Llamó a los que Él quiso

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Marcos 3,13-19
Reflexión

Viernes 24 de enero de 2019, San Francisco de Sales, Obispo y Doctor de La Iglesia.
 
Jesús llama a los que Él quiere constituyendo así el grupo de discípulos más cercano, más íntimo a Él. Llama a los doce, los testigos cualificados por excelencia de Jesús. Estos doce presenciarán las obras grandes maravillosas que manifestarán que el Reino de Dios está en medio de ellos y de nosotros. La revelación siempre en aumento, de la divinidad de Jesús se hará sentir por la fuerza del Espíritu que Jesús lleva dentro de Sí. Una fuerza capaz de transformar la realidad adversa y contraria a los valores del Reino. Jesús es el protagonista principal y los discípulos son los acompañantes asiduos de Jesús, formando un grupo que recibe un trato privilegiado por parte del maestro y al que se le exige una conducta determinada. Los discípulos de Jesús tienen una identidad concreta, por eso los nombres y las acciones de cada uno de ellos. Es necesario que los discípulos mantengan una relación estrecha con Jesús, pero de esta relación, se desprende también la relación para con la muchedumbre y para con ellos mismos.
Por lo tanto, hoy el evangelio nos advierte sobre la llamada a los doce. Los que serán los testigos de Jesús, los que él eligió tras haber pasado muchas horas en oración, en relación con su Padre, tratando de descubrir la voluntad de Dios. Los discípulos serán los que tarde o temprano darán la vida Por el Maestro, por Jesús, porque ha sido precisamente el dar la vida del Maestro por todos, los que les llevará a configurarse con Él, hasta dar la vida por Jesucristo y por la Fe.
Jesús elige, selecciona, no margina, elige entre muchos. Todos pueden ser discípulos de Jesús, de hecho, hay una muchedumbre que lo sigue, pero no todos son aptos para dar testimonio de Él.
Jesús elige a sus Apóstoles principalmente para que estén con Él, para que le acompañen. Esta es la razón principal del ser apóstol, elegido, estar en compañía, en presencia de Jesús. Permanecer ahí, muy cerca de su corazón, de su presencia, de su vida.
Solamente estando cerca de Jesús podrán aprender realmente de Él, porque Jesús tiene una forma nueva de la proclamación del Reino, una nueva forma de acercarse a los demás. La forma de Dios.
Por eso, una vez que los apóstoles han aprendido del Maestro, entonces sí, viene un segundo momento. Llega el momento del envío. Los Apóstoles van a anunciar lo que han visto y oído. Esto es lo que los constituye en testigos: estar con Jesús. A los Apóstoles Jesús les confiere su propia misión y autoridad.
Se trata de una elección solemne que se lleva a cabo en el monte, símbolo de la cercanía de Dios y escenario de las grandes revelaciones divina. Pero ya podemos darnos cuenta que las revelaciones divinas no van encaminadas a aspectos intimistas, misteriosos… sino a la instauración del Reino.
Así pues, la misión es proclamar la Buena Nueva del Reino, y liberar a la humanidad de todo mal, de todo cuanto sea signo de opresión, desgaste u ofuscación. Algo muy importante, sin embargo, no es el apóstol el que libera, sino la fuerza y la Fe en Jesucristo. Solamente Jesús puede llevar a cabo la vida nueva en el mundo y en cada una de las personas, pero es el apóstol el que anuncia a Jesús, el que propone esta vida nueva que Dios ofrece a la humanidad entera. El apóstol hace presente a Jesús con su anuncio, con su palabra, con su vida, con su testimonio. Jesús es el único “que quita el pecado del mundo”, pero debe ser presentado por aquellos que Dios mismo elige, escoge, llama, designa para que dejándolo todo puedan vivir la misma vida de Jesucristo.
Así pues, podemos entender que el llamado es para todos, pero no todos escuchan, no todos atienden ¿a quién no le gustaría ser discípulo de Jesús? Seguramente que a todos, pero cuando nos encontramos con las exigencias del seguimiento, entonces muchos rechazan ese llamado.
Hoy Jesús nos invita a salir de la rutina, de la zona de confort, del acomodamiento, y ser capaces de ponernos en camino para darle a conocer a los demás. Es necesario atrevernos a dar el paso decisivo hacia la maravillosa y tremenda experiencia de estar con Él, en su compañía, de dejarnos abrazar por Él, experimentar su amor, su ternura, su misericordia y escuchar al oído que nos susurra “Yo estaré contigo siempre” ¡No tengas miedo!
Que María, la primer discípula nos acompañe y nos haga capaces de ir y proclamar la Buena Nueva del Reino a todos.

Fray Pablo Jaramillo, OFMCap
24 de enero de 2020 

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