Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo





“Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”

Paz y Bien



Querido lector hoy quiero llegar hasta Ti estando ya en la recta final de la Natividad de Dios, la fiesta de la ternura y de la humildad en extremo, pero también la fiesta de la Luz. Hoy y en muchos lugares el próximo domingo celebraremos la fiesta de la Epifanía, de la manifestación de Dios a toda la humanidad, que la celebremos dignamente y demos gracias a Dios por tanto  don recibido

La Navidad resplandece de la luz emanada del Niño que acaba de nacer. ¡Él es la Luz! ¡El Sol que nace de lo alto! Por eso en esta noche gloriosa la oscuridad se vuelve como pleno día y se manifiesta al mundo entero a través del resplandor de la “Estrella de Belén” vista desde todos los confines del universo y, que como leemos en el evangelio de san Mateo 2,1-9, guió a los Hombres Sabios, (Reyes Magos) para que buscaran a Jesús que acababa de nacer y le adoraran.  Estos Hombres Sabios preguntaban insistentemente: “¿Dónde está el Rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo”.

Hemos visto y venimos: aquí está la libre y gran enseñanza de estos “discípulos misioneros” bíblicos. Sí nos referimos a los Hombres Sabios que la tradición nos dicen que se llaman Melchor, Gaspar y Baltasar. Ellos han actuado en consecuencia, no han interpuesto demora alguna. No han puesto ningún pretexto y nada por encima del llamado que Dios les hace a que le conozcan. Si se hubieran puesto a calcular millas de distancia, problemas, retos, peligros, incertidumbre, inseguridad, si hubiesen querido tener el control de todo, seguro que no se hubiesen puesto en camino. Todo se hubiese venido abajo y se hubieran frustrado en vanas y estériles intensiones. Ellos han actuado de inmediato, por eso se convierten en unos perfectos discípulos, atienden el llamado que Dios les está haciendo a ir a adorarle y reconocerle hecho Hombre en un portal. Actúan de inmediato y éste es el secreto cuando se recibe una señal o inspiración de Dios. Los verdaderos discípulos descubren la voluntad de Dios y la llevan a cabo. Ellos no tenían ninguna certeza de lo que estaban haciendo, sin embargo tenían fe. Ellos se convierten así en  los primeros “hijos de  Abrahán según la fe”; también Abrahán, en efecto, se puso en camino, “sin saber a dónde iba” (Hebreos 11,8), fiado sólo en la Palabra de Dios que le invitaba a salir de su tierra.

“La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en

el lugar donde estaba el niño”.



La estrella es la guía luminosa que anuncia la revelación del misterio más grande del Dios que pone su morada entre nosotros. Sin la fe y sin la estrella que guiaba, difícilmente los Hombres Sabios que venían de Oriente hubieran llegado al destino; sin aquella guía difícilmente hubieran podido encontrar la correcta dirección; sin aquella estrella sus vidas habrían sido diferentes. En los Magos estamos representados todos, la humanidad entera de todos los tiempos y de todos los lugares, razas, lenguas, condición social, cultural, todos los pueblos de la tierra estamos representados en los Hombres Sabios que no dudaron en ponerse en camino sin saber ni a dónde ni cuándo su viaje habría terminado.

Todos y cada uno de nosotros está llamado a emprender un viaje: es el camino que conduce desde una vida oscura y sin sentido hasta una vida impregnada del amor y de la esperanza traída por Jesús que nos ha salvado de nuestros pecados. Para llegar hasta Él no es necesario un gran equipaje, es más, el equipaje estorba. Es necesario dejarlo todo, desapropiarnos de todo, también de nosotros mismos para ir a su encuentro. Lo importante es confiar, fiarse del signo celestial que nos precede y saber que a la llegada seremos ricos de la misericordia de Dios. El significado de nuestro camino está en el Camino mismo. Es del camino que podemos aprender a fiarnos del Señor. Es durante el camino que debemos demostrar que nuestra fe es más fuerte que nuestro cansancio y que la tentación de rendirnos y de pararnos antes de llegar.

