LECTIO DIVINA PRIMER MIÉRCOLES DE CUARESMA. A la gente de este tiempo no se le dará otra señal que la del profeta Jonás.
LECTIO DIVINA PRIMER MIÉRCOLES DE CUARESMA
Jonás: 3, 1-10. Lucas: 11, 29-32
El plazo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el Evangelio
LECTIO
PRIMERA LECTURA
Los habitantes de Nínive se arrepintieron de su mala conducta.
Del libro del profeta Jonás: 3, 1-10
En aquellos días, el Señor volvió a hablar a Jonás y le dijo: "Levántate y vete a Nínive, la gran capital, para anunciar ahí el mensaje que te voy a indicar".
Se levantó Jonás y se fue a Nínive, como le había mandado el Señor. Nínive era una ciudad enorme: hacían falta tres días para recorrerla. Jonás caminó por la ciudad durante un día, pregonando: "Dentro de cuarenta días Nínive será destruida".
Los ninivitas creyeron en Dios, ordenaron un ayuno y se vistieron de sayal, grandes y pequeños. Llegó la noticia al rey de Nínive, que se levantó del trono, se quitó el manto, se vistió de sayal, se sentó sobre ceniza y en nombre suyo y de sus ministros, mandó proclamar
en Nínive el siguiente decreto: "Que hombres y animales, vacas y ovejas, no prueben bocado, que no pasten ni beban; que todos se vistan de sayal e invoquen con fervor a Dios y que cada uno se arrepienta de su mala vida y deje de cometer injusticias. Quizá Dios se arrepienta y nos perdone, aplaque el incendio de su ira y así no moriremos".
Cuando Dios vio sus obras y cómo se convertían de su mala vida, cambió de parecer y no les mandó el castigo que había determinado imponerles.
Palabra de Dios.
R/. Te alabamos, Señor.
El libro de Jonás es una especie de larga parábola cuyo mensaje central es la universalidad de la salvación: la misericordia de Dios no se limita al pueblo elegido, sino que se ensancha a todos los hombres. Por segunda vez, el profeta es enviado por el Señor a la capital del reino asirio, Nínive, proverbial por su grandeza, para anunciar la destrucción de la ciudad a causa de la perversión de sus habitantes (1,2).
A la primera llamada, Jonás respondió fugándose: ¿Cómo puede un hombrecillo inerme profetizar la ruina de la “superpotencia" enemiga en su mismo territorio? Obligado a obedecer por las peripecias que experimentó (cc. 1-2), ahora comienza a cumplir la misión que se le confió.
Como profeta, Jonás anuncia un oráculo de amenaza y reprobación en nombre del Señor (v. 4), y su predicación llega al corazón de los ninivitas y de su mismo rey: ellos “creyeron en Dios” (utilizando el mismo verbo que en Gn 15,6 para indicar la fe de Abrahán) y se impusieron una durísima penitencia acompañada con una oración ferviente y una profunda conversión (v. 8).
Son muy importantes los versículos 9-10: el cambio de vida espera que los decretos de Dios no sean irrevocables, sino que al arrepentimiento sincero del hombre siga el “arrepentimiento” de Dios y el castigo anunciado se cambie en perdón. Un pueblo pagano demuestra así conocer el verdadero rostro del Dios de Israel, un Dios lento a la ira y rico en misericordia, un Dios que “no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva"
(Ez 33,11).
EVANGELIO
A la gente de este tiempo no se le dará otra señal que la del profeta Jonás.
Del santo Evangelio según san Lucas: 11, 29-32
En aquel tiempo, la multitud se apiñaba alrededor de Jesús y éste comenzó a decirles: "La gente de este tiempo es una gente perversa. Pide una señal, pero no se le dará más señal que la de Jonás. Pues así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para la gente de este tiempo.
Cuando sean juzgados los hombres de este tiempo, la reina del sur se levantará el día del juicio para condenarlos, porque ella vino desde los últimos rincones de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.
Cuando sea juzgada la gente de este tiempo, los hombres de Nínive se levantarán el día del juicio para condenarla, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás y aquí hay uno que es más que Jonás".
Palabra del Señor.
R/. Gloria a ti, Señor Jesús.
Mientras la gente se apiñaba en torno a Jesús, él responde a los que "para ponerle a prueba le pedían un signo del cielo" (v. 16). Rechaza un signo que sacie la curiosidad y la sed por lo maravilloso (v. 29) y en su respuesta Jesús deja entrever su propia identidad divina:
“Aquí hay uno que es más que Jonás” (v. 32). En concreto, declara que él es el signo del cielo, el Mesías prometido y largamente deseado por Israel, pero ahora no es reconocido porque se presenta de modo muy diferente al esperado por la gente.
El Hijo del hombre es “para esta generación" una llamada viviente a la conversión, como lo fue Jonás para los ninivitas; y, como él, no busca medios espectaculares para afirmarse, sino que ofrece sencillamente la Palabra y la misericordia de Dios. El recuerdo de los habitantes de Nínive y de la reina de Saba subraya la universalidad de la llamada a la salvación. Pero mientras algunos pueblos paganos supieron reconocer como "enviados" de Dios a hombres que proclamaban la conversión y escuchando su voz encontraron el camino de una conversión radical, la “generación malvada", entre la cual Jesús ejerce históricamente su ministerio, es ciega y dura de corazón. Por esa razón serán los mismos ninivitas y la reina de Saba quienes la condenen en el día del juicio (vv. 31s), porque, cegada por el orgullo, no ha reconocido, bajo las humildes apariencias humanas de Jesús, al Cristo.
