Amor que me sotiene.


20 de junio

Sí, padre mío, estoy privado de todo, incluso de la apariencia de virtud, hasta el punto de parecerme que es un estado de tibieza fatal, por el que Dios justamente me va rechazando de su corazón cada día más. Y presiento que mi ruina es irreparable, ya que no encuentro modo de salir de esto. ¡Ay de mí!, he perdido los caminos, los medios, los apoyos, las normas; y, si trato de despertar mi memoria apagada, se me hace presente una misteriosa dispersión; y me encuentro más perdido que antes, más incapaz de levantarme, y la misteriosa oscuridad se hace más densa.

Dios mío, ¿y por qué agitas y remuerdes y vuelves a agitar de nuevo y desconciertas con tanta violencia a esta alma turbada, a esta alma destruida desde hace tiempo y cuya destrucción diría que está movida, causada y querida por tu mismo mandato y permisión?

(19 de junio de 1918, al P. Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 1033)

 

 

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