Lectio Divina Fiesta De los Santos Inocentes B. La sangre de Jesús nos purifica de todo pecado
SANTOS INOCENTES
Los niños inocentes murieron por Cristo; ahora siguen al Cordero sin mancha, cantando: Gloria a ti, Señor.
I Juan: 1, 5-2, 2. Mateo: 2, 13-18
LECTIO
PRIMERA LECTURA
La sangre de Cristo nos purifica de todo pecado.
De la primera carta del apóstol san Juan: 1, 5-2, 2
Queridos hermanos: Éste es el mensaje que hemos escuchado de labios de Jesucristo y que ahora les anunciamos: Dios es luz y en él no hay nada de oscuridad. Si decimos que estamos con Dios, pero vivimos en la oscuridad, mentimos y no vivimos conforme a la verdad. Pero, si vivimos en la luz, como él vive en la luz, entonces estamos unidos unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado. Si decimos que no tenemos ningún pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si, por el contrario, confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos purificará de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, hacemos pasar a Dios por mentiroso y no hemos aceptado verdaderamente su palabra.
Hijitos míos, les escribo esto para que no pequen. Pero, si alguien peca, tenemos como intercesor ante el Padre, a Jesucristo, el justo.
Porque él se ofreció como víctima de expiación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero.
Palabra de Dios.
R/. Te alabamos, Señor.
La fiesta de los Santos inocentes, colocada tan próxima al misterio de la Navidad, pone de relieve no sólo el don del martirio, sino la gran verdad que la muerte del inocente revela: la maldad del pecador, cómo Herodes, siembra odio y muerte, mientras el amor del justo inocente, como Jesús, porta frutos de vida y de salvación.
También la Carta de Juan nos presenta el mundo dividido en dos partes: el de la luz, el mundo de Dios, y el de las tinieblas, el mundo de Satán. Quien «camina en la luz» y «practica la verdad» (vv. 7-8) vive en comunión con Dios y con los hermanos y es purificado de todo pecado por la sangre de Jesús derramada en la cruz. Quien, por el contrario, «camina en las tinieblas» y «no practica la verdad» (vv. 6-8) se engaña a sí mismo, no vive en comunión con Cristo ni con los hermanos y está lejos de la salvación. Los verdaderos creyentes, en efecto, reconocen ante Dios y ante sí mismos su pecado, lo confiesan y, confiando en el Señor, «justo y fiel» (v. 9), son salvados. Los malvados, por el contrario, no reconocen sus pecados, hacen vano el sacrificio de Jesús y su Palabra de vida no puede transformarlos interiormente.
En conclusión, Juan exhorta al cristiano a recurrir a Jesús como «abogado junto al Padre» (v. 1), porque es Él quien expía no sólo los pecados de sus fieles, sino los de la humanidad entera. Cierto, el cristiano no debe pecar, pero en el caso de tener la experiencia del pecado, lo más importante es reconocerse pecador y, confiando en la misericordia de Aquel que puede liberarlo de su pobreza moral, restablecer inmediatamente la comunión con Dios.
EVANGELIO
Herodes mandó matar a todos los niños menores de dos años en la comarca de Belén.
Del santo Evangelio según san Mateo: 2, 13-18
Después de que los magos partieron de Belén, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo". José se levantó y esa misma noche tomó al niño y a su madre y partió para Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.
Cuando Herodes se dio cuenta de que los magos lo habían engañado, se puso furioso y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, conforme a la fecha que los magos le habían indicado.
Así se cumplieron las palabras del profeta Jeremías: En Ramá se ha escuchado un grito, se oyen llantos y lamentos: es Raquel que llora por sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya están muertos.
Palabra del Señor.
R/. Gloria a ti, Señor Jesús.
El fragmento del evangelio de la infancia de Mateo narra una de las muchas pruebas de incomodidad y de sufrimiento vividas por la familia de Nazaret. Partidos los Magos, José, advertido en sueños por el ángel del Señor, lleva a María y al Niño a Egipto para escapar del odio homicida de Herodes que, -en su locura, ha decidido matar a los recién nacidos del territorio de Belén (v. 14-16). La Sagrada Familia experimenta así, integrada en una dolorosa vivencia de persecución, un período de huida de su propia tierra, de incertidumbre acerca del propio destino, de marginación y de rechazo.
El lenguaje escueto de Mateo sugiere que para esta familia no hay especiales privilegios respecto de las otras. Jesús es un Dios venido a nosotros, pero su gloria está encerrada en una apariencia de derrota. En su camino no hay sólo Magos que lo buscan, hay también un Herodes que, a la noticia de su nacimiento se turba. Jesús permanece signo de contradicción: hay quien lo busca para adorarlo y quien lo busca para matarlo.
En realidad, el relato evangélico en su contexto pone de relieve también otro tema: la vivencia humana de Jesús, ya desde su infancia, es leída sobre la falsilla de la vida de Moisés y de su pueblo. El nacimiento de Moisés y de Jesús coincide en la matanza de niños hebreos inocentes (Ex 1,8-2,10 y Mt 2,13-18); ambos van a Egipto (Ex 3,10; 4,19 y Mt 2,13-14), en ambos se cumple la Palabra: «De Egipto llamé a mi hijo» (Ex 4,22; Os 11,1 y Mt 2,15). Por último, la profecía sobre Raquel que llora a sus hijos (Jr 31,15) nos recuerda que Jesús es el Mesías buscado y rechazado, en quien se cumplen las promesas de Dios y las esperanzas de los hombres.
