Dios está presente al alma que ama
10
de enero
Las tinieblas que rodean el cielo de vuestras almas
son luz; y hacéis bien en decir que no veis nada y que os encontráis en medio
de una zarza ardiendo. La zarza arde, el aire se llena de densas nubes, y el
espíritu no ve ni comprende nada. Pero Dios habla y está presente al alma que
siente, comprende, ama y tiembla.
Hijitas mías, animaos; no esperéis al Tabor para ver a
Dios; ya lo contempláis en el Sinaí. Pienso que el vuestro no es el estómago
interior revuelto e incapaz de gustar el bien; él ya no puede apetecer más que
el Bien Sumo en sí mismo y no ya en sus dones. De aquí nace el que no quede
satisfecho con lo que no es Dios.
El conocimiento de vuestra indignidad y deformidad
interior es una luz purísima de la divinidad, que pone a vuestra consideración
tanto vuestro ser como vuestra capacidad de cometer, sin su gracia, cualquier
delito.
Esta luz es una gran misericordia de Dios, y fue
concedida a los más grandes santos, porque pone al alma al abrigo de todo
sentimiento de vanidad y de orgullo; y aumenta la humildad, que es el
fundamento de la verdadera virtud y de la perfección cristiana. Santa Teresa
también tuvo este conocimiento, y dice que, en ciertos momentos, es tan penoso
y horrible que podría causar la muerte si el Señor no sostuviera el corazón.
(7
de diciembre de 1916, a las hermanas Ventrella – Ep. III, p.541)
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