El verdadero consuelo es el que viene del Señor
11 de abril
Piensa en
aquel gran abandono que sufrió nuestro Señor en el huerto de los olivos, y
observa a este amado Hijo, que pide al Padre algún alivio; pero, sabiendo que
el Padre no quiere otorgárselo, ya no piensa en ello ni se decide a pedirlo; y,
como si nunca hubiera deseado ese alivio, retoma con valentía y coraje la obra
de nuestra redención. En los momentos de extrema desmoralización, pide también
tú al Padre del cielo que te conforte, que te consuele; y, si a él no le place
hacerlo, no pienses más en ello, pero ármate de valor y reemprende la obra de
tu salvación en la cruz, como si nunca te tuvieras que bajar de ella y como si
nunca pudieras ver sereno el horizonte. ¿Qué quieres, hijita mía? Es necesario
ver y hablar a Dios entre truenos y vientos huracanados. Conviene verlo entre
las zarzas y el fuego de los espinos; y para continuar, hijita mía, es
necesario descalzarse y renunciar enteramente a tu voluntad y a tus caprichos.
(6 de diciembre de 191,7 a Antonieta Vona – Ep. III, p. 828)
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