Lectio Divina Jueves Segundo de Adviento B. No ha habido ninguno más grande que Juan el Bautista.

 Tú estás cerca, Señor, y todos tus caminos son rectos. Desde el principio comprendí que tu alianza la estableciste para siempre.

Isaías: 41, 13-20. Mateo: 11,11-15



LECTIO

 

PRIMERA LECTURA

 

"Yo, el Señor, te tengo asido por la diestra y yo mismo soy el que te ayuda. No temas, gusanito de Jacob, oruga de Israel, que soy yo, dice el Señor, el que te ayuda; tu redentor es el Dios de Israel.

Mira: te he convertido en rastrillo nuevo de dientes dobles; triturarás y pulverizarás los montes, convertirás en paja menuda las colinas. Las aventarás y se irán con el viento y el torbellino las dispersará. Tú, en cambio, te regocijarás en el Señor, te gloriarás en el Dios de Israel. Los miserables y los pobres buscan agua, pero es en vano; tienen la lengua reseca por la sed. Pero yo, el Señor, les daré una respuesta; yo, el Dios de Israel, no los abandonaré. Haré que broten ríos en las cumbres áridas y fuentes en medio de los valles; transformaré el desierto en estanque y el yermo, en manantiales.

Pondré en el desierto cedros, acacias, mirtos y olivos; plantaré juncos en la estepa, cipreses, oyameles y olmos; para que todos vean y conozcan, adviertan y entiendan de una vez por todas, que es la mano del Señor la que hace esto, que es el Señor de Israel quien lo crea". 

 

Palabra de Dios. 

R/. Te alabamos, Señor.

 

El tema de la redención tiene especial relieve en la profecía del Segundo Isaías. Nos lleva al contexto social del antiguo Israel e indica la persona y la acción del “redentor”, o sea, del pariente que, por la afinidad de la sangre, tiene la función de rescatar a su pariente (o también la persona vinculada por un pacto) cuando éste ha sido hecho esclavo o tiene una propiedad enajenada para pagar deudas. El Señor rescata a Israel porque se ha vinculado a él con una "familiaridad" o solidaridad de parentesco fundada en la creación y más aún en el acontecimiento del éxodo.

Por eso el profeta recuerda al pueblo que puede y debe contar con el Señor, que puede y quiere salvarlo de los enemigos y desea colmarlo de gozo y de favores. El pueblo debe reconocerse entre los míseros sedientos, que buscan en vano agua para calmar la sed y hacia los cuales se dirige la iniciativa amorosa del Señor. Por su pueblo va a ejecutar un nuevo éxodo teniendo como escenario un desierto cubierto de abundante vegetación y regado con ríos como el Edén (v. 18). En este jardín encantador, el pueblo de Israel encontrará de nuevo a su Dios: verá, sabrá, reflexionará y finalmente comprenderá la obra del Señor (v. 20).

Con tan abundante recurso al tema de la creación, el profeta Isaías recuerda a los oyentes que, si la acción salvífica de Dios a favor de su pueblo se sitúa en el grandioso escenario de su actividad creadora, la salvación obrada por él no está reservada exclusivamente al pueblo elegido, sino abierta a todos y a todo.

 

EVANGELIO

Del santo Evangelio según san Mateo: 11,11-15

 

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: "Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos, es todavía más grande que él.

Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los cielos exige esfuerzo, y los esforzados lo conquistarán. Porque todos los profetas y la ley profetizaron, hasta Juan; y si quieren creerlo, él es Elías, el que habría de venir. El que tenga oídos que oiga".

 

Palabra del Señor. 

R/. Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Mateo, después de la narración del envío a Jesús de algunos discípulos por parte del Bautista y la respuesta que llevan al profeta encarcelado, refiere también las palabras de Jesús a la multitud sobre Juan.

Jesús formula el mayor elogio exaltando su firmeza de fe y su grandeza moral hasta el punto de definirlo como el más grande entre los mortales (v. 11), el culmen de toda la historia de fe de Israel (v. 13). Y, sin embargo, el que se pone a seguir a Jesús entra en un orden nuevo de salvación, en la economía del reino donde el más pequeño goza de la incomparable dignidad de hijo de Dios (v. 11), dignidad que sobrepasa incluso la enorme estatura moral de Juan y su altísimo papel de Precursor. Su misión no se agota con anunciar al Mesías, prevé también una anticipación, en su persona, del destino doloroso del Mesías. De hecho, lo que sucederá a Juan demostrará lo agresivas que son las tentativas de los enemigos del Reino para que éste no cale en la vida humana (v. 12).

Jesús, finalmente, invita a una comprensión profunda del papel y persona del Bautista a la luz de la Ley y los profetas, es decir, del plan de Dios testimoniado en las Escrituras. Una lectura atenta y dispuesta a un serio discernimiento de fe («El que tenga oídos que oiga»: v. 15) nos hará comprender que el Bautista es como el gozne entre las dos economías, la de la expectativa y la del cumplimiento, y que en él se realiza esa espera de la tradición bíblico-judaica del retorno de Elías, como prevalentía, como el que se hace totalmente solidario cercano. En esta proximidad de Dios a la vida del pueblo está mi riqueza, yo que por otra parte sería insigcursor inmediato del Mesías (v. 14).

