EL GRITO DEL CORAZÓN DESDE LA SINCERIDAD
CATEQUÉSIS PARA LOS VIERNES DE CUARESMA 2024
Paz y Bien
1. Viernes después de ceniza
a. Isaías 58,1-9
EL GRITO DEL CORAZÓN DESDE LA SINCERIDAD
Queridos hermanos y hermanas, comenzamos hoy lo que quiere ser nuestro camino cuaresmal. Se trata simplemente de una propuesta como ciertamente puede haber tantas. Con las reflexiones que iremos compartiendo cada viernes, además de la homilía diaria, queremos prepararnos lo mejor posible para vivir la Pascua que es el centro de nuestra vida y de nuestra Fe. Como lo dice el Beato laico Puertorriqueño Carlos Manuel Cecilio Rodríguez “Vivimos para esa Noche”.
La cuaresme, ciertamente no tendría razón de ser si no nos prepara para la Pascua del Señor, también para nuestra propia pascua. Una pascua que, en este mundo, en este tiempo, en este espacio es el tránsito de la muerte a la vida, del pecado a la conversión. Del paganismo a la aceptación de Dios en nuestra propia vida, a dejar el hombre viejo y revestirnos del hombre nuevo. A dejarnos configurar con Cristo cada día más. Así pues, el fin último de este andar tomados de la mano de Jesucristo, es encontrarnos con Él la noche Pascual, la noche del Sábado Santo y la mañana de resurrección y hacer la experiencia transformante y transformadora de ser auténticamente hombres nuevos.
Pero ¿Qué es la Cuaresma – Cuarenta?
En primer lugar, cuando hablamos de cuaresma estamos hablando de un proceso. Es decir, de un caminar. Esto ya nos indica que es necesaria una actitud activa, abierta, dispuesta para ponernos en marcha. Habla ciertamente de un tiempo, cuarenta años, como símbolo de un tiempo de una generación larga, está vinculado a los Israelitas a su paso por el desierto, más concretamente a la escucha y visión de Dios para con su pueblo sufriente. Dios mira, escucha el dolor y el grito de su pueblo y los rescata, los saca de la esclavitud hasta la entrada a la tierra prometida (cf. Éx. 16,35; Dt 1,3; Jos 5,6). La Biblia hace referencia también a cuarenta días y cuarenta noches, como tiempo de la ira y de la misericordia de Dios (Gn 7,4.12). Con el cataclismo del Diluvio y al mismo tiempo la manifestación de la Misericordia de Dios para la nueva humanidad, y para la creación entera. O, también de su revelación a Moisés en la montaña, donde permaneciendo este durante 40 días y 40 noches no probó alimento alguno, sino que recibiendo y escribiendo las Diez Palabras, Los Diez Mandamientos, estuvo frente a Yavé (cf. Éx. 34,28; Dt 9,9). Así, cuando realmente se tiene conciencia de la presencia de Dios en la propia vida, se va generando en el interior de la persona una comunión para perfecta con Él que el estar en su presencia se convierte en su alimento, en su tiempo, en su espacio. Qué importante es recobrar este sentido relacional y presencial con y ante Dios en la actualidad. Nos dejamos llevar por tantas cosas, y nos olvidamos de lo esencial. La tradición sinóptica recuera los cuarenta días de la tentación de Jesús en el desierto (Mt 4,2 par).
Toda la existencia de Jesús se encuentra bajo la acción del Espíritu: lleno del Espíritu, es conducido por Éste al desierto (cf. Lc 4,1); expulsa los demonios por el poder del Espíritu (cf. Mt 12,28); su enseñanza tiene lugar por el poder del Espíritu (cf. Lc 4,14); todo su ministerio se fundamenta en la unción por el Espíritu (cf. Lc 4,16-30; Mt 13,54- 58; Mc 6,1-6). Jesús ofrece su vida por la fuerza del Espíritu (cf. Hb 9,14), y es resucitado por la fuerza del Espíritu (cf. Rm 1,3- 4; Hch 1,8; 2,4). Exaltado, es Jesús quien da el Espíritu Santo (cf. Hch 2,33).
Así pues, es necesario que escuchemos la voz del Señor que nos invita a convertirnos en profetas, que no permitamos que nadie nos detenga al momento de denunciar los pecados, las injusticias, la maldad, pero que al mismo tiempo seamos coherentes con nuestro grito. Sin juzgar nunca a nadie, pero tampoco justificando a nadie. Simple y sencillamente siendo coherentes con lo que Dios nos pide. En fien, que el comienzo de esta santa Cuaresma nos ayude a vivir más plenamente nuestro ser discípulos misioneros para que podamos convertirnos en signo del Reino. Dios quiere romper las cadenas de la esclavitud para que todos seamos auténticamente libres.
Fray Pablo Jaramillo, OFMCap.
Paz y Bien
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