. No dude, padre, de que su hijo sabe cumplir, en cuanto su pequeñez se lo permite, su deber con nuestro común padre, con la firme esperanza de ver cumplidos sus deseos. Acoja el niño que va a nacer mis pobres y débiles ruegos, que en estos días le dirijo, con la más santa insistencia, por la Orden, los superiores, la provincia y la Iglesia entera. Escuche qué curioso fenómeno se está dando en mí desde hace algún tiempo, y que, por otro lado, no deja de preocuparme. En la oración me sucede que me olvido de rogar por aquellos que se han encomendado a mí (no de todos, es verdad) o por aquellos por los que tenía intención de orar. Antes de ponerme a orar, me esfuerzo por encomendar, por ejemplo, a esta o a aquella persona; pero,

En estos días no dejaré de redoblar mis oraciones al Niño celestial

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20 de diciembre Mi queridísimo padre, aproximándose la santa Navidad, me parece que un deber de conciencia me urge a no dejarla pasar sin deseársela llena de todos aquellos consuelos celestiales que usted desea en su corazón. Aunque yo siempre he orado por usted, que fue y será persona muy amada por mí, en estos días no dejaré de redoblar mis oraciones al Niño celestial, para que se digne preservarle de toda desgracia en este mundo, sobre todo de la desgracia de perder a Jesús Niño. Mi mala salud continúa su curso con sus momentos mejores y peores. Sufro, es cierto, y sufro mucho; pero estoy contentísimo porque, también en medio del sufrimiento, el Señor no cesa de hacerme experimentar una alegría indescriptible.   (20 de diciembre de 1910, al P. Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 208)

Ser en todo y plenamente de Dios

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19 de diciembre El gran bien de tu alma es ser en todo y plenamente de Dios. Quien no es sino de Dios, sólo se entristece por haber ofendido a Dios; y su tristeza por este motivo se queda en una profunda, tranquila y pacífica humildad y sumisión, de la que se recupera apoyándose en la bondad divina, por medio de una dulce y perfecta confianza, sin melancolía ni contrariedad. Quien no es sino de Dios, no busca más que al mismo Dios; y, porque no es menos en la tribulación que en la prosperidad, permanece en paz en medio de las adversidades. Quien no es sino de Dios, piensa de continuo en él en todos los momentos de esta vida; y trata de ser cada día mejor ante los ojos de Dios; y encuentra y admira a Dios en todos las criaturas; y exclama con san Agustín: « Todas las criaturas, Señor, me invitan a amarte ». Quien no es sino de Dios, quiere que todos sepan que le quiere servir, que le quiere amar; y se empeña por realizar todos los ejercicios que le ayudan a permanecer uni

OH SABIDURÍA

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DÍA 17 DE DICIEMBRE OH SABIDURÍA , que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación Nuestra primera invocación admirativa es a esa dichosa Sabiduría, Palabra pronunciada por el Padre, el Altísimo y el Profundísimo; Palabra viva que no deja de ser pronunciada; Sabiduría personalizada que hunde sus raíces en las entrañas de Dios. Es una Sabiduría que se extiende del uno al otro confín; que todo lo abarca y todo lo penetra; que está en lo más íntimo de cada ser, de cada cosa, de cada ley, de cada movimiento, de cada aliento. Es la Sabiduría que no se queda mirando en el propio espejo, sino que multiplica los espejos y las imágenes de la Fuente primera, del Amor primero, en el que se renueva a cada instante. Sabiduría creadora y generosa, que sale de sí para estar en todo y estar en todos; que lo ordena todo con firmeza y suavidad, sabia y prudentemente,

El Significado de las antífonas de la O

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El Significado de las antífonas de la O y la Fiesta de la expectación del Parto Para calmar   la impaciencia de nuestro espíritu, la Iglesia ha establecido la fiesta de la Expectación del parto o la espera del divino alumbramiento. Esta fiesta fijada en el 16 de diciembre, continúa hasta Navidad. Desde el día precedente la Iglesia canta en las Vísperas las grandes antífonas. Se llaman vulgarmente antífonas de la O, o las O de Navidad, porque principian con esta invocación. Imposible es tener fe y no entrar al recitarlas en los sentimientos que expresan, y unirse a los suspiros y gemidos de los Patriarcas. Estas antífonas expresan por su variedad las diferentes cualidades del Mesías y las diversas necesidades del linaje humano. El hombre es desde su caída un insensato privado casi de razón y sin gusto hacia los verdaderos bienes; su conducta inspira horror y compasión y necesita la sabiduría. La Iglesia la pide para él con la primera antífona: O Sapientia : ¡Oh Sabiduría

¡Dios mío llevame al arrepentimiento sincero!

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16 de diciembre Dios mío, lo sabes bien; manda al menos luz a mi guía para que descubra lo que yo no encuentro: la verdadera fuente de tantos males en tu criatura. Nunca tuve mis facultades tan incapaces y cerradas. ¡Qué sufrimiento es éste para la voluntad, para la memoria y para el entendimiento! Pienso que, para una voluntad que busca y desea al menos querer el bien, es dura e inconcebible esta pena que sufre. Y de igual modo, para quien, enriquecido con tantos recuerdos de la grandeza divina en sus atributos y derechos, y, en relación a sí mismo, de sus obligaciones y de la veneración que debe a su creador, es un sufrimiento de muerte la incapacidad de comprender lo que después se le descubre misteriosamente. [...]. El entendimiento está como aplastado bajo el troquel, y, aunque tenga muchos conocimientos, queda ciego, con una ceguera tan dolorosa que sólo quien la experimente podrá decir algo cierto sobre ella. Y sobre todo, así me parece a mí, el sufrimiento resulta

¿Tan cruel eres que permaneces sordo a los clamores de quien sufre, y no lo confortas?