MEDITATIO
En este tiempo litúrgico resuena constantemente la invitación a la conversión. ¿Cómo la acogemos? Puede ser una palabra que se pierde o encontrar en nosotros un corazón abierto que, herido e iluminado por la Palabra, reconoce el propio pacto con el pecado y decide un camino de vuelta a Dios. O puede que esta invitación nos deje indecisos: quisiéramos una gracia "barata”, pero con “efectos espectaculares”, y preferimos buscar confirmaciones convincentes, milagros y signos extraordinarios...
Jesús mismo es el “gran signo” del amor divino que no teme asumir el pecado para conceder la gracia al pecador. Signo del cielo es un Dios con las manos clavadas en la cruz, rendido impotente para otorgarnos la libertad. Mirarlo es el comienzo de la conversión.
Ante su rostro doliente, todos -los “paganos” como los ninivitas o "creyentes”, como los contemporáneos de Jesús- están llamados a decidir si cierran el corazón o se abren a una nueva vida. Muchos vendrán de remotas lejanías -desde el pecado, desde otras mentalidades, desde otras culturas, para aprender sabiduría del crucificado: aquí hay alguien que es más que Salomón. Muchos se convertirán al anuncio, creyendo al Profeta hecho Siervo doliente por amor: aquí hay uno que es más que Jonás.
ORATIO
Padre justo y misericordioso, tú nunca te cansas dellamar a todos a la conversión, para que tus hijos gusten del gozo de la comunión contigo. Perdóname, Padre: he cerrado el corazón en la indiferencia egoísta y satisfecha y no me he abierto a tu invitación. Señor Jesús, tú manifestaste la llamada extrema del amor, ese amor que vence la muerte ofreciendo la vida. Perdóname, oh Cristo: he dudado confiar en ti y he preferido pedir signos espectaculares, garantías absurdas, a un Dios que ha perdido todo, en la cruz, para salvarme.
Espíritu Santo, fuego de amor, inflama mi corazón consumiendo toda la escoria de temor, mezquindad y dureza. Luz santísima, haz que experimente la medida ilimitada de la misericordia de Dios, la profundidad insondable de su sabiduría. Líbrame de la frialdad de mi endurecimiento, de la ceguera de mi lógica humana.
CONTEMPLATIO
El poder arrepentirse se concede a todos los que están enfermos del alma. Venga, apresurémonos a obtener fuerza para nuestras almas. En el arrepentimiento la pecadora encontró la salvación y Pedro anuló su traición; David canceló la pasión del corazón; los ninivitas encontraron la curación. Sin dudarlo un momento, levantémonos y mostremos nuestras heridas al Salvador, dejémonos curar. Él acoge nuestra conversión más allá de nuestros deseos.
Nada se debe al que va a salvarte, porque nadie podría ofrecer una compensación adecuada a la curación. Todos han encontrado en el arrepentimiento la salud como regalo y han pagado en cambio lo que podían dar: más que regalos, lágrimas, que constituyen para el salvador objetos preciosos de amor y esperanza. Tenemos de ello buenos testimonios: la pecadora, Pedro, David y los ninivitas: sólo ofrecen el don de sus gemidos, se arrojaron a los pies del Salvador, y él acogió su conversión (Romano il Melode, Himno IX, 1s).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
"El plazo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1,15).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Creer en Jesús es escuchar su Palabra, que nos revela su amor infinito por nosotros pecadores. Ser creyentes significa estar seguros de que el amor existe y que tiene el rostro de la misericordia. Creer en Jesús quiere decir adherirse a su amor absolutamente gratuito con los pobres como nosotros. Seguir a Jesús es entregarse totalmente a su misericordia y confiar únicamente en su misericordia. Amar a Jesús es sencillo. Para lograrlo debemos ante todo creer que él nos ama de verdad, tal como somos, hoy. En este acto de fe es posible que rebose la alabanza de nuestro corazón y descansar en este amor infinito. La alabanza, la acción de gracias y la adoración abren nuestro corazón al don que Dios nos concede de su amor misericordioso.
El amor divino no se queda inactivo si encuentra en nosotros su espacio y su libertad. Pero para acoger la misericordia de Dios debemos tener misericordia con nuestros hermanos. Por la dulzura de su corazón compasivo, Jesús nos da un corazón misericordioso. Nada más concreto, nada más práctico que el verdadero amor. Vivir del amor de Jesús es ponernos al servicio de nuestros hermanos más cercanos y nos hace mansos y humildes. Nada hay tan
exigente como seguir a Jesús por este camino del amor, pues es el camino de la cruz. Pero no se trata de una carga demasiado pesada; basta con que no nos empeñemos en llevarla solos y con dejar que Jesús la lleve con nosotros. Para descubrir por lo menos un poco la misericordia infinita, único secreto del corazón de Jesús, hay un lugar preferido donde morar: delante de la cruz de Jesús, a sus pies ( J.-P. van Schoote y J.-C Sagne, Miseria e misericordia, Magnano 1992, 46s).
Comentarios
Publicar un comentario