"Hemos visto su estrella y venimos a adorar al Señor"


Homilía para el Domingo de la Epifanía del Señor
Isaías 60,1-6; Efesios 3,2-3. 5-6; Mateo 2,1-12
“¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?”


Queridos hermanos y hermanas, estamos reunidos para celebrar la “Epifanía del Señor”, que significa minifestación. “Hoy ha llegado la salvación al mundo entero”. El universo ha visto la salvación de Dios. Por eso nos alegramos, porque Dios no vino sólo para unos cuantos, sino para todos los moradores del universo. Hoy necesitamos urgentemente la luz, necesitamos la alegría, necesitamos un sentido a nuestra vida.
El sentido más profundo solamente nos lo puede dar Dios mismo. Dios que se ha hecho Hombre. Dios que sale de Sí mismo para abrazar la humanidad entera. Dicho abrazo nos lanza hasta la vida eterna. El prometido de todos los tiempos se ha dejado ver, con su Luz a iluminado el mundo entero, y ahora todos tenemos la posibilidad de ver su gloria. Pero no solamente de verla, sino de vivirla, porque Dios mismo hecho Hombre nos comparte su gloria. “Gloria que le pertenece desde antes de la creación del mundo”. Por eso ya no estamos sólos, ya no somos peregrinos, ni forasteros, somos ciudadanos del Reino.
El yugo del pecado, de la opresión, del materialismo, del consumismo, el yugo del descarte, de la cerrazón a la vida, el yugo de la violencia, de la inseguridad y de la falta de valores civiles y cristianos, el yugo de la cultura del descarte, y el yugo de la falta de responsabilidad ante el cuidado de nuestra casa común que es nuestro planeta, no están oprimiendo fuertemente.  Son tinieblas que nos cubre y nos envuelven densamente. Nos hemos convertido en esclavos de un sistema opresor y represivo solamente porque nos alejamos de este Diso que es amor. Solamente volvíendonos a Él y reconociendo nuestros pecados podremos ser liberados.
Precisamente, la primera lectura, tomada del segundo y tercer libro de Isaías, nos invita a la esperanza de la salvación. La luz, como tema central manifiesta precisamente la esperanza de la restauración, no solamente de la Ciudad Santa, Jerusalén, sino del mundo entero. Luz e iluminar, resplandor,amanecer y aurora, sol y luna, son los términos que dominan y poner de relieve la contraposición a noche, oscuridad y tinieblas. La gloria del Señor (Dios mismo) se convierte en luz perpetua para Jerusalén que es invitada a surgir de las tienieblas y a convertirse en luz esplendorosa, recordando precisamente la profesía de Isaías 9,1. En Is 60,3, se trata del beneficio del Señor que como luz se extiende no solo a Israel, sino a todas las naciones y a sus reyes. Todos los desterrados volverán, y con ellos traerán toda clase de animales de primera calidad y toda clase de riquezas para ofrecer al Señor su Dios, al Dios de la Liberación y de la Luz.
Nos situamos así ante la realidad abundante de la “distribución de la gracia de Dios”, de la que nos habla San Pablo, dirigiéndose a los Cristianos de Éfeso. Desde la realidad de la Encarnación del Hijo de Dios en el Vientre Purísimo de Santa María Virgen, la salvación es universal, es para todos. Este es el verdadero sentido de la Encarnación, la salvación universal de la humanidad. Por eso, hoy se ha manifestado dicha salvación no solamente a los pastores, no solamente a los coterráneos de Jesús, sino también a los Paganos, a los que no conocen el mensaje de la salvación, a los que no pertenecen al Pueblo Judío, a los que no son depositarios de la Promesa desde antiguo, pero que hoy también han visto la salvación de Dios. “Hemos visto surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”.
Los magos vienen del oriente y buscan al rey de los judíos,  evidentemente en la casa del rey Herodes, pero el niño no estaba allí; “¿dónde está?”, preguntan los magos al llegar a Jerusalén, haciéndose sin saberlo, portavoces de la búsqueda de todos los hombres y de todos los tiempos. ¡Ahhh! Todos sabemos que la gente importante llega por la puerta grande, por la entrada principal, y son muy dados a recibir honores a través de un fausto y mágno recibimiento, pensemos en las actitudes estratégicas de un político, por ejemplo, cómo los afines con tal persona o corriente política, hacen todo para organizar el mejor de los eventos, para que haya mucha gente para recibirles, y así poder hacer o al menos decir del evento que ha sido todo un éxito.
