Confía pues en este amor y recuerda...



22 de mayo

Une tu corazón al corazón de Jesús y sé siempre sencilla de corazón, como lo quiere él. Esfuérzate por imitar la sencillez de Jesús, teniendo alejado el corazón de las prudencias terrenales, de los artificios carnales. Procura tener una mente siempre pura en sus pensamientos, siempre recta en sus ideas y siempre santa en sus intenciones; y también una voluntad que no busque otra cosa más que a Dios, su complacencia, su gloria y su honor.

Reflejémonos, querida mía, en Jesús, que lleva una vida escondida. Toda su infinita majestad está escondida entre las sombras y el silencio de aquel modesto taller de Nazaret. Por tanto, esforcémonos también nosotros por llevar una vida profundamente interior, escondida en Dios.

 (14 de julio de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 126)

 

 

El corazón amante no desea otra cosa que el amor en sí mismo. Por eso hemos de unir tan estrechamente nuestro corazón al corazón de Jesús que existencialmente sólo sea un corazón el que lata al unísono. ¿Cosa imposible?  No para quien cree, porque para quien cree todo es posible. Esto se logra descubriendo el inmenso y maravilloso amor que Dios nos tiene. Estemos atentos pues a este amor y descubriremos la maravillas que dios obra a través de nosotros, con nosotros y por nosotros. Porque Jesús nos ama de la misma manera que el Padre le ama a Él y no de otra forma. Nos ama de una vez para siempre, con un amor siempre fiel e infinito. Con amor eterno y sin medida. El corazón amante de Dios es capaz de transformar de manera absoluta nuestra existencia aún en los momentos más oscuros de nuestra vida. Aún en los momentos en que densas nubes de dolor, de sufrimiento y de oscuridad atraviesan nuestro mar de la vida. Es precisamente este permanecer unidos el que nos hace descubrir la importancia de saber sufrir y de sufrir bien. Sufrir en el corazón de Jesús. Cuando sufrimos con Él entonces también será posible que nuestra alegría se perfecta por permanecer siempre en unión plena como lo está el sarmiento a la vida. Confía pues en este amor y recuerda siempre que Dios es fiel. Vive una vida interior profunda, intensa y escondida en Dios como los peces que no pueden estar fuera del agua porque perecen, que así esté tu vida, tu mente, tu alma tu cuerpo y tu corazón, tan estrechamente unido al de Dios a través de su Hijo Jesucristo en el Espíritu Santo que si te separas de él puedes morir. Todo esto en el más íntimo secreto que el amor verdadero requiere.

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