3. NUEVE DÍAS ACOMPAÑADOS POR SANTA CLARA DE ASÍS
TERCER DÍA
SÓLO EN DIOS HE PUESTO MI CONFIANZA: BROTES DE PRIMAVERA 3- 9
Por la señal de la Santa Cruz +
De nuestros
enemigos +
Líbranos Señor,
Dios nuestro +
En el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo + Amén
Acto de contrición:
Señor mío
Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Tú
quien eres y porque te amo sobre todas las cosas, a mí me pesa Señor, pésame en
el alma y en todo mi corazón el haberte ofendido. Yo creo y propongo
firmemente la enmienda de nunca más pecar, de apartarme de las ocasiones, de
confesarme y de cumplir la penitencia que me fuera impuesta por mis pecados. Te
ofrezco Señor mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados.
Así como te suplico, así confío en tu misericordia infinita que me perdonarás y
me darás luz y gracia para enmendarme y perseverar en tu santo servicio hasta
el último instante y fin de mi vida amén.
Lectura bíblica: 2 Timoteo 1,8-12
“No te
avergüences, pues, de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero;
antes bien con la confianza puesta en el poder de Dios, sufre conmigo por el
evangelio. Dios nos ha salvado y nos ha dado una vocación santa, no por
nuestras obras, sino por su propia voluntad y por la gracia que nos ha sido
dada desde la eternidad en Jesucristo. Esta gracia se ha manifestado ahora en
la aparición de nuestro Salvador, Jesucristo, que ha destruido la muerte y ha
hecho irradiar la vida y la inmortalidad gracias al anuncio del evangelio, del
cual yo he sido constituido heraldo, apóstol y maestro. Esta es la razón de mis
sufrimientos; pero yo no me avergüenzo, pues sé en quien ha puesto mi confianza
y estoy persuadido de que tiene poder para asegurar hasta el último día el
encargo que me dio”. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
“…Y
así, por voluntad de Dios y de nuestro beatísimo padre Francisco, fuimos a
vivir a la Iglesia de San Damián, donde el Señor, por su misericordia y su gracia,
en breve tiempo nos multiplicó, para que se cumpliera lo que había predicho por
su santo”. (TestCl 30,31).
De 1212
a 1215, Clara y sus primeras hermanas viven una hermosa primavera. Fueron años
muy duros, pero también muy hermosos, en la entrega a fondo y sin trabas a la
aventura evangélica. En San Damián vivieron y soportaron gozosamente “pobreza,
tribulación, humillación y desprecio del mundo” (RCl 6). El estilo de vida era
verdaderamente radical. Quien habría de pensar que una hija de la nobleza
estaría preparada para una vida verdaderamente evangélica. Vivian su
consagración a Dios en una vivienda pobre: algo así como un albergue o cobijo
próximo a la Iglesia, fuera de la ciudad. Algo radical y extremadamente opuesto
a un monasterio o abadía, viviendo así el evangelio en total radicalidad. Trabajaban
con sus propias manos. El trabajo manual, además de verlo como signo de la
providencia de Dios, también ponía de manifiesta que no contaban con posesiones
ni dotes, ni nada por el estilo, por lo tanto, era necesario trabajar
manualmente. Sin embargo, el trabajo manual no las alejaba de su vocación
auténtica, del llamado que Dios le había hecho a estar con Él, y así vivían una
oración intensa, empeñadas en ver en Jesús como la meta de la fe, disfrutando
de la oración, más allá de los horarios establecidos. Era mujeres de verdadera
contemplación y acción, aunque eso sí, dentro de su monasterio. Esto las
conducía a llevar una vida de relación fraterna intensa pero sencilla, una vida
de familia. Clara vio en la clausura una ayuda singular para la vida evangélica
en total radicalidad, el cauce para desentrañar la peculiar relación de amor
entre el Jesús del evangelio y la clarisa. Su ser de “reclusa” no es prisión
impuesta, sino la gran posibilidad de encontrarse de manera radicalmente libre
con Jesucristo a través del silencio y la contemplación. Solamente así, en la
relación interior consigo misma, con sus hermanas y con Dios podrían vivir la
liberación total para entregarse amorosa y radicalmente al seguimiento de Jesucristo.
