Me ha sido dado todo poder en el Cielo y en la Tierra.

 Solemnidad de nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo



El día de su Ascensión, Cristo Jesús, antes de despedirse de sus amigos, de los apóstoles les dijo: me ha sido dado todo Poder el el cielo y en la tierra, vayan pues por todo el mundo y anuncien la buena nueva del Reino, bautizando en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. (Cfr. Mt 28,18-20). 

Hoy la primera lectura del Profeta Daniel nos ha referido esta maravillosa imagen dentro de su visión, en la cual ve venir (entrar en el Reino de Dios) sobre las nubes al Hijo del Hombre que se presenta ante el trono del Anciano/Dios precisamente para otorgarle este poder ¿Qué significa esto? Que la visión que ha tenido el Profeta es la visión después de la Resurrección. Por eso Cristo es Rey, porque ha asumido toda la realeza despojándose de sí mismo, tomando la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. (Cfr. Filipenses 2,6-11). 

Ahí le tenemos: reinando desde un madero, desde una cruz que es símbolo de ignominia, símbolo de muerte, símbolo de derrota. El triunfo verdadero de Jesucristo ha sido hacer la voluntad del Padre: salvar a la humanidad entera, no dejar a nadie fuera del Reino. Esta es la verdadera realeza de Cristo. Su reino es eterno. 

Juan, por su parte, en el libro del Apocalipsis, que significa Revelación, saluda a todos los cristianos, también a nosotros hoy, los que lo somos en el siglo XXI, a los que también Jesucristo nos ha compartido su reino, formamos parte del Reino de Dios, del reinado de Cristo si verdaderamente lo dejamos ser que sea en nuestra vida. 

Si le reconocemos como el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el soberano de los reyes de la tierra; esto significa el único que ocupa verdaderamente un lugar en nuestra vida. Sólo el lugar que a Él le pertenece porque Él nos amó y nos purificó de nuestros pecados con su sangre y ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre. (Cfr. Ap. 1,5ss). No pertenecemos a este mundo. No vamos a quedarnos aquí. Esta es la única realidad que no podemos negar, tampoco la podemos evadir o cambiar, ¡no! Por bella, hermosa, apasionante, prometedora que sea esta vida, es pasajera, es efímera. El amor de Cristo nos ha hecho capaces de competir la herencia del Pueblo Santo en la Luz. (Cfr. Col. 1,12) Al mismo tiempo podemos darnos cuenta de la fidelidad de Dios en nuestra propia vida y en la de la humanidad entera y el universo creación de Dios con todo lo que contiene. 

Decíamos antes que Cristo había vuelto al Padre de quien recibió todo el poder, y ahora San Juan nos dice que le veremos venir entre las nubes, y todos lo verán, de cualquier lugar en en el que nos encontremos, aun aquellos que lo traspasaron. Ese día queridos hermanos y hermanas será grande, glorioso, pero también pondrá de manifiesto finalmente quienes somos, nos dolerán nuestros pecados porque los veremos con el esplendor del Santo de los Santos, pero finalmente todo será consumado en Él. ¡Qué bella experiencia! ¡Que espera tan dichosa y cuánto tarda! Pobres de nosotros si no somos capaces de esperar día a día el gran día, el día de Dios. El encuentro pleno y definitivo con Él. Será el mismo, al que traspasaron, aquel que murió pero que ahora está vivo eternamente porque es el Alfa y la Omega. El Principio y el Fin. 

Aquel al que fue sujeto al tiempo y a las leyes  e interrogado por los hombres, sometido, calumniado y crucificado reitera ante los poderosos de su tiempo y ante los nuestros que su Reino no es de este mundo. ¡Es Rey! No niega su realeza, no la desacredita, pero sí pone y deja bien claro que su Reino es el Reino de la verdad. Porque Él es la verdad. Solamente quien se somete a su realeza, una realeza de libertad, de justicia y de paz, es capaz de comprender la dinámica siempre actual y actuante de su reinado.

Así pues, queridos hermanos y hermanas, es necesario que tomemos partido, que nos demos cuenta de parte de quien estamos, si de parte de los que le juzgan, si de parte de los que se siente que son todopoderosos o de parte de Aquel que pendiente de una cruz, ha sido capaz de manifestar todo el amor y la misericordia de Dios, a través de su entrega generosa y libre por la salvación de la humanidad.

Tal vez nos preguntemos ¿en qué consiste ese reino? En dejarse amar plenamente por Él y en amar como Él. Una tarea nada fácil de realizar pero tampoco imposible porque finalmente se trata de un don y de una conquista. 

Abramos nuestra mente y nuestro corazón a Dios, que verdaderamente sea Él quien reine en nuestras vidas y seremos veneros de amor y compasión para con todos los que nos rodean, y para con todos los que necesitan de una sustentación en su vida. Que la alegría y la caridad sean la manifestación de la certeza que en Cristo Jesús desde el madera de la cruz nos ha llegado la salvación a través de la consumación de la redención humana por medio del “Reino de la verdad y de la vida, Reino de la santidad y de la gracia, Reino de la justicia, de amor y de paz” (Cfr. Prefacio de Cristo, Rey del universo).

    ¡Viva Cristo Rey!


Solemnidad de Cristo Rey del Universo

21 de noviembre de 2021

Fray Pablo Jaramillo, OFMCap.

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