LECTIO DIVINA CUARTO VIERNES DE CUARESMA Señor, sálvame por tu nombre.

 LECTIO DIVINA CUARTO VIERNES DE CUARESMA

 

Señor, sálvame por tu nombre

Del libro de la Sabiduría 2, 1a. 12-22           Juan 7, 1-2. 10. 25-30.

 

 

 

PRIMERA LECTURA 

[Condenemos al justo a una muerte ignominiosa.


Los malvados dijeron entre sí, discurriendo equivocadamente: "Tendamos una trampa al justo, porque nos molesta y se opone a lo que hacemos; nos echa en cara nuestras violaciones a la ley, nos reprende las faltas contra los principios en que fuimos educados. Presume de que conoce a Dios y se proclama a sí mismo hijo del Señor.

Ha llegado a convertirse en un vivo reproche de nuestro modo de pensar y su sola presencia es insufrible, porque lleva una vida distinta de los demás y su conducta es extraña. Nos considera como monedas falsas y se aparta de nuestro modo de vivir como de las inmundicias. Tiene por dichosa la suerte final de los justos y se gloría de tener por padre a Dios. 

Veamos si es cierto lo que dice, vamos a ver qué le pasa en su muerte. Si el justo es hijo de Dios, él lo ayudará y lo librará de las manos de sus enemigos. Sometámoslo a la humillación y a la tortura para conocer su temple y su valor. Condenémoslo a muerte ignominiosa, porque dice que hay quien mire por él". 

Así discurren los malvados, pero se engañan; su malicia los ciega. No conocen los ocultos designios de Dios, no esperan el premio de la virtud, ni creen en la recompensa de una vida intachable. 

Palabra de Dios. 

 

Después de una exhortación para vivir de acuerdo con la justicia (Sab 1,1-15), el hagiógrafo deja la palabra a los "impíos". Éstos, en un discurso articulado, exponen su "filosofía": viven la vida como búsqueda desenfrenada del placer, eliminando -incluso con violencia- cualquier obstáculo que se les ponga por delante. Los dos versículos que enmarcan la exposición manifiestan un claro juicio condenatorio: razonan equivocadamente (v. 1), se engañan (v. 21).

Los "impios" de los que se habla son probablemente los hebreos apóstatas de la comunidad de Jerusalén, que, aliados con los paganos, persiguen a sus hermanos fieles al Dios de la alianza. Con su conducta estos "justos" constituyen una presencia insoportable. Cuatro imperativos muestran un creciente rencor oculto que se convierte en odio abierto: del tender acechanzas se pasa al insulto, para llegar finalmente al proyecto de condena a muerte, en un desafío blasfemo contra Dios (v. 18; cf. v. 20).

El "resto" de Israel vive su pasión profetizando la del Mesías. Jesús es el único Justo verdadero, el Hijo amado, el humilde puesto a prueba, escarnecido (v. 19) y condenado a una muerte infame (v. 20). Pero, sobre todo, es él quien, habiendo puesto toda su confianza en el Padre, surge del abismo en la luz de pascua como primogénito de los muertos. La esperanza del Antiguo Testamento adquiere una dimensión inesperada, que supera cualquier "profecía" posible: por los méritos de uno solo, todos son constituidos "justos", si se abre el corazón para acoger el don de su gracia.

 

EVANGELIO

[Trataban de capturar a Jesús, pero aún no había llegado su hora.

Del santo Evangelio según san Juan 7, 1-2. 10. 25-30.

 

En aquel tiempo, Jesús recorría Galilea, pues no quería  andar por Judea, porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba ya la fiesta de los judíos, llamada de los Campamentos. Cuando los parientes de Jesús habían llegado ya a Jerusalén para la fiesta, llegó también él, pero sin que la gente se diera cuenta, como de incógnito. Algunos, que eran de Jerusalén, se decían: "¿No es éste al que quieren matar? Miren cómo habla libremente y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que es el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde viene éste; en cambio, cuando llegue el Mesías, nadie sabrá de dónde viene". Jesús, por su parte, mientras enseñaba en el templo, exclamó: "Conque me conocen a mí y saben de dónde vengo... Pues bien, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; y a  él ustedes no lo conocen. Pero yo sí lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado". Trataron entonces de capturarlo, pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora. 

Palabra del Señor. 

 

La persona de Jesús suscitó preguntas e inquietudes entre sus contemporáneos, mientras la aversión de los jefes judíos llega al paroxismo (v. 1b). Jesús no es un provocador ni un cobarde: espera la hora del Padre sin huir ni adelantar los acontecimientos. Por eso evita la Judea hostil y cuando por fin sube a Jerusalén a la fiesta más popular, la de las Tiendas, lo hace "de incógnito", contrariamente al deseo de sus parientes, pero deseosos de disfrutar su fama (vv. 3-5). En la ciudad santa, sin embargo, es reconocido en seguida. Y como siempre se dividen los ánimos: ahora se trata de su mesianismo.

Los círculos apocalípticos de la época sostenían el origen misterioso del Mesías: y si Jesús proviene de Nazaret, es sólo un impostor (vv. 26s). Jesús no ignora las voces que se van difundiendo, y sobre ellas se eleva su propia voz, fuerte y clara, en el templo (v. 28: literalmente "grito"; se trata de una proclamación solemne y con autoridad). Con sutil ironía, se muestra que su origen es efectivamente desconocido a los que piensan saber muchas cosas de él: de hecho, no quieren reconocerlo como el enviado de Dios y por eso no conocen al Dios veraz y fiel que cumple en él sus promesas.

Las palabras de Jesús suenan a los oídos de sus adversarios como una ironía, un insulto y una blasfemia.Tratan de echarle mano, pero en vano: él es el Señor del tiempo y las circunstancias, porque se ha sometido totalmente al designio del Padre, y todavía no ha llegado su "hora" (v. 30).

