Nunca podré resignarme a estar separado de Ti


16 de octubreTodos los sufrimientos de esta tierra, juntos en un haz, yo los acepto, Dios mío, los deseo como mi porción; pero nunca podré resignarme a estar separado de ti por falta de amor. ¡Ah!, por piedad, no permitas que esta pobre alma ande extraviada; no consientas nunca que mi esperanza se vea frustrada. Haz que nunca me separe de ti; y, si lo estoy en este momento sin ser consciente de ello, atráeme en este mismo instante. Conforta mi entendimiento, oh Dios mío, para que me conozca bien a mí mismo y conozca el gran amor que me has demostrado, y pueda gozar eternamente de las bellezas soberanas de tu divino rostro.
No suceda nunca, amado Jesús, que yo pierda el precioso tesoro que eres tú para mí. Mi Señor y mi Dios, muy viva está en mi alma aquella inefable dulzura que brota de tus ojos, y con la que tú, mi bien, te dignaste mirar con ojos de amor a esta alma pobre y mezquina.
¿Cómo se podrá mitigar el desgarro de mi corazón, sabiéndome lejos de ti? ¡Mi alma conoce muy bien qué terrible batalla fue la mía cuando tú, mi amado, te escondiste de mí! ¡Qué vivamente grabada en mi alma, o mi dulcísimo amante, permanece esa terrible y fulminante imagen! 
 (17 de octubre de 1915, al P. Agustín de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 674)


El amor es el distintivo claro y perfecto del alma cristiana, no porque el alma cristiana sea más virtuosa que las demás, sino porque el motor que la lleva a amar es precisamente el Amor manifestado a la humanidad entera. Un Amor que en la actualidad nos es urgente practicar. El ejemplo es Dios mismo que “tanto amó Dios al mundo que le entregó a su único Hijo, no para condenar al mundo sino para salvarlo”. Por eso es necesario que sepamos amar desde Dios y no desde los hombres. Aparentemente el sufrimiento nos separa de Dios, pero no hay mayor sufrimiento que el estar separados de Él. El sufrimiento físico, espiritual nos acerca a Dios y nos da la oportunidad de participar en la salvación de las almas. Jesús amoroso no permitas que mi sufrimiento me aleje nunca de Ti, al contrario, haz Dios mío que cada día me vaya configurando cada vez más a tu Hijo Pobre, Humilde y Crucificado para conseguir de esta manera la conversión de los pobres pecadores y que ni la vida, ni la muerte, ni el pecado ni el dolor, ni el sufrimiento me alejen nunca de Ti, sino que me conduzcan hasta lo más profundo de tu amoroso corazón para gozar ahí de tus divinos consuelos. Amén.

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