Él es tu auxilio y protección
17 de julio
Hay momentos en los me asaltan violentas tentaciones
contra la fe. Estoy seguro de que la voluntad no las acepta, pero la fantasía
está tan encendida y la tentación, que da vueltas en la mente, se presenta con colores
tan claros, que presenta el pecado como algo, no sólo indiferente, sino
agradable.
De aquí nacen también todos esos pensamientos de
desánimo, de desconfianza, de desesperación e incluso – no se asuste, padre,
por caridad – pensamientos de blasfemia. Yo me horrorizo ante tanta lucha;
tiemblo y me esfuerzo siempre; y estoy seguro de que, por la gracia de Dios, no
caigo.
Añada, además, a todo esto el oscuro cuadro de la vida
pasada, en el que no se ve más que mis miserias y mi ingratitud hacia Dios. Siento
que mi ánimo se rompe de dolor; y una grandísima confusión me invade
totalmente. Me siento, por este motivo, como puesto bajo una durísima prensa y
como si todos los huesos se trituraran y se separaran unos de otros.
Y esta operación tan dura la siento, no sólo en lo más
recóndito del espíritu, sino también en el cuerpo. Y también aquí me asalta el
fuerte temor de que quizás no sea Dios el autor de este extraño fenómeno,
porque si fuera él, ¿cómo se explicaría el desbarajuste físico? No sé si esto
es posible.
(16 de julio de 1917, al P.
Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 909)
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