Saciémonos del Manjar del Cielo
En estos tiempos tan tristes, en los que tantas almas apostatan de Dios, no consigo persuadirme de que se puede vivir la vida verdadera sin el alimento de los fuertes. En estos tiempos en que estamos rodeados continuamente por gente que tiene en el corazón el odio a Dios y la blasfemia siempre en los labios, el medio seguro para mantenernos lejos del contagio hediondo que nos rodea, es el de fortalecernos con el alimento eucarístico. Ahora bien, mantenerse sin culpa y progresar en la vida de la perfección no podrá alcanzarlo quien vive por largos meses sin saciarse de las inmaculadas carnes del Cordero divino. Yo no sé qué piensan los demás sobre este punto; para mí, dadas las particulares circunstancias en las que vivimos, es siempre ilusorio querer convencerse de que avanza hacia la perfección el que se limita a comulgar una o dos veces al año. (9 de mayo de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 87) El cristiano que está convencido que solamente la misericord