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15 de diciembre Me veo sumergido en un océano de fuego; la herida que de nuevo me fue abierta, sangra y sangra siempre. Sola ella bastaría para causarme mil y más veces la muerte. Oh, Dios mío, ¿y por qué no muero? ¿O es que no ves que, para el alma que tú llagaste, hasta la vida le es un tormento? ¿Tan cruel eres que permaneces sordo a los clamores de quien sufre, y no lo confortas? Pero ¿qué digo?... Perdóneme, padre, estoy fuera de mí, no sé lo que digo. El exceso de dolor que me causa la herida, que está siempre abierta, me lleva a enfurecerme en contra de mi voluntad; me hace salir de mí y me conduce al delirio; y yo me veo incapaz de resistir. Dígame, padre, claramente: ¿ofendo al Señor en estos excesos en que caigo? ¿Qué debo hacer para no disgustar al Señor, si el grito es impetuoso y no hay fuerza capaz de resistirlo? ¡Dios mío!... pronto… que yo salga de la vida física, ya que son inútiles todos los esfuerzos para escaparme de la muerte espiritual. El cielo, creo

Vive toda para Él

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14 de diciembre Continúa consumiéndote en ese vivísimo deseo de agradar a Jesús; y él, que es tan bueno y no mira demasiado minuciosamente, recompensará esos santos deseos, haciéndote crecer y avanzar por sus sendas santas. Vive toda para él, alejando de ti para siempre todos esos pensamientos inútiles que llenan el corazón de vanidad y que confunden y ofuscan el entendimiento. En todas tus acciones, también en las más indiferentes, busca con sinceridad realizarlas con la recta intención de agradar a Dios, rechazando hasta el más mínimo deseo del propio bien. ¿Y qué bien más valioso para el alma que el de agradar al Señor? En relación a ti misma, ten siempre una actitud humilde, convencida de que todos los servicios que el alma pueda ofrecer a Dios, aunque sean muchísimos, son siempre poca cosa; y, si alcanzan honra y mérito, es por la gracia del Señor.   (12 de septiembre de 1915, a Anita Rodote – Ep. III, p. 98)

Las luchas internas no son un peligro para la fidelidad a Dios

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13 de diciembre Tened la certeza de que las luchas internas no son un peligro para la fidelidad a Dios; son ocasión de méritos preciosos, que tienen el nombre de corona y de palma de victoria. No dudéis de la bondad de vuestras acciones, porque todo lo que hacéis está bajo el influjo de la obediencia, que yo previamente os he manifestado y os manifiesto de nuevo; y os lo he manifestado de modo general sobre los pensamientos, acciones y sobre el mismo descanso llevado a cabo para gloria de su divina Majestad. Esta obediencia lo único que no incluye, y no puede incluir, son aquellas acciones que vosotras descubrís con claridad que implican ofender a Dios ¿Me he explicado? ¿Me habéis entendido bien? Obrad de acuerdo a lo que os he dicho y dejadlo todo bajo mi responsabilidad. Frecuentad la comunión diaria, despreciando siempre vuestras dudas, que son irracionales; confiad en la obediencia ciega y alegre, y no tengáis miedo de caer en el mal. La tabla que debe conducirnos al

Jesús te tiene más cerca que nunca de su divino Corazón.

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2 de diciembre Tú te ves abandonada, y yo te garantizo que Jesús te tiene más cerca que nunca de su divino Corazón. También nuestro Señor se lamentó en la cruz del abandono del Padre; pero el Padre ¿abandonó alguna vez o puede abandonar a su Hijo? Son las pruebas supremas del espíritu; Jesús las quiere: ¡hágase! Tú pronuncia resignada este hágase cuando te encuentres en tales pruebas, y no temas. No dejes de lamentarte ante Jesús como te parezca y como te agrade; invócalo como quieras; pero cree lo que te asegura quien te habla en su nombre. Escríbeme con frecuencia sobre el estado de tu alma y no tengas miedo de nada; usaré contigo toda la caridad de la que está lleno el corazón de un padre; Yo - aunque indigno - oro y hago orar por ti; tú estate contenta de que Jesús te trate como quiere: ¡es siempre un padre y muy bueno!   (28 de junio de 1918, a Antonieta Vona – Ep. III, p. 865)

¡No temas!, Jesús está contigo; tú estás con Él

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1 de diciembre ¡No temas!, Jesús está contigo; tú estás con él. ¿Quién te lo asegura? La autoridad que Dios ha constituido como tu guía, la autoridad que te ama, que no quiere ni puede engañarte, la autoridad que te habla en nombre de Dios. Tienes motivos para lamentarte, mi queridísima hija, porque casi siempre te he visto en las tinieblas; buscas a tu Dios, lo ansías, lo llamas, y no puedes encontrar sus huellas. ¡Parece que Dios se oculta, que te abandona! Pero, repito, no temas. Jesús está contigo también en este tiempo y tú estás en él y con él. Se oculta, se esconde para avivar más el amor. En las tinieblas, en las tribulaciones, en las sombras, en las angustias del espíritu, Jesús está contigo. Tú, mi buena hijita, no ves más que tinieblas en tu espíritu; y yo te aseguro de parte de Dios que la luz del Señor invade y rodea totalmente tu espíritu. Tú te ves en las tinieblas y Dios te repite por boca de la autoridad: « ¡Yo estoy contigo en la tribulación! ».   (28 de junio de