Virtudes que perfeccionan
18 de junio
Las virtudes que perfeccionan a la persona devota en relación al régimen de los propios sentidos son tres: la modestia, la continencia y la castidad. Con la virtud de la modestia, el alma devota consigue regular todos sus movimientos exteriores. Con razón, pues, san Pablo recomienda a todos esta virtud y la declara necesaria; y, como si todo esto no bastara, quiere también que esta virtud sea patente a todos. Con la continencia, el alma consigue apartar todos los sentidos: vista, tacto, gusto, olfato y oído, de los excesivos deleites, si bien lícitos. Con la castidad, virtud que encumbra nuestra naturaleza a la de los ángeles, el alma reprime la sensualidad y la aparta de los deleites que están prohibidos.
Éste es el nobilísimo cuadro de la perfección cristiana. Bendita el alma que posee todas estas hermosas virtudes, todas fruto del Espíritu Santo que habita en ella. Nada tiene que temer; brillará en el mundo como el sol en medio del firmamento.
(23 de octubre de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 197)
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