La Cruz que no te va bien.
“Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mc 8,34).
¡SI NO TE VA BIEN LA CRUZ ES PRECISAMENTE LA TUYA!
La Cruz que no te va bien Es precisamente la tuya.
La Cruz no es ni un vestido, ni un par de zapatos, que te deban venir a la medida.
La Cruz jamás va a la medida de tu gusto, de tus apetencias, de tus exigencias particulares.
La Cruz desgarra, magulla, araña, arranca la piel, aplasta, doblega, quebranta, hace sufrir…
Y sin embargo, no hay duda. Para que sea de verdad tuya, la Cruz no debe irte bien.
Por cualquier lado que la mires la Cruz nunca va bien.
Tampoco a Cristo le iba bien su Cruz.
No le fue bien la traición de judas, el sueño de los Apóstoles en el Huerto de Getzemaní, la conjura de los enemigos, la fuga de los amigos, las negaciones de Pedro, las burlas de los soldados, el grito feroz del pueblo: ¡crucifícale, crucifícale!.
Ya lo ves: La Cruz para que lo se, no debe irte bien. Nunca te irá bien.
Esa Cruz que te viene encima en el momento menos oportuno:
Una enfermedad que te llega mientras tienes tantas cosas que hacer, y que te lanza por tierra todos esos proyectos que tienes. Es la tuya.
Esa Cruz que nunca hubieras esperado:
Aquél golpe cobarde y traidor que te ha venido de un amigo; aquella frase que tenía el chasquido y el dolor de un latigazo; aquella calumnia que te ha dejado sin respiración – es tu Cruz.
Esa Cruz que te parece injusta: - “Esto no deberían hacérmelo nunca a mí” – es la Cruz justa para ti.
Esa cruz que te parece excesiva, disparatada, desproporcionada a tus débiles fuerzas –“es demasiado: ¡no puedo más!”- No pertenece a los otros, es la tuya.
-No te hagas ilusiones. No existe una Cruz a la medida. Para ser Cruz tiene que estar fuera de medidas. Intenta buscar. Registra por todas partes. Examina todo bien.
Valóralo todo con atención y, si encuentras al fin una Cruz que te va bien ¡TÍRALA! Esa ciertamente no te pertenece, no es la tuya.
Las señales para conocer si una Cruz es la tuya son desconcertantes:
Imprevisión, repugnancia, malestar imposibilidad, inoportunidad, sentido de debilidad, sentido de fracaso, falta de ánimo, desilusión…
Si una Cruz se te presenta como antipática, desagradable, excesiva, demasiado ruda, insoportable, no dudes en cargar con ella, te pertenece.
Por otra parte, no importa que no sea tuya –en el momento de partir y que la cargues llegará a serlo durante el camino, a través de una cierta familiaridad que se establecerá entre Tú y Ella.
Tal vez al principio se te presente como si fuera extraña. Después descubrirás que es verdaderamente la tuya.
Solamente llevándola te darás cuenta que esa Cruz es la tuya.
Esto no quiere decir, entiende bien, que tus relaciones entre Tú y la Cruz sean idílicas, que todo marche bien.
Con la Cruz aparentemente no hay nada que marche bien. La Cruz marca surcos profundos en la espalda y desgarra el corazón.
Pero a pesar de todo, se establecerá una cierta familiaridad. Una familiaridad sufrida, sufrida pero justificada y alegre por el sentido que se descubre poco a poco, caminando con ella, dirección a la Resurrección.
Y aún cuando el significado no aparezca claro, siempre está la Fe que te invita a dejarte conducir de la mano de alguien que sabe…
No eres Tú quien tiene que saber que ÉL sabe, aún cuando Tú estés a obscuras. “Ora ten fe y no te preocupes.”
Adelante, pues con esa Cruz que no te va bien.
Con la cruz que no está hecha a tu medida.
Lo que cuenta no es que la Cruz esté hecha a tu medida.
Lo esencial es que Tú seas a la medida de
CRISTO.
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