LECTIO DIVINA PRIMER SÁBADO DE CUARESMA. Sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto.

 LECTIO DIVINA PRIMER SÁBADO DE CUARESMA

Deuteronomio 26,16-19. Mateo: 5,43-48

Sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto.

 


LECTIO

 

PRIMERA LECTURA

Serás un pueblo consagrado al Señor, tu Dios.

Del libro del Deuteronomio: 26, 16-19

 

En aquel tiempo, habló Moisés al pueblo y le dijo: "El Señor, tu Dios, te manda hoy que cumplas estas leyes y decretos; guárdalos, por lo tanto, y ponlos en práctica con todo tu corazón y con toda tu alma.

Hoy has oído al Señor declarar que él será tu Dios, pero sólo si tú caminas por sus sendas, guardas sus leyes, mandatos y decretos, y escuchas su voz.

Hoy el Señor te ha oído declarar que tú serás el pueblo de su propiedad, como él te lo ha prometido, pero sólo si guardas sus mandamientos. Por eso él te elevará en gloria, renombre y esplendor, por encima de todas las naciones que ha hecho y tú serás un pueblo consagrado al Señor, tu Dios, como él te lo ha prometido". 

 

Palabra de Dios. 

R/. Te alabamos, Señor.

 

En el contexto del Deuteronomio, el presente fragmento revela su carácter jurídico: es una fórmula de tratado, una ratificación formal de la alianza. Por eso es significativa su ubicación después del cuerpo legislativo (cc. 11-26) y las bendiciones y maldiciones consiguientes a la observancia o transgresión de los decretos del Señor. En el plano jurídico, en el antiguo Israel, el pacto representa la forma más radical para construir una comunión entre personas; consiste en crear una situación en la que los contrayentes se intercambian lo que tienen de más personal y propio (cf. 1 Sam 18,3; 20,8; 23,18). Con presencia de testigos -y con un documento público- cada una de las partes propone y acepta un doble compromiso reciproco. El fragmento que nos propone hoy la liturgia presenta un particularísimo tipo de “pacto”: no se trata de un pacto entre dos hombres, sino entre un Dios y un pueblo, entre el Dios fiel e Israel. Es un pacto “teológico" en el que los contrayentes están en distinto plano.

En su sencillez, la perícopa tiene un claro significado didáctico, y manifiesta la experiencia que Israel tiene de Dios: Dios no es un ser absoluto, lejano, inaccesible; Dios es comunión, es voluntad de salvación para el pueblo que él ha elegido. Es él quien toma la iniciativa de la elección por puro amor gratuito con el pueblo (cf. Dt 4,37). Es él quien da a Israel leyes y mandatos que constituyen un camino de vida y un modelo de sabiduría para los individuos (cf. Bar 4,1-4). Acoger la gracia y corresponder por medio de la obediencia a la voz del Señor es la respuesta fiel que Dios pide a Israel.

 

EVANGELIO

Sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto.

Del santo Evangelio según san Mateo: 5,43-48

 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Han oído ustedes que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.

Porque, si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Sean, pues, perfectos como su Padre celestial es perfecto". 

 

Palabra del Señor. 

R/. Gloria a ti, Señor

 

Nos encontramos ante la última antitesis en que Jesús, con su enseñanza de la Ley, indica su cumplimiento. El libro del Levítico manda el amor al prójimo y prohíbe la venganza y el rencor "contra los hijos de tu pueblo" (Lv 19,18): por "prójimo" probablemente hay

que entender aquel con el que se vive y pertencee a la misma etnia. Lo añadido, "odiarás a tu enemigo", no proviene del Antiguo Testamento ni de las enseñanzas rabinicas, pero expresa en concreto el modo con que el hombre de a pie recibía el mandato: incluso los esenios y los zelotas contemporáneos a Jesús aceptaban esta interpretación.

Jesús, por el contrario, pide una caridad sin restricciones, una oración que abarque a todos, también a los que nos hacen sufrir. ¿Cómo puede exigir tanto? El fundamento es el amor gratuito e incondicionado que nosotros recibimos de un Dios que es Padre y nos quiere hijos semejantes a él en el obrar el bien y en procurar el gozo a los demás (vv. 44s).

Todos los demás: no se trata de una universalidad ideal, sino muy concreta; propone amar a aquel que no nos ama, saludar al que nos niega el saludo... Es lo que distingue al discípulo de Cristo de los paganos y pecadores (vv. 46s); y superando la tendencia humana natural y limitada, nos hace tender a la perfección con la misma medida inconmesurable del Padre, que es amor (v. 48).

Llegados a este punto, carece de sentido pedir una recompensa a Dios por la observancia tan minuciosa y estricta de las normas de justicia: la gratuidad del amor se convierte en ley reguladora de las relaciones con Dios y con los hombres. En esto consiste la "justicia superior" que Jesús pone como condición para entrar en el Reino de los Cielos (5,20).