Al mismo tiempo, ¿dónde se espera encontrar a una persona importante? En un palacio, en un castillo, en una mansión. No les vamos a buscar en la periferia, entre los descartados, entre los pobres, entre los más vulnerables, ¡no! De hecho sabemos que no están allí, no los encontraremos en dichos ambientes. Por eso, los Magos esperaban encontrar al Rey de los Judíos en el Palacio, si no, ¿Dónde más? ¿Dónde está el Rey de los judíos que acaba de nacer? Es decir: ¿Dónde está el sentido pleno de la vida, la salvación?. El que nació para la salvación de todos, se esconde, mientras no llega su hora, a quienes lo buscan para matarlo; pero no se esconde a quienes lo buscan para adorarlo.
De hecho, epifanía quiere decir manifestación, darse a conocer. Estos magos que buscan, son lúcidos, iluminados, creyentes pero en grado superior. “Vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”, dicen.
Llegan a ser ejemplo del hombres de fe, todo esto, a pesar de ser extranjeros, desconocedores de la historia de la salvación judeo-cristiana. Son los primeros paganos que creyeron.
La narración del Evangelio presenta todo un proceso, nada fácil del camino que lleva a la fe. Los magos: ven la estrella y se dejan interpelar; superan las incomodidades y apegos, y se ponen en camino, aceptando riesgos y dificultades; se dejan guiar por la estrella; perseveran en la búsqueda cuando todo se oscurece, estudian, preguntan, rezan y esperan. Sobre todo eso, no se desaniman, tienen paciencia y esperan. Para nosotros hoy, ser creyentes, celebrar la epifanía es muy fácil, aunque pocas veces volteemos la mirada al Cielo para ver la estrella que nos conduzce a la salvación. Hemos sido catequisados, hemos escuchado muchas veces el relato evangélico, lo contemplamos en nuestras casa, en nuestros hogares a través del nacimiento que ponemos, por eso es fácil comprenderlo, pero al mismo tiempo difícil de vivirlo, no cuesta entrar en la dinámica de escucha, de búsqueda, de contemplación. Buscamos muchas cosas, deseamos otras tanas, por nos olvidamos del que es el Camino, la Verdad y la Vida. Nos cansamos muchas veces de esperar y de caminar al encuentro del Señor.
El que tiene sed, busca hasta encontrar la fuente. Cuando los magos llegan al Palacio de Herodes, la estrella desaparece, pero ellos continúan buscando. El reencuentro con la estrella, los colma de una alegría inmensa. Dice el Evangelio: “Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el Niño”. Era un nuevo regalo de Dios. Nada gratifica tanto como la superación de una crisis fuerte. Y se postran ante el Niño, a pesar de las pobres apariencias. Podrían haberse desilusionado, pero fueron humildes y adoraron, estos magos habían sido iluminados por la luz que nace de lo alto, y tras un acto de fe y de adoración, le ofrecieron sus dones, le regalaron lo mejor de llos mismos.
Los magos no venían a conquistar, sino que, se dejaron conquistar. Al ver al Niño, se hicieron niños. Al ver la estrella se llenaron de luz. No conquistan, sino que regalan. Sus regalos son significativos: Vieron en el Niño al Rey que buscaban, al Dios que necesitaban, al Redentor que encuentran muy humano. Y así, Jesús todavía sin hablar, evangeliza a esos magos.
Ese Niño recostado en un pesebre, era ya un mensaje de salvación, porque la persona de Jesús, representa para todos los hombres, la Encarnación del Hombre perfecto. ¿En qué sentido sucede esto?, el hombre es un ser que encuentra su realización en la apertura al otro y su felicidad perfecta en su apertura a Dios, por tanto, en Jesús encontramos al hombre que está abierto a Dios, de tal manera, que es Dios mismo hecho
Hombre.
Y tan abierto está a los demás, que todo el sentido de su existencia, somos nosotros. Habiendo descubierto ese camino de salvación en Cristo, nos dice el Evangelio: “Advertidos en sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron los magos a su tierra por otro camino”. Después de haber visto a Cristo, ya están orientados, su vida tiene sentido, ya no hay que volver por el camino de Herodes, que es el camino  del sobresalto, del engaño, del crimen. Vuelven por el camino de la serenidad, de la alegría, de la verdad, de la paz y la vida. Hermanos, ¿estamos atentos a los signos de Dios que tenemos en nuestro alrededor para seguirlos y así encontrarnos con Dios que se nos quiere manifestar?.
Fray Pablo Jaramillo, OFMCap.
Sauceda de La Borda, 4 de enero de 2020.

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