¡Felicidades Familia nucleo de amor, de paz, de diálogo y santidad!
Paz y Bien
Queridos
hermanos y hermanas, mejor dicho queridos padre, madres e hijos e hijas muchas
felicidades. Hoy celebramos el día de la familia y lo hacemos de una manera muy
concreta: ante la familia de Jesús nuestro Dios y nuestro Salvador, nacido de
una mujer, nacido bajo la ley para rescatar a los que estaban bajo la ley. Hijo
de Dios, pero nacido según la casta de David, es decir teniendo como padre
adoptivo a José. Así se cumplieron las profecías: “Nacido según la estirpe de
David”.
De
aquí se desprende todo el misterio del amor de Dios para la humanidad. Un amor
que se hace presente y palpable en la encarnación del Hijo de Dios, quien ha
venido a dar un sentido pleno y sagrado a todas y cada una de las familias. Un
amor que se proyecta sin lugar a dudas en la unión matrimonial de un hombre y
de una mujer.
Acabamos
de escuchar dos relaciones fundamentales que, en conjunto, constituyen la
familia: la relación mujer-marido y la relación padres-hijos. Son igualmente indicados los contenidos y las
características de las dos relaciones: amor por una parte y sumisión por otra
entre marido y mujer; obediencia por una parte y paciencia por la otra entre
padres e hijos. Todos absolutamente todos tenemos unos padres y la gran mayoría
tiene unos hijos, por eso es una relación fundamental. Es decir le da
fundamento, seguridad, sostén, equilibro veracidad y santidad a la vida del ser
humano.
De
las dos relaciones la más importante es la primera: relación de pareja, porque
de ella depende en gran parte asimismo
la segunda, la de los hijos. Dos padres pueden amar hasta lo que quieran a sus
hijos, pero, si no se aman también entre sí, nada podrá impedir también al niño
que crezca inseguro y malcriado, deprimido y escurridizo en la vida. Sucede frecuentemente que cuando
dos esposos ya no se aman más entre sí, cada uno de ellos vuelca sobre el hijo
todo el propio afecto, buscando inconscientemente ligarlo a sí mismo, y muchas
veces, también vuelca el coraje o desprecio que siente por el cónyuge, poniendo
al hijo en contra del esposo o de la esposa.
Pero
no es esto lo que secretamente desea el niño. Hagan la prueba pregúntenle a su
Hijo y lo verán. Él no quiere ser amado con un amor distinto y aparente; desea,
por el contrario, que su papá y su mamá se amen entre sí y que lo admitan en
este su amor. Los hijos saben qué es de aquel amor, en el que han nacido. Ellos
son fruto de ese amor, y si se interrumpe es como si a ellos les viniera a
faltar el terreno bajo los pies.
El
amor tiene que ser necesariamente recíproco y generoso. Se trata de una entrega
total, incondicional y generosa al estilo de la entrega que Jesús ha hecho de
su vida, de su divinidad y de su humanidad por la gran familia de Dios.
Se
trata también de una sumisión recíproca porque ésta es una exigencia de amor.
Para quien ama, someterse al objeto del propio amor no humilla sino que por el
contrario hace felices. Someterse significa, en este caso, tener en cuenta la
voluntad del cónyuge, su parecer y su sensibilidad, y hacia dónde se quiere
caminar; dialogar, comunicarse, no decidir por sí solo o por sí sola. Saber
renunciar a veces al propio punto de vista. En suma, acordarse de que se ha
llegado a ser “Cónyuges”, esto es, a la letra, personas que están bajo el mismo
yugo libremente admitido.
La
Biblia es el vivo testimonio de de la belleza, de la grandeza y de la dignidad
de la relación de pareja: “Creo Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios
los creó, macho y hembra los creo”. (Gn 1,27)
La
Biblia, pone una estrecha relación entre el ser creados “a imagen de Dios” y el
hecho de ser “macho y hembra”.
Pero,
¿qué relación puede haber entre ambas cosas? ¿En qué sentido el ser macho y
hembra, la pareja humana, es una imagen de Dios? ¡Dios no es macho ni hembra!
La semejanza consiste en que Dios es único y
solo; pero no es solitario. El amor exige comunión, intercambio personal, exige
que haya un “Yo” y un “Tu”. Por esto, el Dios cristiano es uno y trino. En él
coexisten unidad y distinción: unidad de naturaleza, de querer, de intenciones,
y distinción de características y de personas.
La
pareja humana es imagen de Dios precisamente en esto. La familia humana es un
reflejo de la Trinidad. Marido y Mujer son, en efecto una sola carne, un solo
corazón una sola alma, incluso en la diversidad de sexo y de personalidad. En
la pareja se acercan entre sí unidad y diversidad. Los esposos están enfrente,
el uno al otro, con un “Yo” y un “Tú”, y están de cara a todo el resto del
mundo, comenzando por los propios hijos, como un “nosotros”. Como si se tratara
de una sola persona, ya no más en singular sino en plural. “Nosotros”, esto es,
“Tu madre y yo”, “Tu padre y yo”. El resultado de todo esto son: familias
sanas, fuertes, maduras y santas.
Felicidades a cada uno de los miembros de su familia!
Paz y Bien.
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