No cesaré de gritar pidiendo ayuda



4 de agosto

No cesaré de gritar pidiendo ayuda; pero, oh Dios, ¿esa mano paterna no ha sido inútil una vez más para este ciego de sempiterna muerte y ceguera? Guarde la ayuda, estoy por decirle, para quien sabe aprovecharla; siento muy fuerte el peso de la responsabilidad ante el valor de la misma. ¿Y la ayuda no es quizás inútil porque mi caso es realmente desesperado? Me confunde demasiado constatar que hay cada vez más contradicción entre la luz hostil que proyecta mi espíritu y aquella suave que me ofrece usted, mi guía.

Yo constato en mí esta verdad: que casi ya no tengo fuerza para mantener la lucha; me muero de hambre ante una mesa ricamente abastecida; me abraso de sed bajo la fuente de la que fluye el agua pura… ¿qué más? La luz me ciega antes de aclararme. ¿Cómo es posible? Estoy cansado de cansar al guía; y las ayudas y la sola obediencia me sirven de apoyo para no abandonarme a un abandono completo. En virtud de esta obediencia me decido a manifestarle lo que me aconteció desde el día cinco por la tarde y durante todo el seis del corriente mes. 
 (21 de agosto de 1918, al P. Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 1061)

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