Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre Hb 13,1-8
6 por lo tanto, nosotros podemos decir con plena confianza
Queridos hermanos y hermanas: Paz y Bien
En la época contemporánea donde nuestra sociedad se destaca por su afán de querer las cosas a la carta, es decir de manera inmediata y sin dificultades, en la actualidad donde también podemos definirla como la era del internet, de la computadora, de Iphon, del celular y de la música electrónica o del black metal, cambiando todo lo trascendente y lo verdaderamente valioso por lo efímero, por lo sutil y por la imagen vacía de alguien que por el hecho de traer el último Iphon 4G es más importante. Ante la libertad de pensamiento y muchas veces de falta de respeto a la misma vida, hoy el autor de la Carta a los Hebreos. O tal vez el autor de la carta a “Nosotros, a Ti a Mi” nos desafía con una frase sin precedentes y sin posibilidad de superación: “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre”.
Que bellas palabras. Cargadas de sentido de existencia, de trascendencia y de santidad. La rapidez con la que las cosas cambian en la actualidad nos han hecho pensar y asentir que todo lo de ayer es caduco y no sirve. Ya Dios se nos había adelantado a todos los tiempos y por eso sólo Él permanece para siempre.
¿Cuál es la manera de permanecer de Dios-con-nosotros?
La respuesta es Clara: en primer lugar se trata de la vivencia de la fraternidad universal. Una fraternidad que Dios mismo ha querido inaugurar viviendo como Dios Trinidad. Tres personas distintas en un solo Dios verdadero. Eso en cuanto se refiere a Dios. En cuanto a la fraternidad entre Dios y los hombres, Él no permaneció ajeno y expectante ante la realidad humana después de que el ser humano quebrantó o rompió esta fraternidad, sino que Él se hizo hombre como nosotros. Compartió en todo nuestra condición humana menos en el pecado. Y Dios se hizo hombre por nosotros, y vivió con-nosotros, como-nosotros y murió como nosotros, sólo que la suya fue una muerte ignominiosa e injusta. Así Dios quiso enseñarnos que sobre todo está la caridad, el amor fraterno. Este amor fraterno lo hemos de vivir todos los seres humanos, unos con otros, principalmente con los que tenemos cerca, con los que viven con nosotros, con los que comparten nuestra vida y nuestros ideales, y también con los que los cuestionan.
Una forma concreta de vivir el amor fraterno es compa-deciéndo-se de los demás. Es decir sufriendo con ellos y gozando con ellos en toda circunstancia, no sólo de palabra o teóricamente, sino dando la vida por ellos, esta es la máxima expresión del amor fraterno: amar como Cristo nos ha amado: Dando la vida por los demás, y teniendo en cuenta sus sufrimientos y aliviándolos en la medida de nuestras posibilidades. Otro aspecto sumamente importante es el del matrimonio. Partiendo de la dimensión fraterna, el matrimonio es y ha de ser un vínculo entre la pareja tan perfecto y tan fuerte que no puede haber lugar a la infidelidad, a la fornicación o la disolución del mismo. Pero la vivencia fraterna del matrimonio consiste en el respeto y la veneración mutuo de los cónyuges, aquí es donde entra la cuestión de la dignidad humana y de la libertad de los hijos de Dios. Así que los maridos han de respetar siempre a su esposa, serle fiel y amarla siempre. Haciendo concreto su amor con todos los detalles que saben le gusta a su esposa. Al mismo tiempo la esposa ha de amar y respetar siempre al marido. De igual manera ofreciendo detalladamente lo que saben agrada al esposo.
Otro aspecto es el del corazón limpio y puro. Un corazón sincero, sencillo, sin doblez. Un corazón que esté lleno de la riqueza de Dios. Al estar lleno de la riqueza de Dios, no aspirará a otra cosa sino a permanecer en la vida eterna de Dios porque Dios no pasa nunca y nos cuida como nunca nadie lo hace ni lo haría jamás. Es el amor eterno de Dios el que permanece para siempre por eso es Dios y por eso es el mismo ayer, hoy y siempre.
Paz y Bien.
Fort Worth, Tx. 4 de febrero de 2011.
Fray Pablo Capuchino Misionero.
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