Si amas las riquezas, aquí encontrarás el Mayor Tesoro
7 de enero
Nuestro Señor te ama, hijita mía, y te ama
tiernamente; y si él, a veces, no te hace sentir la dulzura de este amor, lo
hace para llevarte a una humildad mayor y para que te des más cuenta de lo
despreciable que eres. Pero no dejes por eso de recurrir a su santa benignidad
con toda confianza, particularmente en el tiempo en que lo representamos como
pequeño niño en Belén. Porque, hijita mía, ¿para qué se aferra él a esta dulce
y amable condición sino para llevarnos a amarlo confiadamente y a entregarnos
amorosamente a él?
Permanece muy cerca de la cuna de este gracioso niño,
especialmente en estos días santos de su nacimiento. Si amas las riquezas, aquí
encontrarás el oro que los reyes magos le dejaron; si amas el humo de los
honores, aquí encontrarás aquel incienso; y si amas las delicadezas de los
sentidos, sentirás la olorosa mirra, que perfuma toda la gruta. Sé rica de amor
hacia este niño celestial; respetuosa en la familiaridad que tendrás con él
mediante la oración; y toda delicada en la alegría de sentir en ti las santas
inspiraciones y los afectos de ser solamente suya.
Mantén el buen ánimo en lo que se refiere a tus
pequeños resentimientos y defectos; pasarán, sin duda; y, si no pasan, será
para ti un ejercicio de humildad y de mortificación. Vive tranquila, hijita
mía, y no temas, porque Jesús está contigo. Sigue en el camino que has
emprendido y no reduzcas jamás la marcha.
(30
de diciembre de 1918, a María Gargani – Ep. III, p. 346)
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