¡Ven, Dios te espera!
27
de julio
Comprendo que nuestros enemigos son fuertes, muy fuertes;
pero el alma que combate junto a Jesús ¿cómo puede dudar de que alcanzará la
victoria? ¡Oh!, ¿acaso no es nuestro Dios el más fuerte de todos? ¿Quién podrá
oponerle resistencia? ¿Quién se opondrá a sus decretos, a sus deseos? ¿Acaso no
ha prometido a todos que nadie será tentado por encima de sus fuerzas? ¿Acaso
no es fiel al cumplir sus promesas? ¿Puede haber alguna alma que piense esto?
Sí, existe una, ¿y quieres saber quién es? Es la del estúpido, es la del necio:
«Dice el necio para sí: no hay Dios (el
Dios verdadero)».
El insensato, Raffaelina, es el hombre que peca de
incredulidad, de falta de confianza. Y tú más que nadie has tenido, no una,
sino infinitas pruebas de esta promesa divina. Esas pruebas son tantas como las
victorias sobre sus enemigos que cuenta tu alma. Sin la gracia divina, ¿habrías
podido superar tantas crisis y tantas guerras, a las que ha sido sometido tu
espíritu? Pues bien, abre cada vez más tu espíritu a las esperanzas divinas,
confía más en la misericordia divina, único refugio del alma expuesta a las
borrascas de un mar tempestuoso, humíllate ante la piedad de nuestro Dios,
siempre pronto a acoger y ayudar al alma que, en la sinceridad de su corazón,
confiesa ante él su nulidad.
(13 de mayo de 1915, a Raffaelina Cerase – Ep.
II, p. 417.En la vida espiritual siempre es necesario combatir con las armas del Espíritu: la fe, la esperanza y la caridad. La lucha contra el mundo, el Demonio y la carne se enfrenta, se combate y se sale victorioso si confiamos plenamente en Dios. Muchas veces el mundo y el Demonio pretenden hacernos pensar que Dios no existe, y esto, hasta cierto punto, para algunos es muy cómodo, porque así se dan la terrible oportunidad de actuar con ligereza haciendo todo cuanto es repugnable a los ojos de Dios. Como digo, a estos les conviene pensar que Dios no existe. Sin embargo es de los necios y duros de corazón semejante aseveración, ya que la misma creación nos habla de la existencia de un Dios Creador. Juntamente con ella, las almas amantes van experimentando su presencia que se va traduciendo en salvación, a través de las obras que van llevando a cabo. Por tanto, decir semejante cosa es propio de la soberbia humana que necesita de una transformación interior para aceptar la salvación de Dios a través de su presencia entre nosotros. Corre pues, póstrate ante la presencia de Dios y acepta a Jesús como tu Salvador y, así tu vida cobrará sentido. ¡Ven, Dios te espera!
Paz y Bien
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