 

MEDITATIO

 

Dios viene en ayuda de su pueblo y de cada uno de nosotros como ayuda distinguida que hace gala de su valentía, como el que se hace totalmente solidario y cercano. En esta proximidad de Dios a la vida del pueblo está mi riqueza, yo que por otra parte sería insignificante como un «gusanillo». Este encuentro con Dios, mi redentor, y con la profunda renovación de mi pobre corazón, que el evangelio obra en mí, no se lleva a cabo sin mi libertad, sino que exige una opción de fe, la decisión de abrirme a una comprensión más profunda de las Escrituras. Éstas me ponen frente a la radical novedad manifestada en el plan de Dios con la venida de Jesús.

La meditación de la figura del Bautista se convierte en una severa provocación para que sepa reconocer la enorme oportunidad que se me brinda de entrar a formar parte del Reino y a acoger el inmenso don de la dignidad de hijo de Dios, que supera cualquier otra grandeza moral o religiosa a la que pudiera aspirar.

«El reino de los cielos sufre violencia, y los violentos pretenden apoderarse de él» (Mt 11,12). Advierto que la invitación urgente de la Palabra de Dios me invita a no hacerme el remolón y a superar cualquier temor para adherirme en plenitud al que viene a librarme y rescatarme.

 

ORATIO

 

Señor, me llena de gozo y consuelo el saber que, si acojo tu amor en mi vida, aunque sea el más pequeño y el último de los humanos, sería en tu Reino mayor que el Bautista. Mis palabras son demasiado pobres para celebrar tu inmenso amor para conmigo, pero siento resonar en mi interior la voz de tu Palabra consignada por el profeta Isaías, que me enseña a orar y a alabarte.

«Tú eres el Señor mi Dios que me agarra de la diestra y me dice: “no temas, yo mismo te auxilio”. No temo, aunque soy un gusanillo de tu pueblo, porque tú me auxilias, porque eres mi redentor, Santo de Israel. Era pobre e indigente, buscaba agua y no la había; mi lengua estaba reseca de sed; pero tú, Señor, me escuchaste y no me has abandonado. Has alumbrado ríos en las cumbres peladas de mi pecado, fuentes de agua en el yermo de mi angustia. Has cambiado mi desierto en estanque. Todo ha sido obra de tu mano». ¡A ti la alabanza por los siglos!

 

CONTEMPLATIO

 

Mi constante deseo ha sido llegar a ser santa; mas, por desgracia, cuantas veces me he comparado con los santos, he comprobado que existe entre ellos y yo la misma diferencia que notamos entre una montaña cuya cumbre se pierde en las nubes y el humilde grano de

arena pisoteado por los caminantes.

Pero en vez de desalentarme, me digo que es imposible que Dios inspire deseos irrealizables, y que, a pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad. Me es imposible engrandecerme; debo soportarme tal como soy, con mis innumerables imperfecciones; pero quiero buscar el modo de ir al cielo por un caminito bien recto, bien corto, un caminito del todo nuevo.

Estamos en el siglo de los inventos y quisiera encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús. He buscado en los Libros Santos y he leído: «Si alguien es muy pequeño, que venga a mí».

Me acerqué, pues, a Dios y adiviné que había encontrado lo que buscaba. Por eso no necesito crecer, sino al contrario, quedar pequeña, achicarme cada vez más (Teresa de Lisieux, Historia de un alma, Barcelona 1925,155-156).

 

ACTIO

 

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:

 

«Yo, el Señor tu Dios, sostengo tu diestra y te digo: “No temas, yo mismo te auxilio"» (Is 41,13).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

 

ALABANZAS DEL DIOS ALTÍSIMO

 

Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas. 

Tú eres fuerte, tú eres grande, tú eres altísimo, tú eres rey omnipotente, tú, Padre santo, rey del cielo y de la tierra. 

Tú eres trino y uno, Señor Dios de dioses, tú eres el bien, todo el bien, el sumo bien, Señor Dios vivo y verdadero. 

Tú eres amor, caridad; tú eres sabiduría, tú eres humildad, tú eres paciencia, tú eres belleza, tú eres mansedumbre, tú eres seguridad, tú eres quietud, tú eres gozo, tú eres nuestra esperanza y alegría, tú eres justicia, tú eres templanza, tú eres toda nuestra riqueza a satisfacción. 

Tú eres belleza, tú eres mansedumbre; tú eres protector, tú eres custodio y defensor nuestro; tú eres fortaleza, tú eres refrigerio. 

Tú eres esperanza nuestra, tú eres fe nuestra, tú eres caridad nuestra, tú eres toda dulzura nuestra, tú eres vida eterna nuestra: Grande y admirable Señor, Dios omnipotente, misericordioso Salvador.

San Francisco de Asís.

 

 

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