El Espíritu del Señor lleno la fas de la tierra.


4 Esos fueron los orígenes de los cielos y la tierra, cuando fueron creados. El día en que hizo Yahveh Dios la tierra y los cielos, 5 no había aún en la tierra arbusto alguno del campo, y ninguna hierba del campo había germinado todavía, pues Yahveh Dios no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre que labrara el suelo. 6 Pero un manantial brotaba de la tierra, y regaba toda la superficie del suelo. 7 Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente. 8 Luego plantó Yahveh Dios un jardín en Edén, al oriente, donde colocó al hombre que había formado. 9 Yahveh Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos a la vista y buenos para comer, y en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. 15 Tomó, pues, Yahveh Dios al hombre y le dejó en al jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase. 16 Y Dios impuso al hombre este mandamiento: «De cualquier árbol del jardín puedes comer, 17 mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio.»

Queridos Hermanos y Hermanas: Paz y Bien

Ayer hablábamos un poquito sobre la dignidad del ser humano hecho a imagen de Dios. Que es el primer relato que encontramos en la Sagrada Escritura en el Libro del Génesis sobre la creación del hombre y de la mujer. Hoy nos encontramos con otro relato, del mismo libro, sólo que con otra estructura y con un toque más exquisito y genuino de parte de Papá Dios para con todos y cada uno de sus hijos.

Hoy la Palabra de Dios no nos habla sólo de que el hombre fue creado a Imagen de Dios, sino que además Dios mismo le dio el aliento de vida. ¿Qué significa esto? Significa que en el momento en que Dios ha soplado su aliento de vida, Dios mismo le estaba compartiendo y transmitiendo su misma vida. De aquí se desprende todo lo relacionado con la cuestión alma-espiritu-cuerpo. Que no son tres cosas distintas, sino que las tres forman la integridad del ser humano.

El cuerpo es como lo que contiene al alma y al espíritu. Sin un cuerpo humano, estos no existen. El alma es la que anima al cuerpo y por eso una vez que el cuerpo termina su misión aquí en la tierra el alma trasciende a la vida eterna. El Espíritu es precisamente lo que nos hace ser imagen de Dios. Es el Espíritu el que nos dice las cosas rectas y buenas que hemos de hacer. Es el Espíritu el que aspira a la santidad y el que impulsa al ser humano a volver a su condición primero. Es decir a su condición natural: La de ser Hijo de Dios. La de reflejar, proyectar esa imagen de Dios en nuestra vida diaria y cotidiana.

Paz y Bien

Fort Worth, Tx. 9 de febrero de 2010.

Fray Pablo capuchino Misionero.

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