 

MEDITATIO

 

Juan ubica el drama mesiánico en el interior de la historia del pueblo de Dios; en particular, une la vida de Jesús con las celebraciones de las grandes fiestas hebreas, que tenían como objetivo mantener viva la memoria de las grandes obras de Dios. Como siempre, en el cuarto evangelio, los pequeños detalles adquieren un valor simbólico. ¿Por qué aparece el complot contra Jesús pocos días antes de la celebración de la fiesta de las Tiendas? En esta fiesta se agradecía a Dios las cosechas y se recordaban los cuarenta años pasados en el desierto. Se construían chozas con ramas -también en Jerusalén-, a las que se iba a meditar: retiro en un

desierto simbólico.

La controversia que relata Juan se sitúa precisamente en vísperas de este tiempo propicio a la reflexión. Es como si Jesús hiciese un último esfuerzo para invitar a los adversarios a reflexionar sobre su persona y sobre sus "obras". Sabemos que el resultado fue negativo. ¿No podríamos quizás nosotros, acogiendo la sugerencia de la liturgia de hoy, hacer este alto en nuestro camino hacia la pascua, tomarnos un tiempo para dedicarlo a releer y meditar este texto tan denso e inagotable, para interrogarnos más profundamente sobre el misterio de la persona de Jesús y adherirnos a él con mayor amor?

 

ORATIO

 

¡Ven, Espíritu Santo de Dios!

 

Hemos endurecido nuestros corazones como una piedra a causa de nuestro pertinaz orgullo, la violencia finamente perpetrada, las grandes o pequeñas ambiciones que perseguimos a toda costa. Cada día condenamos al Inocente a una muerte infame, cuando nos mueve un principio distinto de el del amor. El mal que hacemos, quizás sin darnos cuenta, aplasta hoy a los inocentes.

¡Ven, Espíritu Santo, crea en nosotros un corazón nuevo!

Tú, luz santísima, esclarece la conciencia, ilumina la inteligencia: pretendíamos conocer a Dios y hemos despreciado a su Cristo en la multitud de pobres humillados por la vida que, sin apariencia ni brillo, han pasado junto a nosotros.

¡Ven, Espíritu Santo, crea en nosotros un corazón nuevo!

Dulce huésped del alma, ayúdanos a descubrir el origen del Humilde que soportó en silencio la iniquidad de todos nosotros sin avergonzarse de llamarnos "hermanos". Confórmanos a él para que comprenda mos la gracia de vivir como hijos del único Padre, enviados por él con Cristo a llevar el amor a todo ser humano.

¡Ven, Espíritu Santo, crea en nosotros un corazón nuevo!

 

CONTEMPLATIO

 

Tú eres el Cristo, Hijo del Dios vivo. Tú eres el revelador de Dios invisible, el primogénito de toda criatura, el fundamento de todo. Tú eres el Maestro de la humanidad. Tú eres el Redentor: naciste, moriste y resucitaste por nosotros. Tú eres el centro de la historia y del mundo. Tú eres quien nos conoce y nos ama. Tú eres el compañero y amigo de nuestra vida. Tú eres el hombre del dolor y de la esperanza. Tú eres aquel que debe venir y que un día será nuestro juez y, así esperamos, nuestra felicidad. Nunca acabaría de hablar de ti. Tú eres luz y verdad; más aún: tú eres "el camino, la verdad y la vida" [...].

Tú eres el principio y el fin: el alfa y la omega. Tú eres el rey del nuevo mundo. Tú eres el secreto de la historia.

Tú eres la clave de nuestro destino. Tú eres el mediador, el puente entre la tierra y el cielo. Tú eres por antonomasía el Hijo del hombre, porque eres el Hijo de Dios, eterno, infinito.

Tú eres nuestro Salvador. Tú eres nuestro mayor bienhechor. Tú eres nuestro libertador. Tú eres necesario para que seamos dignos y auténticos en el orden temporal y hombres salvados y elevados al orden sobrenatural. Amén (Pablo VI, 29 noviembre 1970).

 

ACTIO

 

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:

"Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo libra

el Señor" (Sal 33,20).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

 

En la vida de Jesús, en su vivir mediante el Padre, se hace presente el sentido intrínseco del mundo, que se nos brinda como amor -de un amor que ama individualmente a cada uno de nosotros- y, por el don incomprensible de este amor, sin caducidad, sin ofuscamiento egoísta, hace la vida digna de vivirse. La fe es, pues, encontrar un tú que me sostiene y que en la imposibilidad de realizar un movimiento humano da la promesa de un amor indestructible que no sólo aspira a la eternidad, sino que la otorga. La fe cristiana obtiene su linfa vital del hecho de que no sólo existe objetivamente un sentido de la realidad, sino que este sentido está personalizado en Uno que me conoce y me ama, de suerte que puedo confiar en él con la seguridad de un niño que ve resueltos todos sus problemas en el "tú" de su madre.

Todo esto no elimina la reflexión. El creyente vivirá siempre en esa oscuridad, rodeado de la contradicción de la incredulidad, encadenado como en una prisión de la que no es posible huir. Y la indiferencia del mundo, que continúa impertérrito como si nada hubiese sucedido, parece ser sólo una burla de sus esperanzas. ¿Lo eres realmente? A hacernos esta pregunta nos obligan la honradez del pensamiento y la responsabilidad de la razón, y también la ley interna del amor, que quisiera conocer más y más a quien ha dado su "sí", para amarle más y más.

¿Lo eres realmente? Yo creo en ti, Jesús de Nazaret, como sentido del mundo y de mi vida (J. Ratzinger, Introducción al cristianismo, Salamanca 1969, 57-58, passim).

 

 

 

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