Dios es siempre fiel y sale a nuestro encuentro aún en el dolor.
15 de octubre
Usted me dice
que la venerable sor Teresa del Niño Jesús solía decir: «¡Yo no quiero elegir ni la muerte ni la vida; haga Jesús de mí lo que
él quiera!». Por desgracia, veo con toda claridad que éste es el retrato de
todas las almas vacías de sí y llenas de Dios. Pero ¡qué lejos está mi alma de
un despojo como éste! No consigo frenar los ímpetus del corazón; sin embargo,
padre, me esfuerzo por acercarme a lo que decía la venerable sor Teresa, que,
por otra parte, debe ser el dicho de todas las almas inflamadas del amor de
Dios.
Pero, siendo
sincero, debo confesar que no lo consigo, ya que debo permanecer prisionero en
un cuerpo de muerte. Constato, lo digo, que en mí no hay amor a Dios porque, si
lo hubiera, siendo el mismo el espíritu que vivifica, el efecto debería ser el
mismo.
Para
entendernos: si el que actúa en mí fuese el que actuaba en sor Teresa, también
en mí tendría lugar el dicho de aquella alma santa. Entonces, dígame: ¿no tengo
motivos para dudar? ¡Ay de mí!, ¿quién me librará de este desgarro tan cruel de
mi corazón?
(17 de octubre de 1915, al P.
Agustín de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 674)
Señor aumenta mi fe, mi amor y mi fidelidad a Ti y a la obra de tu Reino, que en todo pueda ver sólo su voluntad y que no escatime ninguna fuerza para llevarla a cabo. Haz que yo permita que tu obra se lleve a cabo en mí para que al final pueda contemplarte lleno de gloria y majestad, pero sobre todo lleno de amor para todos los hombres y mujeres que a pesar de todo confían en Ti.
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