Confianza y Amor
14
de marzo
Confianza y amor, hijita mía, confianza y amor en la
bondad de nuestro Dios. Tú sufres, pero anímate, que tu sufrimiento es con
Jesús y por Jesús; y no es un castigo sino una prueba para tu salvación.
Convéncete, pues; yo te lo aseguro de parte del Señor:
en tus dolores está Jesús, y además en el centro de tu corazón; tú no estás
separada ni lejos del amor de este Dios tan bueno. Experimentas en ti la
delicia del pensamiento de Dios; pero sufres aún al estar lejos de poseerlo
plenamente y al verlo ofendido por las criaturas desagradecidas. Pero no puede
ser de otro modo, hijita mía; quien ama, sufre; es la norma constante para el
alma que peregrina en esta tierra; el amor no plenamente satisfecho es un tormento,
pero tormento dulcísimo. Tú lo experimentas.
Continúa sin temor, hijita mía, envolviéndote en este
misterio de amor y de dolor al mismo tiempo, hasta que le plazca a Jesús. Este
estado es siempre temporal; vendrá la divina consolación, completa, irresistible.
En este estado de aflicción, continúa, mi buena hijita, rezando por todos,
sobre todo por los pecadores, para reparar tantas ofensas como se hacen al
divino Corazón.
Me parece que tú un día te ofreciste víctima por los
pecadores; Jesús escuchó tu plegaria, aceptó tu ofrenda. Jesús te ha dado la
gracia de soportar el sacrificio. Pues bien, ¡adelante todavía un poco más!; la
recompensa no está lejos.
(9
de abril de 1918, a María Gargani – Ep. III, p. 312)
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