"Llama delicada y dulce que consume"


25 de marzo
Tan pronto como me pongo a orar, enseguida siento el corazón como invadido por una llama de amor vivo; esta llama no tiene comparación con ninguna otra llama de este bajo mundo. Es una llama delicada y tan dulce que consume y no causa sufrimiento alguno. Es tan dulce y tan deliciosa que el espíritu siente tal complacencia y queda satisfecho, pero del tal modo que no deja de desearla; y, ¡oh Dios!, es algo tan maravilloso para mí que quizás no llegue nunca a comprenderlo, como no sea en el cielo.
Este deseo, lejos de privar al alma de esta plenitud, la va reforzando cada vez más. El gozo que siente el alma allí, en su centro, lejos de disminuir como consecuencia del deseo, va creciendo más y más; dígase lo mismo del deseo de disfrutar permanentemente de esta vivísima llama, porque tal deseo no queda anulado por el gozo, sino que permanece muchísimo más vivo como consecuencia del mismo deseo.
De esto deducirá que son cada vez más raras las ocasiones en las que me es posible discurrir con el entendimiento y gozarme con los sentidos.
(26 de marzo de 1914, al P. Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 460)

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