¡Qué hermoso convertirse en víctima de amor!
23 de agosto
El viernes pasado me encontraba en la iglesia en la acción de gracias después de la misa, cuando de repente me sentí herir el corazón por un dardo de fuego tan vivo y ardiente que creí morir. Me faltan las palabras adecuadas para hacerle comprender la intensidad de aquella llama; soy absolutamente incapaz de poderme expresar. ¿Lo cree? El alma, víctima de estos consuelos, se vuelve muda. Me parecía que una fuerza invisible me sumergía totalmente en el fuego. Dios mío, ¡qué fuego! ¡Qué dulzura!
De estos transportes de amor he sentido muchos, y por diverso tiempo he quedado fuera de este mundo. Las otras veces había fuego, pero era menos intenso; esta vez, en cambio, un instante, un segundo más, y mi alma se habría separado del cuerpo… se habría marchado con Jesús.
¡Oh, qué hermoso es convertirse en víctima de amor!
(26 de agosto de 1912, al P. Agustín de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 299)
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