Luz para alumbrar a los que viven en tinieblas.


22 de junio
Ten paciencia todavía un poco más al soportar el estado de desolación espiritual; ten paciencia al soportar las pruebas amorosas a las que Jesús, con admirable providencia, para asemejarte a él, te va sometiendo; y verás que el Señor un día atenderá del todo tus deseos, que son también los míos. No te impacientes si en ti la noche se va haciendo más obscura y más lúgubre; no te asustes si no ves con los ojos materiales el cielo sereno que envuelve tu alma; mira a lo alto, elevándote sobre ti misma, y verás resplandecer una luz que participa de la luz del sol eterno.
La fe viva, la confianza ciega y la completa adhesión a la autoridad constituida por Dios para ti, ésta es la luz que iluminó los pasos del pueblo de Dios en el desierto; ésta es la luz que resplandece siempre en la parte más alta de los espíritus gratos al Padre; ésta es la luz que condujo a los magos a adorar al Mesías en su nacimiento; ésta es la estrella profetizada por Balaam; ésta es la antorcha que dirige los pasos de los espíritus desolados. Y esta luz y esta estrella y esta antorcha son también las que iluminan tu alma, dirigen tus pasos para que no vaciles, fortifican tu espíritu en el amor divino; y, sin que el alma se dé cuenta, se avanza siempre hacia el destino eterno. Tú no lo ves y no lo comprendes, pero no es necesario. Tú no verás más que tinieblas, pero éstas no son las que envuelven al eterno sol. Mantente firme y cree que este sol resplandece en tu alma; y que este sol es precisamente aquel del que el profeta de Dios dijo: «Y en tu luz, yo veré la luz».

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