Clara, la
primogénita, ha abandonado la casa paterna. Quiere ser solamente de Dios. Su
familia se rebela. No puede admitir tal propósito. La exponen toda clase de
razones. Desde los halagos hasta las amenazas. Todo es inútil. Ella tiene muy
firmes en su alma las palabras de Jesús: “El que ama a su padre o a su madre
más que a Mí, no es digno de Mí”. En abril de 1211, dieciséis días después de
la toma de hábito de Clara, su hermana Inés decide quedarse también en el
convento y también se queda la amiga Pacífica. Sus familiares arrecian la
lucha. Quieren sacarlas del convento. Tras una breve estancia en las
Benedictinas, ellas se instalan definitivamente en San Damián, formando la
primera fraternidad de Damas Pobres. Las palabras convencen, pero los ejemplos
arrastran. La fama de sus virtudes se va extendiendo. Las jóvenes de Asís y su
comarca miran hacia San Damián.
Oración para todos los días:
Oh
gloriosa Santa Clara, santa Virgen de Asís, míranos a tus plantas en este día
que recurrimos a Ti. Venimos a solicitar tu intercesión por la conversión de
los pecadores, y para que todos los cristianos seamos hoy luz del mundo para
los que viven en tinieblas y en sombras de muerte. Tú fuiste ilustre y clara de
nombre y de vida. Así queremos también nosotros seguir tus pasos. Para que en
nosotros no haya oscuridad, ni tinieblas, sino sólo paz, justicia, salud y gozo
en el Señor.
Intercede
por nosotros ante nuestro Señor Jesucristo que es la Luz del mundo. Que por
Jesucristo, con Jesucristo y en Jesucristo resplandezca nuestra alma con la
claridad de la gracia para que pueda brillar nuestra vida con la luz que
recibimos el día de nuestro bautismo e iluminemos así a nuestros hermanos,
anhelando la claridad de la visón divina. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro
Señor, Amen
Para revisar nuestra vida:
¿Cómo es
mi testimonio de vida evangélica?
¿Me abro
realmente al amor y misericordia de Dios poniendo en Él toda mi confianza?
¿Soy
consciente de que Dios me llama a una vida escondida con Cristo en Dios?
¿El
sufrimiento y la precariedad propios de esta vida, me sirven para confiar
verdaderamente en Dios?
¿Mi
acción está animada por la oración y la contemplación?
Aclamaciones
Alabado
seas, mi Señor, por la vida consagrada de nuestra Hermana Clara, por el despojo
alegre de su nobleza y los frutos de clarisas en toda la tierra.
- Padrenuestro,
que estás en el cielo. Santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu Reino,
hágase tu voluntad, en la tierra cómo en el cielo. Danos hoy nuestro pan de
cada día, perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los
que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal.
- Dios
te salve María, llena eres de gracia, el Señor es Contigo, bendita eres entre
las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre Jesús.
- Santa
María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de
nuestra muerte. Amén.
- Gloria
al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo. Amén.
- Aquí se hace la
petición: Se pide la gracia que se desea, o por la necesidad que se tenga.
Santa
Clara de Asís:
Ruega
por nosotros que recurrimos a Ti.
-Alabado
seas, mi Señor, porque puso sólo en Ti su confianza y tu providencia la abrazó
como verdadera sierva.
- Padrenuestro,
que estás en el cielo. Santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu Reino,
hágase tu voluntad, en la tierra cómo en el cielo. Danos hoy nuestro pan de
cada día, perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los
que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal.
- Dios
te salve María, llena eres de gracia, el Señor es Contigo, bendita eres entre
las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre Jesús.
- Santa
María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de
nuestra muerte. Amén.
- Gloria
al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo. Amén.
- Aquí se hace la
petición: Se pide la gracia que se desea, o por la necesidad que se tenga.
Santa
Clara de Asís:
Ruega
por nosotros que recurrimos a Ti.
-Loados
seas, mi Señor, por su vida silenciosa y entregada y porque suscitaste por
doquier miles a su semejanza,
- Padrenuestro,
que estás en el cielo. Santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu Reino,
hágase tu voluntad, en la tierra cómo en el cielo. Danos hoy nuestro pan de
cada día, perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los
que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y libranos del mal.
- Dios
te salve María, llena eres de gracia, el Señor es Contigo, bendita eres entre
las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre Jesús.
- Santa
María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de
nuestra muerte. Amén.
- Gloria
al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo. Amén.
- Aquí se hace la
petición: Se pide la gracia que se desea, o por la necesidad que se tenga.
Santa
Clara de Asís:
Ruega
por nosotros que recurrimos a Ti.
Oración final
Padre de las misericordias, que infundiste en
santa Clara un profundo amor a la pobreza evangélica, concédenos, por su
intercesión, que, siguiendo a Cristo pobre, merezcamos llegar a contemplarte en
tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina Contigo en la
unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
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