MEDITATIO
Para entender la vivencia humana de Jesús a través del relato bíblico es muy necesario conocer la clave de lectura del texto que se mueve en dos niveles: el de la historia y el de la fe. El escritor sagrado, sin traicionar el dato histórico, como el de la matanza de los inocentes y la huida de Jesús a Egipto, sino partiendo de estos, recompone cada uno de los hechos leyéndolos en fe y los transfigura con la luz del profundo misterio que encierran: El Niño Jesús, que se pone en manos de los hombres, no es el que huye del enemigo por miedo, es el verdadero vencedor, porque es en su libre obediencia donde nos revela el rostro del Padre y el amor gratuito con el que se nos ha entregado. Si el mundo con su pecado rechaza al Mesías, en realidad es él el derrotado, porque es Cristo quien lo juzga. Si el rechazo y la marginación son el momento de la humillación y de la debilidad de Cristo, en realidad es aquí donde comienza su triunfo con la glorificación que le devolverá el Padre.
También el cristiano puede rechazar a Cristo y ser culpable de pecado, renegando del amor de Dios, pero cree, a pesar de todo, que sus pecados no son obstáculo permanente a la comunión con Dios. El cristiano sabe que es posible transformar el alejamiento en cercanía, que toda realidad adversa puede ser superada por la acción misteriosa de Dios en Cristo, que es no sólo el verdadero intercesor junto al Padre, sino el medio extraordinario de expiación por los pecados de todos los hombres.
ORATIO
Señor Jesús, tú eres el único intercesor que puede defender nuestra causa junto al Padre, cada vez que hacemos la experiencia negativa del pecado y del alejamiento de ti. Muchas veces la humanidad ha quebrantado tu alianza y otras tantas tú la has reanudado sin cansarte jamás, manifestándote rico en perdón y en bondad. No dejes de ser nuestro defensor, a pesar de las muchas matanzas de inocentes que se repiten en todo tiempo sobre nuestro planeta, los innumerables pecados de escándalo que hieren a nuestra juventud y desconciertan a nuestros ancianos y a tantas personas sencillas, los sufrimientos de todo género que se infligen a muchos inocentes por la voracidad de otros tantos Herodes de hoy que buscan sólo el poder, el éxito y la posesión de bienes materiales.
Señor, tú que has sufrido la marginación, el rechazo y la incomodidad de la falta de un domicilio, haz que todos estos males no se repitan más entre nosotros, que toda la humanidad pueda encontrar en ti, y por medio de tu ejemplo de vida, el sentido de la hermandad y de la unidad. Ciertamente es obra tuya la unión de los dispersados, la justicia absoluta y la concordia, la paz mesiánica que tú has predicado, pero también nosotros queremos colaborar a la construcción de un mundo más justo y fraterno, donde los lazos del egoísmo se rompan, donde todo pacifismo aparente sea superado y toda falsa justicia quebrantada. Señor Jesús, que nuestra vida cristiana nos haga capaces de edificar la nueva familia humana, basada en el amor al otro.
CONTEMPLATIO
Con la persecución de los santos el cruel tirano es burlado, porque, mientras cree perder a aquellos que mata, les procura un estado de vida mejor. Ellos transforman en beneficio lo que él trama para su perdición: a través de un daño momentáneo, adquieren por vía rápida la ganancia de la vida eterna. Así estos párvulos se convierten en un instante en mártires. La fiesta de Navidad termina con el coro de ángeles jubilosos en lo alto, pero la alabanza fue perfecta en la boca de los niños y de los lactantes aquí abajo. Las trompetas de su victoria resuenan hasta los cielos. Se transformó en gloria el vagido de los bebés y su luto en júbilo; el ejército de los inocentes no sigue a la estrella, sino al Cordero y lleva la solemne bandera de su gloriosísimo triunfo. Abiertos sus párpados, contemplaron la Luz y obtuvieron instantáneamente la bienaventuranza prometida a los pacíficos y a los limpios de corazón.
Estos, pues, transportados de la cuna al cielo, se han convertido en senadores y jueces del Capitolio celestial. Ellos presencian las decisiones divinas, de misericordia o de castigo, pero más a menudo siguen al Cordero a dondequiera que vaya, con mansedumbre más que con desdén o severidad (Ernaldo di Buonavalle, I misteri principali di Cristo, III: La uccisione degli innocenti).
ACTIO
Repite a menudo y vive hoy la Palabra:
«La sangre de Jesús nos purifica de todo pecado» (1 Jn 1,7).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Independientemente de los beneficios que de ello derivan para nosotros, es justo y es un deber celebrar así la muerte de los santos inocentes porque fue una muerte bendita. Acercarse a Cristo, sufrir por Él es ciertamente un privilegio indescriptible –sufrir de algún modo, incluso desconociéndolo-. Los niños que Él cogió en brazos no eran conscientes de su afectuosa benevolencia, pero su bendición ¿no fue quizás un privilegio? Cierto que esta masacre contenía en sí la naturaleza de un sacramento; era prenda del amor del Hijo de Dios hacia los interesados. Cuantos se acercaron a Él sufrieron en mayor o menor grado por habérsele aproximado, justamente como si el sufrimiento y la tribulación terrena emanaran de Él, como un precioso beneficio para el bien de sus almas -y en este número están incluidos estos niños-.
Cierto que su misma presencia era un sacramento. Cada uno de sus movimientos, cada una de sus miradas y cada una de sus palabras llevaban la gracia a quien estaba dispuesto a recibirla у todavía más: el hecho de ser sus compañeros. En consecuencia, en los tiempos antiguos, estos bárbaros homicidios o el martirio eran considerados como una especie de bautismo, un bautismo de sangre, que contenía en sí una fuerza sacramental que sustituía la fuente bautismal para la regeneración. Consideremos a estos pequeños como si, en cierto sentido, fuesen mártires y veamos qué enseñanza podemos sacar del ejemplo de su inocencia (J. H. Newmann, Holy Innocents. The Mind of Little Children, PPS, II, 62).
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