Que tu corazon sea el Trono del Rey eterno.


27 de junio

¡Qué feliz es el reino interno cuando ahí reina este santo amor! ¡Qué felices son las potencias de nuestra alma cuando obedecen a un rey tan sabio! No, mi queridísimo padre, bajo su obediencia y en su reino, él no permite que haya en nosotros ni pecados graves ni afecto desordenado alguno, ni siquiera leve.

Es verdad que él les deja acercarse hasta la frontera, con la finalidad de ejercitar las virtudes internas en el combate para hacerlas más fuertes; es también verdad que él permite que los espías, que son los pecados veniales y las imperfecciones, corran de acá para allá en su reino; pero él permite esto para darnos a conocer que, sin su ayuda, seríamos presa de nuestros enemigos.

Humillémonos mucho, mi buen padre, y confesemos también que, si Dios no fuera nuestra coraza y nuestro escudo, seríamos heridos enseguida por toda clase de pecados. Y es por esto por lo que debemos apoyarnos siempre en Dios, perseverando en nuestros ejercicios y aprendiendo a servir a Dios con nuestras propias fuerzas.

(23 de julio de 1917, al P. Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 914)


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