Ser en todo y plenamente de Dios


19 de diciembre

El gran bien de tu alma es ser en todo y plenamente de Dios. Quien no es sino de Dios, sólo se entristece por haber ofendido a Dios; y su tristeza por este motivo se queda en una profunda, tranquila y pacífica humildad y sumisión, de la que se recupera apoyándose en la bondad divina, por medio de una dulce y perfecta confianza, sin melancolía ni contrariedad.

Quien no es sino de Dios, no busca más que al mismo Dios; y, porque no es menos en la tribulación que en la prosperidad, permanece en paz en medio de las adversidades.

Quien no es sino de Dios, piensa de continuo en él en todos los momentos de esta vida; y trata de ser cada día mejor ante los ojos de Dios; y encuentra y admira a Dios en todos las criaturas; y exclama con san Agustín: «Todas las criaturas, Señor, me invitan a amarte».

Quien no es sino de Dios, quiere que todos sepan que le quiere servir, que le quiere amar; y se empeña por realizar todos los ejercicios que le ayudan a permanecer unido a él.

Sé, pues, siempre de Dios, mi queridísima hija; no seas más que para él, no deseando más que agradarle a él, y a sus criaturas en él, según él y por él.

 (17 de agosto de 1918, a Raquelina Russo – Ep. III, p. 521)

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