 

MEDITATIO

 

Dios ha sellado con su pueblo un pacto de alianza reciproca, pidiéndole observar sus leyes y normas con todo el corazón. Jesús nos muestra la meta de esta obediencia: llegar a ser hijos semejantes al Padre, perfectos como él es perfecto. Pero la perfección de Dios no es una inalterable serenidad, una pureza aséptica.

Cristo nos revela que es misericordia con todos, gratuidad universal, bondad que supera cualquier medida humana. Por consiguiente, tender a la perfección significa conformar nuestro corazón con el del Padre, que derrama bienes sobre todos, sin hacer distinción entre buenos y malos, justos e injustos, agradecidos e ingratos.

Jesús nos manifiesta un amor similar con todos, pero no de una manera genérica, como una benevolencia seráfica con la humanidad. Nos dice: "Amen a sus enemigos y recen por los que los persiguen"; actuar con caridad con el que nos está haciendo el mal. Esto es amar de modo perfecto, ofreciendo el don más grande, el per-dón. Así nos ha amado Cristo desde la cruz, dejándonos no sólo ejemplo, sino también la gracia necesaria para conformarnos a él.

No nos limitemos a lo que nos es connatural, siendo benevolentes con los que nos manifiestan benevolencia: esto lo hacen también de modo natural quienes todavía no conocen el rostro del Padre.

A nosotros se nos ha manifestado; se nos ha concedido una gracia sobreabundante: no nos quedemos en cuestiones de mérito, no busquemos recompensas. El amor de Dios derramado sobre nuestros corazones es la más espléndida e inmerecida recompensa.

 

ORATIO

 

Jesus, Hijo de Dios vivo, tú nos has mostrado en tu  rostro el rostro [misericordioso] del Padre: haz que mirándote a ti, que no te averguenzas de llamarnos "hermanos”, aprendamos a vivir como verdaderos hijos, obedientes a la voluntad de Dios.

Señor, tú nos has revelado que el Padre derrama su amor a todos: haz que llegando a la Fuente de toda bondad podamos llevar al mundo el agua viva del Espíritu, que todo lo renueva.

Oh Cristo, que pediste desde la cruz perdón para todos nosotros: haz que acogiendo la gracia divina aprendamos a amar con corazón gratuito a todos los hombres, y más que a nadie al hermano que nos ha hecho mal. Entonces, al mirarnos, el Padre nos podrá reconocer verdaderamente como hijos suyos.

Sea este nuestro único deseo: tender a la comunión plena, tener un solo corazón y una sola alma.

 

CONTEMPLATIO

 

Quien ama a todos se salvará, sin duda. Quien es amado por todos no se salvará por eso. "Dios es amor.” Quien se relaciona con alguien sin amor, vende a Dios, vende su felicidad. Sólo se da felicidad amando. ¿Cuál es la belleza natural del alma? Amar a Dios. ¿Y cuánto? "Con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con todas las fuerzas" (Lc 10,27).

En el mismo orden de belleza hay que poner el amor al prójimo. ¿Cuánto? Hasta la muerte. Si no lo haces, ¿quién sufrirá el daño? No Dios, sino quizás un poco el prójimo, pero tú serás quien sufra un daño enorme. De hecho, el ser privado de una belleza o perfección natural no es igualmente dañino a las criaturas. Si la rosa deja de tener su color natural o la azucena su aroma, el daño que yo recibiría sería de menor importancia aunque me gusten estas sensaciones; mas para la rosa y la azucena sería un daño terrible, porque se ven privadas de su propia y natural belleza (Guigo I., Meditationes, II, 23,89,465).

 

ACTIO

 

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:

 

"Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso" (Lc 6,36).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

 

Seas bendito, oh eterno Dios. Que cesen toda venganza, la incitación al castigo o a la recompensa. Los delitos han superado toda medida, todo entendimiento. Ya hay demasiados mártires. No peses sus sufrimientos en la balanza de tu justicia, Señor, y no dejes que estos carniceros se ceben con nosotros. Que se venguen de otro modo. Da a los verdugos, a los delatores, a los traidores y a todos los hombres malvados el valor, la fuerza espiritual de los otros, su humildad, su dignidad, su continua lucha interior y su esperanza invencible, la sonrisa capaz de borrar las lágrimas, su amor, sus corazones destrozados pero firmes y confiados ante la muerte, sí, hasta el momento de la más extrema debilidad [...].

Que todo esto se deposite ante ti, Señor, para el perdón de los pecados como rescate para que triunfe la justicia; que se lleve cuenta del bien y no del mal. Que permanezcamos en el recuerdo de nuestros enemigos no como sus víctimas, ni como una pesadilla, ni como espectros que siguen sus pasos, sino como apoyo en su lucha por destruir el furor de sus pasiones criminales. No les pediremos nada más. Y cuando todo esto acabe, concédenos vivir como hombres entre los hombres y que la paz reine sobre nuestra pobre tierra. Paz para los hombres de buena voluntad y para todos los demás (Oración anónima, escrita en yiddish, encontrada en Auschwitz-Birkenau, cit. en B. Ducruet, Con la pace nel cuore, Milan 1998, 42s).

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