Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo

 






HOMILÍA XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
DOMUND 2019

Les propuso una parábola sobre la necesidad de orar
Éxodo 17,8-13ª; 2 Timoteo 3,14-4.2; Lucas 18,1-8

Hoy estamos celebrando el Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND), es la jornada anual en la que La Iglesia Católica promueve de manera especial un espíritu misionero en todo el mundo, no solamente haciéndonos conscientes, al recordarnos, que todos los bautizados y confirmados en el Fe nos hemos constituido en misioneros, apóstoles, enviados, mensajeros de la Buena Noticia. Desde los inicios, los cristianos han extendido el Evangelio en otros lugares, enviados por la comunidad, o de modo connatural a su vida y profesión. Con el tiempo, ha sido habitual el envío de pastores: obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, de hecho, con la aparición de las Órdenes mendicantes en el siglo XIII, a las cuales pertenecemos los Capuchinos, aunque hayamos nacido más tarde, se dio un fuerte impulso a la misión, sobre todo para la evangelización de “nuevos mundos”. Nuestro Continente Americano, nuestro País, ¿qué decir de nuestra arquidiócesis? Que fueron precisamente evangelizados por grandes personas que transmitieron la fe y la devoción a los moradores de estas tierras. No hemos de perder de vista que una cosa es la historia de la Conquista en México, y otra la Historia de evangelización. Pues bien, les comparto con mucha alegría que Los Hermanos Menores Capuchinos consideramos que la “Misión está en el corazón de La Orden”, porque a dónde hace falta un misionero, allí se envía una comunidad capuchina, no por nada San Fidel De Sigmaringa, Presbítero y Mártir es el protomártir de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide. Los Capuchinos por gracia de Dios y por vocación, somos misioneros en cualquier parte del mundo que estemos, contando aproximadamente con unos once mil hermanos diseminados en el mundo, llevando la paz y el bien. Los Capuchinos, estamos comprometidos en la instauración y propagación del Reino de Dios, siguiendo los pasos de nuestro Señor Jesucristo al estilo de San Francisco de Asís, generando así, bajo la acción del Espíritu Santo un mundo de libertad, de justicia, de paz y de amor y respeto a la creación. Es decir, trabajamos y nos entregamos en cuerpo y alma por la salvación del todo el mundo.
Ante todo lo anterior, ustedes y yo hemos de redescubrir y revalorar nuestro ser “Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo”, que es precisamente el lema o el tema para esta Jornada misionera. Sin embargo, es necesario destacar que este año es especial precisamente por eso, porque se nos invita a tomar conciencia de nuestro bautismo y de la gran misión que el Señor ha puesto en nuestras manos, confiando de que la llevaremos a cabo. ¿Se han puesto a pensar de la gran confianza que Dios ha depositado en ustedes? Él les ha confiado su mensaje de salvación. Es decir, les ha revelado a su Hijo Jesucristo, la Palabra encarnada, para que la anuncien, para que la den a conocer a los demás. Por eso es necesario dejarse tocar el corazón por el Espíritu Santo, para volver a hacer lo que los apóstoles hacían con tanto ardor y celo: el anuncio de la Buena Noticia. El Evangelio y con él su anuncio profético no puede reducirse a un proyecto puramente temporal, circunstancial. Ojalá y logremos ser de verdad “Iglesia en salida”, que ni ustedes ni yo nos acostumbremos a una “Pastoral de mantenimiento”, sino que seamos capaces de salir al encuentro del otro, de migrar de una pastoral de eventos a una pastoral más programática, integral, que nazca verdaderamente del encuentro diario y profundo con La Palabra y que nos alimentemos con la Eucaristía, para poder hacer de nuestra vida de cristianos bautizados una misión permanente, viva encarnada, llena de esperanza, de alegría y de respeto, pero verdaderamente comprometida con los de allá afuera.
A propósito, también de la liturgia de la Palabra que nuestra Madre la Iglesia nos propone para este día del DOMUND, ustedes saben que hace ya algunos años se está escudriñando el universo para recoger mensajes provenientes de otros planetas. Desde hace tres años se cuenta con lo que es el radiotelescopio más grande del mundo, superando al de Arecibo, en Puerto Rico que medía 305 metros de diámetro, desde 2016, se cuenta con el de la provincia china de Guizhou, que se le ha considerado el “proyecto del milenio”, porque el radiotelescopio FAST mide 500 metros. A diferencia del Arecibo y una serie de otros radiotelescopios grandes, cuya forma permanece sin cambios, cada segmento del plato del FAST, compuesto por 4,500 ‘escamas’ triangulares, puede subir o bajar aproximadamente medio metro. Esto amplía radicalmente la visión general del telescopio y le brinda nuevas posibilidades científicas inaccesibles para casi todos los demás observatorios de radio.
Así pues, algunos científicos enviaban mensajes-radio al cosmos con un lenguaje estudiado adrede y con la esperanza de que fuesen captados por casuales interlocutores extraterrestres. Hasta ahora no se ha logrado ningún resultado positivo, ningún signo de vida de otros mundos. Por lo demás, incluso si, en hipótesis, se consiguiese establecer algún contacto con otros seres inteligentes en el cosmos, una conversación con ellos sería imposible, porque entre la pregunta y la respuesta debieran transcurrir siglos, si no milenios o millones de años.
Curiosamente, pareciera que la Palabra de Dios de este Domingo, según veremos, nos enseña en esta empresa humanamente desesperada cómo conseguirlo. El Evangelio de hoy comienza así: “Jesús, para explicar a los discípulos que era preciso orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola” (Lc 18,1).