Se trata pues de un punto de llegada, un punto fijo: la estrella, después de haber guiado, desde que surge, a los Magos de oriente, desde los remotos confines de la tierra, “se paró”. Y, en el instante que deja de dar una indicación de la dirección, el camino del viandante en busca de Dios termina. Se ha llegado a la meta.

Sin embargo, el cumplimiento del viaje no significa el fin de la acción del hombre peregrino sobre la tierra, sino que su peregrinar tiene un nuevo rumbo. Cuando se llega a descubrir la verdad, cuando la luz viene advertid, una nueva tarea tiene que hacerse: ¡Es necesario volverse testigos de la luz! ¡Es indispensable hacerse portavoces de la verdad para aquellos que todavía no la conocen! “Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz” (Rom 13,12).

Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre y cayendo de rodillas lo adoraron”.

Los Hombres Sabios conocían muy bien qué significa “adorar”, hacer la proskynesis, porque la práctica había nacido precisamente entre ellos, en la cortes de oriente. Significaba tributar el honor posible al máximo, reconocer a uno la soberanía absoluta. El gesto estaba reservado por ello sólo y exclusivamente al soberano. Es la primera vez que este verbo viene empleado en relación a Cristo en el Nuevo Testamento; es el primer reconocimiento implícito de su divinidad.

Los Magos no buscan a Dios por curiosidad, ni para entenderle, ni para encontrar una respuesta a sus dudas, ni para que les alivie en sus penas y trabajos, mucho menos para aumentar su sabiduría. Ellos se ponen en camino con la finalidad de expresarle su devoción y sumisión a Dios. Hoy, en la actualidad, la adoración también es exclusiva para Dios, veneramos, alabamos y bendecimos a la Virgen, pero no la adoramos. Éste es un honor que sólo se le puede tributar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. La adoración es el gesto más genuino y reverente de la criatura para con su creador.

Corremos el peligro de utilizar la palabra “adorar” o “adoración” con muchísima ligereza, es decir, la prostituimos, por ejemplo: “Yo adoro ir a bailar”, “Yo adoro mi perro”, “Yo adoro mi carro, mi casa…”. De criaturas humanas dicen: “Mi adorable bien”. Desde luego, esto no es un pecado, pero sí indica mucho qué lugar ocupa Dios en nuestra vida y al mismo tiempo,  la  calidad de nuestra sensibilidad religiosa.

Los Hombres Sabios adoraron al Niño “en la  casa”, en la rodillas de la Madre y bajo el cuidado y la contemplación del padre. Hoy nosotros podemos adorarlo, -y nunca mejor dicho- hoy nosotros podemos adorarlo también en la Eucaristía, adorarlo “en espíritu y en verdad”, en lo profundo del corazón… No nos faltan ocasiones para hacerlo, antes bien nos sobran oportunidades para vivir constantemente bajo la mirada de Dios, en su presencia adorándole siempre.

Una vez que le hemos encontrado, que le hemos adorado no podemos volver a ser iguales. No podemos volver por el mismo camino. No podemos andar el camino andado o caminado. Cuando se le encuentra a Cristo que es el Camino, la Verdad y la Vida, no se puede ya volver atrás por el mismo camino. Cuando nos hemos encontrado con Dios, cambia la vida, y cambiando la vida cambia la vía, la dirección. El encuentro con Cristo es determinante y exige un cambio de vida dejar el hombre viejo y revestirse del hombre nuevo. Exige un cambio de costumbres. Si en esta Navidad y en la Fiesta de la Epifanía nos hemos encontrado con el Emmanuel-Dios-entre-nosotros, no podemos volver al camino que andábamos antes de encontrarnos con Él.

Que Dios nos conceda esta gracia y seamos lo suficientemente valientes y nuestra fe y nuestra esperanza sean tan grandes que podamos cambiar de ruta al retornar cada día a nuestro mundo y quehaceres cotidianos.

“Hemos visto su estrella y venimos adorar al Señor”.

Paz y Bien

¡Feliz y Santa Fiesta de la Manifestación del Señor a toda la humanidad!

FW. TX, enero 6 de 2012.

Con mis oraciones:

Fray Pablo capuchino Misionero.


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