La parábola que narra Jesús es la de la viuda, que acostumbraba a ir ante el juez para que le hiciera justicia, hasta que éste, para quitársela de encima, la satisface diciendo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, se dice el juez dentro de sí, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara”. Jesús concluye: “Fíjense en lo que dice el juez injusto. ¿No hará, entonces, Dios justicia a sus elegidos que claman a él día y noche? ¿Los hará esperar? Yo les aseguro que les hará justicia inmediatamente.
El tema de la oración constituye el centro, tanto de la primera lectura, que nos presenta a Moisés en el monte teniendo en alto las manos para obtener la victoria de su pueblo, que combate, allá abajo en el llano, contra los Amalecitas.
Veíamos antes que el hombre, con la ciencia que va desarrollando escudriña el universo para captar mensajes de otros mundos y no se da cuenta de los que ya llegan y para oírlos bastaría ponerse de rodillas y alzar al cielo sencillamente las manos como Moisés en el monte. ¡La oración es el secreto para entrar en contacto con otros mundos! ¡La oración es la llave que abre el corazón de Dios que esta presente en este mundo y en el otro! Quien ora es la persona que ha captado una señal inconfundible proveniente de “otro mundo” y no puede dejar de buscarla, si la pierde.
Llegados a este punto, podríamos preguntarnos ¿Cómo está mi vida de oración? ¿Qué importancia le doy? ¿En qué y en quién creo? ¿Cómo influye la oración en mi entorno familiar, eclesial social? La oración nos pone en contacto con “otro mundo” y con Dios.
¿Es todo esto una ilusión? Sería demasiado aventurado el dar una respuesta simplemente afirmativa o negativa, de lo contrario, sería tomar un verdadero compromiso con nuestra vida de oración.
Reflexionemos en: ¿quiénes son los que han hecho la razón de su vida de este “contacto”? ¿Cómo ha sido su existencia? ¿Ha sido, la suya, la vida que no concluye, típica de los ilusos o, por el contrario, una vida llena, activísima, fecunda y que ha enriquecido al mundo entero? Para darnos cuenta basta que traigamos a la mente el nombre de algunos grandes orantes: Moisés, Jesucristo, Francisco de Asís de quien se ha dicho que fue “un hombre hecho oración, Teresa de Ávila; Pío de Pietrelcina; filósofos como Kierkegaard…
La oración es la que puede dar alma y espíritu a nuestra civilización de la ciencia, de la tecnología y de la técnica e impedir que nuestros barrios y ciudades se transformen en desiertos humanos, y terminen siendo como campos de batallas campales de guerra como lo estamos viviendo terriblemente en la actualidad.
Nuestros niños ya no pueden salir a jugar con la libertad y la seguridad de nuestros ayeres, no es simple nostalgia es que nos demos cuenta a dónde hemos llegado alejándonos de Dios y pensar que esto solamente puede ser el comienzo de quien no teme a Dios ni respeta a los hombres.
Es precisamente, el ejemplo de las señales del cosmos que nos puede ayudar a almacenar algo nuevo sobre la oración. Se trata de entrar en diálogo con otro mundo, que está por encima de nosotros. No simplemente “con otros seres inteligentes”, sino con el Creador de todo, el. Padre de las misericordias que nos conoce, nos ama a tal grado de que en su Hijo ha dado la vida por nosotros y nos quiere ayudar. Es necesario entablar un diálogo, en el que entre la petición y la respuesta ya no deben transcurrir siglos o milenios, porque todo es instantáneo. Es más, hasta la petición es conocida antes de que sea formulada. La oración queridos hermanos y hermanas es una profunda conversación con Dios de corazón a corazón.
La oración tiene su demostración en sí misma y no desde el deseo exterior. El gusto por la oración nos viene orando. Orando, se entiende, siempre que no sea una ficción o una ilusión, un sentir bonito. En la oración nos damos cuenta de que se establece en verdad una comunicación con Dios, aun cuando misteriosa e intraducible en términos humanos. No acontece como en el eco, que te remite hacia atrás las mismas palabras; aquí se trata de palabras nuevas nunca pensadas o imaginadas, palabras que expresan frecuentemente las vueltas fundamentales de la vida.
Más que una obligación, por lo tanto, orar es un inaudito privilegio, una concesión. Es necesario llegar a encontrarse en ciertas situaciones extremas, para descubrir qué significa para la persona el simple hecho de que le ha sido “consentido” orar. ¿Quién no se tendría como afortunado de poder hablar cada día y de cada cosa con el soberano en persona?
Tal vez muchos nos preguntemos ¿por qué tantas de nuestras oraciones resultan no oídas? Jesús sabía bien que, a veces, la consecución de lo pedido en la oración puede tardar o incluso no suceder, al menos ante nuestros ojos. Precisamente por esto narró la parábola de la viuda, exhortándonos a “orar siempre sin cansarnos nunca”.
Si no podemos entender por qué Dios no escucha ciertas de nuestras oraciones, podemos, sin embargo, entender qué desastre sería… si las escuchase todas y siempre. Cuántos de nosotros cuando le pedimos algo, a continuación, hemos bendecido a Dios por no habernos escuchado, viendo de qué nos ha librado.
No olvidemos pues, que en esta Jornada Mundial de Las Misiones, como BAUTIZADO Y ENVIADOS: LA IGLESIA DE CRISTO EN MISIÓN EN EL MUNDO, la fuente es la oración, la comunicación con Dios para redescubrirnos discípulos y misioneros y llevar así a todos la buena nueva de salvación. Que María la Madre del amor y primer discípula misionera nos conduzca a las periferias para encontrarnos con nuestros hermanos en cualquier parte del mundo y lugar donde nos encontremos.
Puebla de Los Ángeles
19 de octubre de 2019
Fray Pablo Jaramillo, OFMCap.
Paz y Bien.

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